Sinología: Relaciones comerciales entre China y Latinoamérica: Un matrimonio de conveniencia

In by Andrea Pira

En la sinología de esta semana les traemos un ensayo sobre las relaciones comerciales entre China y América Latina, escrito por el sinólogo español Juan Carlos Triviño Salazar, investigador para el Programa de América Latina de la Fundación CIBOD. El texto -publicado por el Centro Argentino de Estudios Internacionales- se inscribe en una mirada histórica de algunos acontecimientos políticos de los últimos 40 años y sus implicaciones económicas, bajo la dinámica de las relaciones sur-sur. 
Introducción

El fracaso del proceso de Industrialización por Substitución de las Importaciones (ISI) representó para Latinoamérica la pérdida de una oportunidad de alejarse de la doctrina Monroe y la dependencia de la región del coloso del norte Estados Unidos (EEUU). Este fracaso significó el endeudamiento que luego trajo la famosa Crisis de Deuda de 1983 y que puso a toda la región frente a una situación de atraso y subdesarrollo que la dejó a expensas de las instituciones financieras internacionales (IFIs) que con sus terapias de choque consiguieron que la región diera un giro de 180 grados hacia la apertura y liberalización de sus economías (McPherson, 2006). El crecimiento económico que la región vivió durante los noventa con su alto costo social, trajo el descrédito del modelo que las IFIs y los EEUU habían promovido. Paralelamente a esto, el crecimiento económico de China, la candidata favorita a ser la contendiente de los EEUU, y su apetito desmesurado por materias primas que alimentasen su colosal población y economía hizo de Latinoamérica un destino interesante para invertir y obtener todo aquello que el gigante Asiático necesitaba. Una serie de factores se unieron para que Latinoamérica diera la bienvenida al que consideraban podía ser la novia perfecta en una unión que les permitiese olvidarse o depender menos de los EEUU.

El presente trabajo busca dar respuesta a la observación hecha por algunos autores seleccionados (Malamud 2007, Devlin 2007, Xinsheng 2006, Moreira 2008) de que si para bien o para mal las interacciones entre China y América Latina representan el surgimiento de un nuevo y duradero eje Sur-Sur tomando en consideración los Pros y Contras de esta relación.

Características de las relaciones Sino-Latinoamericanas

Si hay algo que le ha dado un color a las relaciones entre China y Latinoamérica en los últimos años ha sido la practicidad con que estas han sido manejadas. Siguiendo una lógica de socios comerciales donde cada quien se preocupa por sus propios asuntos, China y los países latinoamericanos han explotado el deseo mutuo por conocerse más y ser más interdependientes en sus relaciones comerciales. Aunque políticamente ha habido algunos acercamientos por la cuestión Taiwanesa, las relaciones entre estas dos partes del mundo han sido totalmente matizadas por las complementariedades mutuas en el comercio que ambos ofrecen (Malamud, 2007).

Tal y como se indicaba en esta introducción ha habido dos factores fundamentales en el desarrollo de estas relaciones desde el lado latinoamericano: la historia y la necesidad.

La fuerte influencia de los EEUU en la región desde el siglo 19, su omnipresencia e intromisión en asuntos concernientes a la soberanía latinoamericana y el sentimiento constante de ser el patrio trasero de este país trajo un deseo por desligarse de la influencia de esta nación (Smith, 2005) . La respuesta a esto fue el lanzamiento de la escuela Cepalista, la ISI, el seguimiento de las teorías estructuralistas entre ellas la de dependencia de corte neomarxista para así romper el eje centro-periferia (Saad-Filho, 2005:131). Para grandes males, estos intentos desarrollistas terminaron en fracasos descomunales como fue la crisis de deuda de 1983 que acrecentó la influencia de los EEUU y su séquito de IFIs.

El fracaso del modelo propuesto por esta nación como consecuencia de la crisis de deuda, creó la oportunidad para que subieran al poder gobiernos de corte izquierdista que aspiraran a cambiar el paradigma de desarrollo que el coloso del norte ofrecía. Aunque lo anterior no es la única razón que ayudó al desarrollo de las relaciones comerciales entre China y Latinoamérica, la coyuntura de una China en ascenso que posó sus ojos sobre la región, dio la oportunidad para varias naciones de la región de comenzar a enfocarse en una agenda donde se abrieran mercados a sus productos en China y se abrieran sus mercados a productos chinos (Xinsheng, 2006). De seguir esta tendencia la tradicional dependencia de la región con EEUU e incluso la Unión Europea podría a largo plazo ser disminuida y las relaciones comerciales diversificadas cumpliéndose un objetivo dicho por los dependentistas de los sesenta y romper así el círculo centro-periferia (Saad-Filho, 2005:131).

Por el lado de la necesidad, tenemos que la mayor demanda de China por materias primas que permitiesen consolidar sus industrias exportadoras y su posición vital en la economía mundial, y la necesidad urgente de alimentar una población con un mayor poder adquisitivo llevó a China a explorar nuevos mercados contribuyendo al aumento de los precios de estas materias de las cuales Latinoamérica ha sido un exportador tradicional (Reiss, 2001). Esta necesidad del lado Chino por buscar proveedores y el deseo de las naciones latinoamericanas de encontrar más compradores a sus productos que estaban experimentando una subida en sus precios internacionales creó las condiciones para un fortalecimiento en las relaciones comerciales entre ambos. Aunque aún el comercio entre estas dos regiones del mundo sigue siendo incipiente del lado Chino (Moreira, 2007), su crecimiento espectacular en esta década ha llevado a una serie de predicciones sobre el rol que la nación Asiática jugará vis a vis los EEUU en Latinoamérica.

Desde la perspectiva China el desarrollo de unas relaciones más fuertes con Latinoamérica está influenciado por la búsqueda de oportunidad y la necesidad de desligarse de las exigencias y críticas en democracia y derechos humanos que algunos países desarrollados le han hecho. Esta búsqueda de oportunidad le ha hecho concentrarse en regiones que por mucho tiempo han sido maltratadas bien sea por su escasa prioridad para las potencias como por su sobreexplotación de recursos y empobrecimiento basado en relaciones asimétricas de poder con estas mismas potencias. El caso de África y su creciente relación con China es testigo de esta situación. Asimismo la cuestión Taiwanesa ha empujado a China continental a usar una diplomacia de chequera donde ha canjeado inversiones en países latinoamericanos a cambio de reconocimiento, tal y como lo hizo en algún momento su contraparte “rebelde” Taiwán (Reiss, 2001:3).

Algo que vale la pena repetir es la lógica de practicidad de las relaciones diplomáticas de China con otros países: los principios de convivencia pacífica entre estados donde el respeto a la soberanía y los asuntos internos de un país es indispensable ha sido guía de las aventuras comerciales de este país por el mundo (Xinsheng, 2006). Esto le ha llevado a China a explorar otros países del mundo con quien hacer intercambios económicos sin una óptica occidental de represalias por la no aplicación de convenciones sobre derechos humanos o democracia.

Cabe recordar que los sucesos de Tiananmen en 1989 en plena consolidación del nuevo modelo chino de comunismo en medio del capitalismo le llevaron a un aislamiento temporal por parte de las potencias occidentales quienes condenaron los abusos y las violaciones a los DDHH cometidos por este país en contra de los manifestantes de dicho acontecimiento (Reiss, 2001:3). Esto trajo consecuencias en la forma en que China hacía negocios con el resto del mundo, ya que le hizo ver que sus objetivos económicos no podían estar emplazados en sólo un grupo de naciones, en este caso las naciones occidentales del primer mundo, sino por el contrario debía buscar en otras latitudes mercados para vender sus productos. Asimismo la actitud no-confrontacional por parte de los países latinoamericanos ante la masacre de Tiananmen llevó a China a ver en esa región un socio potencial ante su necesidad de abrir nuevos mercados (Reiss, 2001:11).

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