Luchando por el medio ambiente en China: Luis Miguel Caicedo, ambientalista colombiano

In by Andrea Pira

Si alguien quisiera usar una palabra para describir a Luis Miguel Caicedo, tendría que decir ‘apasionado’. Es fanático de los deportes extremos, le encanta viajar y se transforma al hablar de política. Pero, sin lugar a dudas, su mayor pasión es el medio ambiente.
Desde chico, Luis Miguel Caicedo ha estado fascinado con Asia. Siempre supo que quería visitar ese continente lejano y, tal vez influido por las caricaturas que veía cuando era niño, tenía la mirada fija en Japón. Sin embargo, una oportunidad cambió su destino, y en 2009 este ingeniero químico colombiano empacó maletas y emprendió una nueva vida en China.

Llegó a Beijing para cursar una maestría de dos años en ciencias ambientales e ingeniaría, pero su sed de conocimiento lo llevó a quedarse más tiempo. Optó por realizar un doctorado en la reconocida Universidad de Tsinghua y en 2012 se involucró con RISE (Rural International Student Exchange – Intercambio de Estudiantes Internacionales en el campo), una asociación que se dedica a promover soluciones a problemas medioambientales en zonas rurales de China.

Luis Miguel habló con China Files y le contó sobre su experiencia como líder general de RISE, cómo la asociación se convirtió en una especie de Erin Brokovich para ayudar a una comunidad cuya agua para beber estaba contaminada con arsénico, y sus planes a futuro. Además, dio su opinión experta sobre si la polución en Beijing es realmente tan grave como la pintan.

Desde pequeño estuvo obsesionado con Japón. ¿Cómo terminó en China?

Se me presentó una oportunidad de trabajar en un proyecto de la OEA para la producción de biogás en países en vías de desarrollo. El enfoque estaba en Chile, China e India, países a donde fuimos a trabajar en algún momento del proyecto, pero la sede del proyecto era en Beijing

¿Qué ventajas ha encontrado en China que no hubiera tenido en otros sitios?

Para mis estudios doctorales tuve la opción de irme a Austria, pues había una propuesta muy interesante, pero Beijing es realmente fascinante. Por un lado China me ha permitido cursar estudios de posgrado mucho más económicos, pero, más importante aún, esta ciudad ofrece cosas únicas. Esta es una metrópolis donde se encuentran distintas culturas, donde uno aprende cosas muy distintas.

Además, aquí he podido expandir mi campo de acción profesional: no solo estoy desarrollando un proyecto de investigación en ingeniería medioambiental, sino que he aprendido sobre manejo empresarial, administración y liderazgo.

Hablando de liderazgo, usted fue el líder general de RISE hasta diciembre de 2013. ¿Cómo fue su evolución dentro de la asociación?

Yo me involucré con RISE en 2011 gracias a una invitación que me hicieron los fundadores. En ese entonces, la asociación era más pequeña de lo que es ahora, pero aun así ya tenían un proyecto consolidado en Ningxia. La idea es que RISE evaluaba el problema que tenía X pueblo, lo visitaba, proponía una solución e, idealmente, la implementaba.

La iniciativa me pareció muy interesante y la causa muy bella, así que me metí de lleno. Cuando los fundadores se quisieron retirar, me propusieron seguir al frente de RISE. En 2013 me convertí en líder general junto con otra chica y crecimos todavía más.

¿Cómo surgió y en qué consistió el proyecto que usted lideró?

La dinámica en RISE es la siguiente: asistimos a eventos donde presentamos propuestas que pueden mejorar la calidad de vida en el campo. Allí conocemos a residentes de zonas rurales que nos cuentan sobre sus dificultades. Les entregamos una encuesta para evaluar el problema y si lo amerita, entonces vamos a visitar la zona. Es importante aclarar que si no vamos a hacer visita de campo, igualmente les enviamos una carta con posibles soluciones que ellos mismos pueden implementar.

El proyecto que yo lideré surgió porque un estudiante de la universidad se nos acercó después de una charla y nos dijo que tenían un problema con el agua que bebían en su municipio (Long Jia Ying en la provincia de Shanxi): era turbia, amarillenta y olorosa. Lo que es peor, él dijo que creía que tenía residuos de metales tóxicos.

En efecto, la escena era aterradora: en China el límite legal de arsénico en el agua es de 10 microgramos por litro, y allá nos encontramos con concentraciones que oscilaban entre los 20 y los 70 microgramos. Además, también vimos concentraciones altas de fluoruro y hierro en el agua. Las consecuencias de la mala calidad del agua han sido nefastas. Se ven especialmente en la dentadura y la piel de los habitantes de la zona, y en las personas mayores que viven cansadas y con dolores porque estos contaminantes afectan los huesos.

¿Qué hicieron al respecto?

Yo lideré al primer equipo. Conseguimos patrocinio a través de Palintest, una empresa que desarrolla kits para medir la calidad del agua potable. Ellos nos proveyeron con los equipos y fuimos a la vereda. La solución a este problema fue que empezaran a usar filtros biológicos de arena. Así, no solo se deshacían del arsénico y los metales, sino que una vez removían esos residuos, los mismos limpiaban otras impurezas.

¿Cuál fue el mayor reto de este proyecto?

Yo era el único extranjero, así que mi mayor reto fue liderar al grupo de chinos y tratar de convencer a los locales de que mi propuesta era legítima y que realmente iba a mejorar sus vidas. Ellos pensaban ‘¿y este extranjero qué?, ¿por qué he de creerle a él?’. Es difícil atravesar esa barrera, y eso que nosotros no hacemos esto para ganar dinero; lo hacemos porque realmente queremos ayudar. Una vez hubo un poco más de confianza y los locales se dieron cuenta de que queríamos lo mejor para ellos, la relación cambió mucho. Nos abrieron las puertas de sus casas y aprendimos los unos de los otros.

¿Cuál fue su gran satisfacción?

Fue una experiencia muy bella. Ser líder significó aprender a sacar lo mejor de cada integrante de mi equipo. Además, tras entrenar a gente entre los 7 y los 50 años, se dieron cuenta de que hacer un filtro de arena es sencillo, económico y mejora su vida enormemente. Mi satisfacción más grande fue aplicar conocimientos y dar todo de mí para mejorar las vidas de personas que realmente lo necesitan.

Es bien sabido que Beijing tiene serios problemas de contaminación ambiental. ¿Son tan graves como los pintan, o es exageración de los medios?

La contaminación del aire es realmente grave. Es más, la mayoría de la gente ignora lo grave que es. Yo he cambiado cuatro veces de máscara y ahora estoy usando una especializada de laboratorio porque hay momentos en los que la polución sobrepasa el límite de lo que los equipos son capaces de medir. ¡Eso es absurdo!

En Beijing hace falta socialización y conciencia para abordar este problema. Ciudades como Londres y Los Ángeles tardaron unas cinco décadas en mejorar su calidad del aire. Beijing quiere hacerlo en tres. Eso sería muy rápido, pero acá todo es posible. Se puede empezar por soluciones sencillas como restringir el uso de automóviles, promover el uso de combustibles limpios como el gas natural, o generar incentivos para que las empresas usen menos carbón.

¿Cuáles son sus planes una vez finalice su doctorado?

Por ahora seguiré con RISE, pues ya se convirtió en mi familia. Ahora que hemos crecido más –empezamos con diez miembros y ya vamos en 40–, queremos emprender nuevos proyectos. La idea sería no solo pensar en cómo mejorar la calidad del agua, sino en otros aspectos como la producción de energía.

Después del doctorado lo que más quisiera es volver a Colombia a aplicar todo lo aprendido. Quisiera tener mi propia empresa y así como he podido usar mi conocimiento para mejorar la calidad de vida de los chinos, quisiera poder hacer lo mismo para la gente de mi país.

Si regresa a Colombia definitivamente, ¿qué es lo que más extrañaría de China?

Difícil responder esa pregunta. Creo que me haría mucha falta el intercambio cultural y académico. La comida es otra cosa sin igual que me haría falta. Y, por supuesto, las asiáticas.

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[Fotos cortesía de Luis Miguel Caicedo]