Chile fue el primer país del mundo en reconocer a China como miembro de la Organización Mundial de Comercio y como economía de mercado. También fue el primero en firmar un tratado de libre comercio con el gigante asiático. Hoy los resultados económicos avalan el proyecto diplomático chileno. Desde que entró en vigencia el TLC en 2006, el intercambio entre los dos países ha alcanzado los US $30.000 millones anuales y China se ha convertido en el primer socio comercial de Chile, tanto en volumen como en monto. China Files entrevistó en Pekín al ex presidente y senador chileno Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000) sobre los grandes logros del TLC entre China y Chile, sobre el modelo que ha seguido Chile en sus relaciones con China y sobre lo que los otros países latinoamericanos pueden aprender de la experiencia chilena.
Gran parte del comercio exterior de Chile está hoy en China y en Asia Pacífico. ¿Cómo ha sido el proceso para conseguirlo?
Hace prácticamente unos 20 años Chile comenzó una ofensiva fuerte en Asia Pacífico. A mí como presidente me tocó liderar el ingreso de Chile al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) e iniciar los tratados de libre comercio con la mayoría de naciones de esta área.
Este trabajo, que en un principio fue poco entendido en nuestro país, ha alcanzado un desarrollo espectacular. Cuando partimos el intercambio no llegaba a los 200 o 300 millones de dólares. Hoy más del 50 % de todo el comercio exterior de Chile se encuentra en Asia Pacífico y hace más de dos años que China pasó a ser el primer socio comercial de Chile. Este año esperamos un intercambio que supera los US $35.000 millones, lo que significa que duplicamos la relación comercial que tenemos con Estados Unidos y superamos por mucho la relación que tenemos con los países europeos, de forma individual muy lejos e incluso como comunidad.
¿Por qué optar por un TLC para impulsar los intercambios económicos con China?
Una economía como la de Chile, que es un país de 17 millones de habitantes, no tiene ninguna posibilidad de entenderse con una nación de 1.350 millones de habitantes como China si no es a través de un TLC. Las naciones grandes tienen su peso específico en los mercados. ¿Cómo se defienden los países más pequeños? A través de los acuerdos: es fundamental que haya respeto, sustentabilidad, equilibrio y certeza jurídica. Esto se logra a través de los TLC. No tenemos otra defensa.
Por esta razón, Chile ha impulsado tratados no sólo con China, sino con Estados Unidos, con la Unión Europea y con más de 56 países en todo el mundo. Esto ha permitido que Chile tenga hoy una situación absolutamente distinta a la que tenía antiguamente. El comercio exterior representa hoy entre el 40 y 50 por ciento del PIB. Es decir, casi US $125.000 millones de un PIB de US $250.000 millones.
El trabajo y el crecimiento de Chile dependen de las relaciones internacionales. Los acuerdos son tremendamente importantes, porque dan tranquilidad y estabilidad jurídica para el desarrollo de los países pequeños como el nuestro.
Seis años después de que entrara en vigencia, ¿cómo ve usted el impacto en Chile del TLC con China? ¿Cuáles han sido para usted los grandes logros y los desafíos para el futuro?
El primer logro es que China es el primer socio comercial de Chile, duplicando casi a Estados Unidos. Este año se esperan exportaciones de Chile en el orden de los US $20.000 millones e importaciones en torno a los US $14.000 millones.
Ahora hay que pasar del intercambio comercial, que es muy importante y que va a seguir creciendo, a una relación bilateral de mucha mayor riqueza. A partir de la firma del TLC en 2005, hemos aumentado nuestros acuerdos en materia de servicios y conectividad aérea. Atraer inversiones es el próximo paso. También tenemos que trabajar sectores como cultura, educación, ciencia y tecnología, para diversificar nuestra matriz exportadora y ayudar a Chile a convertirse en un país desarrollado.
El marco legal y jurídico ya existe. Tiene que ser ahora la sociedad civil, a través de sus empresas, sus universidades, sus instituciones culturales y de las inversiones conjuntas, la que se encargue de desarrollarlo aún más. Desde que entró en vigencia el TLC de Chile y China en 2006, el comercio entre los dos países ha crecido a un 30 % anual.
El cobre y sus derivados, que siempre han sido el producto estrella de esta relación, pasaron a representar del 78 al 55 por ciento de las exportaciones. ¿Hay que seguir diversificando?
Sí, esa la gran tarea que tenemos hacia el futuro. La diferencia que hay entre las importaciones y las exportaciones de China es muy deficitaria para China. Ellos exportan a Chile 12.000 millones de dólares y nosotros cerca de 18.000 millones, pero nosotros casi todo en materias primas y ellos en productos elaborados. Nosotros queremos ser un país desarrollado e industrializado para 2020, por lo que tenemos que exportar más productos con valor agregado y diversificar aún más nuestra canasta exportadora.
El desarrollo de China conlleva necesariamente una llegada de grandes masas de zonas rurales hacia las ciudades, que van a demandar mayor cantidad de servicios y de alimentos. Chile puede ser un exportador de alimentos en sectores muy específicos. No vamos a ser competidores por volumen, pero sí por calidad de producto.
El monto de las inversiones chinas en Chile es paradójicamente muy bajo e incluso inferior al de las chilenas en China. ¿Cómo hacer para impulsar esas inversiones y en qué sectores?
Tenemos que superar la etapa en que la relación dependen solamente del comercio exterior. Queremos que nuestras empresas sean capaces de buscar joint ventures para hacer inversiones conjuntas, como lo está haciendo Chile en otros países latinoamericanos. Por eso el tratado de promoción y protección de inversiones, que es fundamental, es el próximo paso.
Creo que los chinos van a estar muy interesados en el desarrollo del sector minero, que es la mayor potencialidad de Chile, pero también en otros como el agrícola y el industrial.
¿Qué desafíos tiene el TLC hacia adelante?
Se van cumpliendo las etapas. Primero viene un acuerdo gobierno a gobierno, luego los acuerdos parlamentarios. Después vienen los acuerdos entre las empresas y luego los acuerdos a nivel de regional o de provincias. Justo ahora firmaremos en Chengdu un acuerdo de hermanamiento con la provincia de Osorno, en la región de los Lagos, que es una gran zona productora de leche y carne. Así se van traspasando a la comunidad nacional los beneficios de estos acuerdos.
Ahora hay que tener la voluntad -a nivel de gobierno, de las instituciones, de las empresas y de la sociedad civil- para desarrollar todas sus posibilidades.
Usted preside el Comité Chileno Chino en el Parlamento Nacional. ¿Por qué la necesidad de tener un grupo de personas que reflexionan, dentro del legislativo, sobre la relación con China? ¿Es una iniciativa que otros países latinoamericanos podríamos aprenderle a China?
Normalmente este tipo de acuerdos parten de nivel de gobierno a gobierno. Pero eso no es suficiente, esto tiene que traspasarse a todas las instituciones del país. Desde que yo era presidente veníamos a China y a Asia con parlamentarios, dirigentes, empresarios, rectores de universidades. La sociedad civil y el país siempre han estado representados.
Dentro de esta visión, en 2005 logramos un acuerdo entre el Parlamento chileno y la Asamblea Popular para intensificar nuestras relaciones y para ser un canal de facilitador de la relación entre los países. Es una labor tremendamente importante, porque cuando estos acuerdos tienen que cumplir la tarea legislativa ya los hemos socializado. Estos siete años de reuniones anuales entre los dos órganos legislativos han sido muy significativos.
¿Cree que es viable sentarse como región a discutir temas específicos para aprovechar mejor unas posibles relaciones con China?
No lo veo así. Esta es una larga discusión que viene desde los años noventa. Cuando comenzamos las conversaciones para un acuerdo con la Unión Europea, nos dijeron que debía hacerse con Mercosur. Finalmente los convencimos de que firmaran con Chile. Con Mercosur todavía no firman y ya han pasado 20 años desde ese debate.
Llega un momento en que si no hay acuerdos globales, tiene que haberlos bilaterales. Así como no veo a América Latina buscando un acuerdo con Estados Unidos y con la Unión Europea, tampoco la veo buscando un acuerdo con China o con Asia Pacífico. El sistema de acuerdos bilaterales ha resultado útil y conveniente para Chile.
¿Qué lecciones pueden tomar los otros países latinoamericanos del caso chileno?
Más que lecciones, lo que Chile tiene es una larga historia de relaciones. Tiene 42 años de relaciones diplomáticas con China. Fuimos los primeros en reconocer el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio, los primeros en reconocerle como economía de mercado y los primeros en firmar un tratado de libre comercio con China.
Ese esfuerzo común ha tenido sus resultados y hoy día tiene un desafío mayor. Debemos pasar del intercambio comercial, que es muy importante y que va a seguir creciendo, a una relación bilateral de mucha mayor riqueza en todo nivel. Eso es en lo que tenemos que trabajar ahora.
Entrevista publicada en Portafolio (Colombia)