Nepal: La desesperación se convierte en ira

In Uncategorized by Andrea Pira

Algunos días después de que el pánico invadiera a los ciudadanos y mientras continúan las excavaciones en los distritos de Lamjung y Gorkha, la zona más afectada por el terremoto en Nepal, que tuvo una magnitud 7,9, las últimas cifra de muertos han llegado a seis mil. El presupuesto provisional, explicó a la prensa el primer ministro Sushil Koirala, prevé una cifra final de alrededor de diez mil. Tomará tiempo, así sea solamente para anunciar, a cuenta gotas, la destrucción de las zonas más remotas del país, como los pueblos e incluso aldeas que quedaron totalmente transformados en montones de escombros. Los análisis iniciales indican que en la mañana del terremoto, afortunadamente gran parte de la población se encontraba al aire libre: muchas escuelas se encontraban cerradas y los agricultores – según las estadísticas, tres de cada cuatro trabajadores en Nepal- todavía se encontraban en el campo, por lo que el colapso de las estructuras esbeltas en Nepal, especialmente en las zonas rurales, no sorprendió a sus habitantes bajo un techo.

Buenas noticias en medio de la frustración que muchos sintieron cuando sus casas se convirtieron en tiendas de campaña en la calle, escases de agua y comida; la ayuda humanitaria literalmente atasca el aeropuerto de Katmandú. La asistencia parece sincronizada y tanto las agencias como las cargas se ven obligadas a esperar hasta el final de las operaciones de los vuelos para descargar en el suelo nepalés.

La falta de preparación de Nepal al terremoto – escases de comida y la arquitectura antisísmica exclusiva para la esfera privada que adquiere un carácter de lujo – ha generado una recepción y una programación en la asistencia internacional, en medio de una maquina estatal joven e ineficiente y con frecuencia débil.

Así que cuando primer ministro Sushil Koirala visitó uno de los primeros campamentos de socorro equipados en Katmandú, los ciudadanos expresaron su ira contra un Estado, no sólo acusándolo de no auxiliar a las víctimas del terremoto, sino de ni siquiera ser capaz de gestionar la ayuda de otros.

Sin embargo, aún sin un plan claramente definido para la distribución de las ayuda, ayer comenzaron las primeras peleas para recibir comida y agua, sofocado por la intervención de las fuerzas de seguridad en Nepal.

Al mismo tiempo, mientras que la frustración se convirtió primero en rabia y después pánico, miles de sobrevivientes que quedaron a la intemperie en Katmandú, decidieron dejar en masa la capital, en donde ni la comida o el agua están. Según un oficial de policía entrevistado por el periódico The Guardian, más de trecientos mil domiciliados en Katmandú abandonaron la ciudad en autobuses atiborrados: uno de cada diez.

La mayoría de las aeronaves extranjeras que han llegado a Nepal para operaciones de rescate en el momento, que deberá repatriar a sus compatriotas, se apoyan principalmente en el aeropuerto de Nueva Delhi.

En cuanto a los nepaleses estancados lejos de los principales centros de población, es evidente la eficacia y los esfuerzos de la ayuda internacional hasta el momento. Ciertamente, nada es comparable con el esfuerzo del equipo y del personal – ya en el lugar – que se encuentra en el Everest, el cual intenta rescatar a los escaladores atrapados en las paredes de la cumbre más alta del mundo, la cordillera del Himalaya.

Los supervivientes de las aldeas,  días después del terremoto, siguen esperando que alguien los recuerda y los ayude a ellos también.

[Escrito para el cartel; Crédito de la foto: theguardian.co.uk]

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