Una mirada al taoísmo (parte I)

In Uncategorized by Simone

El taoísmo, que ahora Beijing busca promocionar a nivel mundial como parte integral de la cultura china y de su soft power, es una religión y doctrina de pensamiento inspirada en las enseñanzas del pensador Lao Tse. A propósito de la iniciativa china de impulsar su expansión, China Files les presenta una breve mirada a esta filosofía, basada en el Tao te ching o Libro del Tao. Primera de dos entregas del reportaje…
El Tao te ching o Libro del Tao, que se le atribuye a Lao Tse (también llamado Lao Tzu), ha sido durante siglos uno de los textos más importantes de la cultura china y es la base de la religión y el pensamiento taoísta. Escrito a finales del siglo IV o comienzos del III antes de Cristo, el libro de Lao Tse constituye una guía filosófica, para quien sepa leerla, que reflexiona sobre el orden cósmico y la manera de lograr identificarse con éste. Se le considera un texto religioso porque propone un modo de vida en consonancia con la forma como funciona el mundo, aunque en realidad no establece una serie de rituales ni indica cómo debe ser leído.

El Libro del Tao

El libro de Lao Tse es un texto eminentemente poético, que está compuesto por 81 brevísimos capítulos, aunque sus estudiosos están de acuerdo en que la división y los títulos que acompañan a cada fragmento fueron introducidos mucho tiempo después de escrito.

El título del libro, también puesto con el paso del tiempo, da una idea de su contenido. El primer término que lo compone es el Tao, cuyo ideograma es el mismo de camino, y está conformado por los caracteres que corresponden a cabeza y marchar, según su estudioso Carmelo Elorduy (13). En efecto, muchos estudiosos han decidido traducirlo como vía o camino, aunque estos términos pueden prestarse para confusiones y malas interpretaciones. Como dice Onorio Ferrero, otro estudioso del texto, “la idea es la de un principio primordial, anterior a toda manifestación, más allá de todo nombre, origen de todo y al cual todo debe retornar. Se trata del camino por excelencia y no de un camino” (8). Anne Hélène Suárez-Girard, otra reconocida experta, opta por curso, “por su continua analogía con el agua y su inagotable fluir” (22). El Tao sería entonces el ser supremo, aquello de lo que todo depende, a lo que todos terminarán por volver al final de sus existencias y al que todo (y todos) debe intentar imitar.

Por su parte, el ideograma de te está compuesto por los caracteres de hombre, huella de un paso, diez, ojo, uno y corazón. De ahí que Elorduy sostenga que “su interpretación es: hombre que procede con diez ojos y con un (todo) corazón o con todo cuidado. Para Lao Tse, en un sentido más amplio y fundamental, es fuerza” (25). La mayoría de expertos lo traduce como virtud, aunque advierten que no tiene ninguna connotación moral. En últimas, te sería el cómo sintonizarse con la manera del Tao de manifestarse en el mundo. Finalmente, la tercera palabra del título, ching, significaba libro.

De ahí que una de las traducciones del título, sin desviarse mucho de lo que representan los términos que lo componen, podría ser Libro del Tao y el te. *

¿Qué es el Tao?

El libro de Lao Tse gira alrededor del Tao, o Ser Supremo, que no es precisamente un dios sino el principio que ordena el cosmos. De él han emanado todos los seres y a él se devolverán eventualmente. El texto plantea dos estadios diferentes para el Tao: uno que no se puede nombrar y uno que sí tiene nombre.

El primero de ellos es el Tao propiamente dicho: siendo el Todo que regula la totalidad de lo que existe, es imposible de aprehender para cualquiera de los seres que han surgido de él. Es inabarcable, constante y atemporal, y como tal indenominable, pues el acto de nombrar algo supone delimitarlo y contenerlo.

Hay un segundo estadio del Tao, que es su forma de actuar en el mundo. Es decir, habría una diferencia entre el Tao en sí y su manera de estar presente, y –según Ferrero- “representan respectivamente el aspecto interno, trascendente e inefable y el aspecto externo, inmanente y activo”, un poco “como el sol y sus rayos” (205). El Tao es el responsable de la armonía que reina en el mundo y, como anota Suárez-Girard, esa virtud del curso “consiste en hacer que todo nazca, progrese y regrese de modo ordenado y coherente, que las fases (el día, la noche, las cuatro estaciones, etc.) transcurran con armonía y todo ello se produzca natural y espontáneamente, por sí mismo” (25).

Un pasaje del texto que reflexiona sobre la relación entre ambos: ** 

Treinta rayos convergen en el centro de una rueda / pero el vacío en el medio hace marchar el carro.
Con arcilla se moldea un recipiente, / pero se le utiliza por su vacío.
Se hacen puertas y ventanas en la casa / es el vacío el que permite habitarla.
Por eso, del ser provienen las cosas / y del no-ser su utilidad. (XI)

¿Cómo procede el Tao?

Pero el Tao tiene una manera de proceder muy particular, basada en los principios de yin y yang. Estos dos, “más que contrarios, son fases diversas, pero complementarias en un mismo movimiento pendular cósmico”, según Elorduy (50). Más aún, cada uno de ellos se deriva de su opuesto y por lo mismo no podría existir sin el otro. O como lo dice el texto:

Ser y no-ser se engendran uno a otro.
Lo difícil y lo fácil mutuamente se integran.
Ancho y angosto se forjan uno a otro.
Alto y bajo se corresponden uno a otro.
Voz y tono se armonizan uno a otro (II)

El resultado de la interrelación y combinación de los dos (no de la lucha) es la armonía. En cambio, justamente cuando ocurre un desequilibrio entre ambos se produce un quiebre en esa armonía. Pero esa acción no podría venir del Tao, sino de una fuerza que actúa en contra del movimiento de éste.

Precisamente, debido a esa complementariedad del yin y el yang, existe una relación muy estrecha en las acciones que tienen lugar. Cada una que se realiza tiene como natural consecuencia una reacción, que está íntimamente ligada a la primera. No se trata de causas y efectos, sino de una especie de respuesta que corresponde de forma natural a la original y que sólo al ocurrir ambas mantienen la armonía en el mundo. O, utilizando una imagen, sería el regreso del péndulo, que en vez de constituir una segunda parte supone completar un movimiento entero.

Conocer, entonces, esa naturaleza del funcionamiento de la acción permite proceder de modo más efectivo, como lo muestran las imágenes del gusano que se dobla para extenderse en el I Ching o del ejército que retrocede un pie en vez de avanzar una pulgada en el Tao te ching. No se trata de hacer justo lo contrario, sino de entender que integran la misma acción. He ahí el sentido de los consejos de Lao Tse:

Si quieres que algo se contraiga, / antes tienes que dejar que se expanda.
Si quieres que algo se debilite, / antes necesitas hacerlo fuerte.
Si quieres que algo caiga hacia abajo / es menester que lo levantes en alto.
Si quieres despojar a alguien de algo, / antes tienes que enriquecerlo. (XXXVI)

Las criaturas que habitan el mundo forman parte de esa armonía creada y mantenida por el Tao y deben, por lo tanto, proceder en consonancia con él para no romperla. Y para imitar la manera de actuar del Tao, es necesario entenderla antes. Por esta razón, explica Suárez-Girard, se debe “captar el modo en que actúa el curso, el modo en que ordena el universo de forma armónica, y en segundo lugar, de no ponerle trabas actuando de forma contraria, imponiendo la intención o los deseos de uno” (22). Y así, unirse con el Tao.

Notas
*.  Debido a la multitud de leyendas que existen y a las dificultades de transcripción del chino, su nombre varía según la fuente: Lao Zi, Lao Tzé, Lao Tzu, Lao Dan… Algo similar sucede con el título del libro, que cambia según la traducción y, con frecuencia, la interpretación: Tao te king, Dao de jing, Libro del curso y la virtud, El libro canónico de las virtudes…
 **. 
Todas las citas del Libro del Tao provienen de la traducción de Onorio Ferrero. El numeral corresponde al capítulo del fragmento. Hay que señalar que en el pensamiento taoísta y en la cultura china el vacío no tiene el valor de la nada.

Bibliografía
– Lao Tsé. Tao te ching. Edición y traducción de Carmelo Elorduy. Barcelona: Orbis, 1983 (1977).
– Lao Tzu. Tao te ching: edición bilingüe. Edición y traducción de Onorio Ferrero. Barcelona: Azul, 1999.
– Lao Zi. Tao te king: libro del curso y de la virtud. Edición y traducción de Anne-Hélène Suárez Girard. Prólogo de François Jullien. Barcelona: Siruela, 2003 (1998).

La segunda parte de este reportaje puede leerse acá.

[Fotografía cortesía de
Kyle Pierce]