Salsa china

In by Andrea Pira

En el siguiente relato, Arturo Alvarado nos plantea un milenario debate sobre la naturaleza humana, que ha sido explotado en el cine, la literatura, la filosofía y la ciencia, e incluso por el mismo Cantinflas.
Vivo en Beijing, lo digo para contextualizar aunque no para explicar. Explicar me tomaría muchos renglones así como los requeriría explicar lo que es vivir en San José, o lo que es vivir en muchas otras ciudades, supongo.

A pesar de que se dice que el cocinar es un atributo que aporta al “sexiness” de los varones, tengo que admitir con pesar que no soy muy hábil para la cocina. La verdad durante el tiempo que he vivido en Beijing sólo me he acercado a mi cocina para lavar vasos. En un día promedio mis almuerzos y cenas son por lo general en algún restaurante cerca de la oficina, o el mágico 24 horas de delivery que tiene un restaurante que todos conocen y prefiero no nombrar porque es más malo que Voldemort. Pero mi desayuno es religiosamente el mismo: Todos los días en mi ruta al trabajo me detengo en un pequeño puesto; tal vez tiene un área de unos cuatro metros cuadrados y es atendido por una muchacha rellenita como la comida que vende.

Voy a omitir esos tecnicismos que usan los “expertos en China” para hablar de la comida local (ya tendré otras ocasiones para "rajar") y le voy a pedir al que lea esto que se imagine que lo que me aturuzo a diario es muy parecido a un sánguche de huevo y jamón; quizás y sí sea un sánguche y yo no me había percatado. Nombro primero el huevo que el jamón, porque tengo graves sospechas de que éste último es de soya. La verdad es que al principio compraba un sánguche similar en otro puesto, pero cuando descubrí que esta cocinera me saludaba y decía los equivalentes de gracias y con mucho gusto me le aferré como cliente.

Este platillo del que hablo, además de la proteína que ya mencioné, lleva una abundante salsa picante y espesa color café, muy rica ciertamente; de esas que uno supone al instante que repercuten en una cloaca en las arterias.

Uno sabe que los negocios tienen muchos clientes frecuentes, uno no se va a ir de pollazo pensando que lo conocen en el super de a la vuelta porque la cajera lo llama a uno por el nombre después de haberle pasado la tarjeta de crédito; pero yo estoy seguro de que la cocinera rellenita sí me reconoce porque los extranjeros en China nos vemos diferentes (o eso creemos) y porque cuando me ve acercarme ya empieza a preparar el sánguche.

Al principio me preguntaba qué quería comer, después de un tiempo ya empezaba a prepararlo al verme de lejos pero al final siempre me preguntaba si quería algo más, pero ahora cuando llego, ya me lo tiene preparado dentro de la bolsa y sabe que es lo único que pido.

Pero en la vida nada es constante y el cambio llega sin que le podamos huir. Resulta que empecé a notar que esa malvada salsa café; sí, la sabrosa y dañina, empezaba a disminuir poco a poco en mis sánguches. El cambio ha sido tan gradual que no había pensado en quejarme, el fuerte sabor de esa salsa se redujo a pasos imperceptibles pero ya para hoy cuando desayuné no pude notar sí traía una pizca de salsa o no traía del todo.

El tema de la naturaleza humana es uno de los más explotados por la literatura, el cine, la filosofía y la ciencia. Mucho dijeron al respecto Darwin, Sócrates, Platón, Hobbes, y Cantinflas. Desde una perspectiva ética la interrogante si se le ve a lo simple; es si el ser humano es naturalmente bueno o malo. Un evento histórico que siempre me ha generado emociones es la famosa “Tregua de Navidad” durante la Primera Guerra Mundial, una de las guerras más violentas y crueles que ha vivido nuestra especie; pensé que este acontecimiento podía ser una prueba irrefutable de nuestra tendencia natural al bien.

Se dice que durante la Navidad de 1914, tropas alemanas e inglesas, que hacía unas horas estaban enfrascadas en una bizarra guerra de trincheras en el frente occidental, comenzaron a cantar villancicos. Pronto ambos bandos se decidieron a intercambiar regalos, a practicar funerales conjuntamente para los caídos de ambas nacionalidades y hasta mejenguearon, imponiéndose el equipo alemán 3 por 2. Para mí, una anécdota tan sorprendente y emotiva nos revela información valiosísima acerca de la naturaleza humana, así como lo pueden hacer otras miles de anécdotas. El único problema es que descubrí que no me sirve para nada en términos de decidir si nuestra naturaleza es buena o mala. Después de la tregua navideña, ambos bandos reanudaron los combates y la carnicería comenzó nuevamente. Bien podríamos decir que los horrores construidos desde la experiencia, la socialización, la autoridad, etc. se volvieron a imponer sobre la naturaleza pacífica y bien intencionada de esos hombres al terminar la tregua. Pero tampoco se puede descartar que al reanudar los combates, la naturaleza sangrienta y violenta se volvió a liberar de unos instantes de orden consensuado motivado por el miedo y la culpa que conlleva morir y matar un 24 de diciembre.

Sí, ¿el huevo o la gallina? Hay gente que me ha dicho con una seguridad reconfortante que es el huevo. Yo me imagino que los creacionistas se decantan por la gallina porque Dios creo a peces y aves el quinto día y si hubiera sido yo el creador, los habría puesto en la Tierra fuera del huevo porque si no, ¿quién los iba a empollar?

El punto es que mi sánguche, adquirido a diario en ese puesto que mencioné podría ser tanto una noble y solidaria muestra de amor al prójimo sin buscar nada a cambio, o bien podría ser un hecho motivado por la más vil y miserable tacañería.

La sonrisa y amabilidad de la muchacha que me preparaba el bocado a diario me hicieron pensar que, con el tiempo, ella se había comenzado a preocupar por mi salud y día con día empezó a reducir la dosis de la salsa “taquea venas”, hasta virtualmente desaparecerla de la porción. No crean que esto no es posible; la gente en China a veces es indiferente con los demás pero después de un tiempo puede desarrollar una especie de cariño muy paternal. Me ha pasado en restaurantes que me obligan a tomarme la sopa porque "es buena para el cuerpo", o donde no me quieren servir el agua fría porque es mala para el estómago.

Pero también pensé que la reducción paulatina de la salsa se podía deber a una trampa ideada para engatusarme, y conseguir así una reducción de costos en la preparación del producto y por lo tanto un incremento en el margen de utilidad del sánguche. No crean que esto no es posible. Si tomamos en cuenta que yo consumo ese producto a diario, sin falta, después de un año estamos hablando de muchos litros de salsa ahorrada, y los chinos históricamente nos llevan ventaja en eso de ahorrar. Esa muchacha sería entonces una falsa, que vio al ignorante extranjero y decidió sacarle el dinero que pudo.

Creo que mi duda se esclarecería bastante si yo procediera a preguntarle a qué se debió la reducción de la salsa en la porción, sin embargo, no lo he hecho porque quería escribir este artículo sobre una situación que estoy usando de modelo. Decidí que sin preguntarle me era imposible determinar cuál de las dos posibilidades era la verdadera, por lo tanto determinar si su acción era buena o mala. Ciertamente, sería estúpido sostener que la naturaleza de nuestra especie es buena o mala sólo porque un acto concreto de un ser humano concreto fue bueno o malo. Pero quise acercarme a mi naturaleza, a mi morbo, a mis prejuicios naturales, a mi visión de mundo. Y me pregunté: ¿Qué creo yo? Lo que yo natural y genuinamente creo que es la razón por la que ella lo hizo me puede orientar a si mi naturaleza se decanta hacia el bien o hacia el mal. Yo tengo esa respuesta, lo sé con toda seguridad pero no voy a revelar la respuesta porque llegué a esta no con base en un proceso deductivo, sino con base en una decisión. Y no voy a decirle lo que es para que usted también pueda decidir.

Al final el debate milenario de si nuestra naturaleza es buena o mala también se resuelve igual. Con una decisión.

*Arturo Alvarado vivió en China entre 2009 y 2010, y entre 2012 y 2014. Este relato lo escribió a principios del 2013. Arturo ahora reside en Costa Rica, su país natal.

[Crédito foto: rontravel.com]
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