Fernando Botero jamás ha puesto un pie en China y en ninguno de sus museos se han mostrado sus obras. Sus esculturas, que de forma permanente se hallan en parques, avenidas y museos de 26 países, y sus pinturas, que han atraído la curiosidad del público en cinco continentes, son prácticamente desconocidas en el país más influyente de Asia.
El 20 de noviembre, el Maestro inaugura su primera muestra individual en el Museo Nacional de China, un edificio a uno de los cuatro costados de la Plaza Tiananmen, con cinco veces más área de suelo que el National Gallery de Londres. Será una retrospectiva de 96 pinturas y dibujos de su colección personal. La exposición estará 45 días y en enero se trasladará al Museo de Arte de China, en Shanghai, donde se le sumarán 10 esculturas monumentales, 10 de mediano formato, y 40 pinturas y dibujos más.
El anuncio de la primera exposición de Botero en una potencia mundial parece una noticia anacrónica, de las décadas 70 u 80, cuando comenzaba a hacerse un nombre en el extranjero. Desde hace casi cuarenta años los observadores colombianos, y él mismo, nos hemos acostumbrado a su consagración internacional.
"Es una experiencia extraña volver a enfrentarse a un público que en su mayoría no conoce mi obra", dijo Fernando Botero desde su taller en Mónaco. "Pero la verdad, eso también me tiene muy contento y emocionado, porque de alguna manera significa volver a los inicios, a la sensación de estar mostrando algo al mundo por primera vez, de estar descubriendo algo que se gestó en mi interior y que necesita manifestarse por el deseo de sorprender, complacer y alegrar al público al que me enfrento".
Y el público chino es bastante numeroso. El Museo Nacional de China recibe 7 millones de visitas anuales, según Janet Fong, una de las curadoras de la exposición. Sería el segundo museo más visitado del mundo, pues el Louvre recibe al año 9’720.000, y el British Museum, 6’695.000. Fong prevé que durante los días de la exposición haya un 20% más de visitas, pues los "gordos" de Botero -apelativo que el Maestro ha insistido durante entrevistas en reemplazar por la descripción menos pegajosa, si bien más precisa, de "formas volumétricas"-, tocarían las fibras del gusto chino.
"Tiene un estilo de pintura que es muy fácil de entender, que es muy amigable para la audiencia", dijo Fong. "Les serán muy atractivos los gordos, pues todo el mundo sabe lo especial que es la forma para el caso de las obras del Maestro Botero".
"La audiencia china está particularmente interesada por el arte figurativo, a causa de la larga tradición e historia de este tipo de arte en nuestra cultura", dijo Yin Peng, director para las Américas del China Arts and Entertainment Group, una empresa del Ministerio de Cultura de China que se encarga de llevar obras extranjeras a China, y arte chino al extranjero. Peng es codirector de la exposición "Botero en China".
Exponer en un museo de China requiere una labor titánica de gestiones burocráticas. Dos hechos lo ponen en evidencia: primero, Fernando Botero es el primer artista extranjero vivo en hacer una exposición individual en el Museo Nacional de China; segundo, Botero lleva más de una década tratando de exponer sus obras en ese país.
El Museo Nacional es un santuario para la exaltación de la memoria colectiva comunista china y su versión de la historia. Abrió sus puertas en el 2003, luego de fundir en un único edificio al Museo de la Revolución China y al Museo Nacional de Historia China, que operaban desde 1959. Su ubicación en la Plaza Tiananmen, al costado oriental del mausoleo de Mao Zedong -donde todavía hoy se exhibe su cadáver embalsamado-, y del Gran Salón del Pueblo, la sede de la rama legislativa china, la sitúan en el corazón mismo de la identidad oficial.
En sus salas se exhiben objetos icónicos para el imaginario de la República Popular China: la bandera que izó Mao cuando proclamó el nuevo Estado, luego del triunfo de la revolución en 1949; una gorra que el Camarada solía llevar en 1936, cuando el Ejército Rojo se ocultaba en Bao’an; o el primer sello utilizado por su gobierno para aprobar edictos y leyes -es decir, el Santo Grial de la burocracia-.
Otros objetos aluden a los hitos de la nueva China: el martillo de madera con el que se dio el golpe que aprobó la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio, y la pluma con la que se firmó el acuerdo con el Comité Olímpico, para que los Juegos del 2008 se hicieran en Beijing. Es un santuario de la memoria colectiva del Partido.
Pero China es un país de contradicciones. En el 2011, justo cuando el museo había reabierto sus puertas, tras una renovación que duró cuatro años, se desató una controversia porque realizó la exposición "Louis Vuitton: Viajes", en alianza con una de las marcas de lujo más famosas y codiciadas del mundo. La muestra, que representaba la fuerte relación entre la marca y la actividad de viajar, hacía un énfasis comercial en sus bolsos y maletas. Fue un éxito arrollador en la China del comunismo consumista.
Durante el último año en el museo se han organizado muestras de artistas rusos del siglo XIX, del renacimiento italiano, de cinco siglos de arte polaco, una retrospectiva de Auguste Rodin, y una exposición de objetos históricos de la cultura maya; pero Fernando Botero hará historia al ser el primer artista extranjero que inaugura su propia exposición en el museo más emblemático del país.
"Se considera que el Maestro Fernando Botero es uno de los artistas vivos más reconocidos del mundo", dijo Yin Peng, al explicar porqué el Museo Nacional y el Ministerio de Cultura decidieron concederle este privilegio. "Los temas de sus obras siempre se enfocan en la ‘realidad colombiana’. Es un artista perceptivo, representa a la cultura latinoamericana".
Tras bambalinas, esta exposición es el resultado de más de 20 años de insistencia por parte de representantes, gobiernos, galerías y comercializadores de arte, que han querido ser los pioneros en izar la bandera: "Botero en China". El primer proyecto que se planteó fue en 1992, cuando el artista Xing Xiaosheng, amigo personal de Botero desde los años 80, y que escribió el primer libro sobre él que fue publicado en China, sugirió exponer sus esculturas en la Plaza Tiananmen. Sin embargo, las secuelas políticas de la masacre de 1989 hacía impensable que el gobierno chino aprobara una exposición de este tipo. Desde entonces los intentos han sido muchísimos, con y sin el conocimiento del Maestro.
Fue finalmente de la mano de JCR Consultores, una empresa que gestiona proyectos latinoamericanos en China, y viceversa, que se concreto la aprobación del Ministerio de Cultura de China. "Cuando no vives en China hay muchos problemas de comunicaciones y dificultades políticas", dijo Juan Camilo Montana, uno de sus socios fundadores y quien lidera las iniciativas artísticas de JCR. "Yo comencé a tener reuniones permanentes en China con funcionarios del ministerio. Llegar a la gente que toma una decisión es complejo y todo depende de las relaciones, o del guangxi, como se dice en China".
En junio se recibió la carta de aprobación por parte del Ministerio de Cultura, y comenzó el proceso de selección de obras y curaduría. Los temas serán la vida latinoamericana, las versiones que ha hecho sobre pinturas de grandes maestros, las corridas de toros, el circo, las naturalezas muertas y los dibujos en gran formato. Janet Fong y Shanna Sun, las curadoras, han decidido organizar estas muestras en forma de jardín tradicional chino.
"El principal criterio con el que yo escogí las obras para esta exposición fue el de dar el atisbo más amplio posible de mi obra, a un público que jamás ha estado en contacto con ella", dijo Botero.
Desde un principio se tomó la decisión de no incluir pinturas que podrían ser políticamente sensibles en China, particularmente las que tienen que ver con la religión. Será quizás la exposición más importante para Fernando Botero en esta última etapa de su larga y fructífera carrera: "La consagración de mi carrera artística en China es algo que me tiene muy contento. Estoy muy feliz de que mis obras se vayan a mostrar allá y yo vaya a poder acompañarlas".
Artículo producido para la Revista Arcadia
[Crédito foto: Revista Arcadia]
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