El término #RezaPorKunming se convirtió en tendencia en el microblog chino Weibo desde el primero de marzo cuando un grupo de personas vestidas de negro y armadas con cuchillos y machetes agredió indiscriminadamente a la población civil en la estación de tren de esta ciudad. En tan solo doce minutos, asesinaron a 29 personas e hirieron a más de 140. El saldo total de víctimas fatales hasta la fecha es de 33 muertos.
“Vi cómo apuñalaban a un agente de la Policía con mis propios ojos”, publicó un usuario en Weibo. Otro sobreviviente, que protegió a dos niños de los atacantes, dijo: “los chicos vieron las muertes de cerca y están al borde de una crisis nerviosa”. Entre las múltiples reacciones de indignación, tristeza y rechazo, la pregunta de la mayor parte de internautas es ¿qué suscitó el brutal ataque y por qué Kunming?
“Fue un acto terrorista violento, organizado y premeditado”, es la respuesta oficial de las autoridades chinas, que acusan del suceso a las fuerzas separatistas de Xinjiang, una provincia de mayoría musulmán, de la etnia uigur, al occidente del país. La aseveración se basa en “evidencia dejada en la escena del crimen” según reportes de la policía y publicados en la agencia oficial Xinhua. Las fuerza pública dio de baja a cuatro atacantes y capturó a otro (una mujer). Los demás huyeron del lugar.
El incidente es ya considerado como uno de los más violentos registrados en la historia china. Pero no es la primera vez que surgen choques con esta minoría. En tan solo 2012 surgieron más de 190 actos violentos en Xinjiang, y usualmente se deben a las tensiones étnicas entre Uigures y Han, que aunque los últimos son minoría en esta provincia, constituyen más del 90 por ciento de la población total china.
Normalmente los conflictos quedaban confinados a la provincia musulmana. Pero cada vez más inician a registrarse afuera de la zona. Kunming está a 2.400 kilómetros de Xinjiang y no es considerada como una ciudad clave en términos políticos ni económicos. De hecho, no es predominante Han sino que agrupa a varias etnias minoritarias. Aún no hay indicios de las razones del por qué la locación.
Esta época del año es una de alta seguridad, pues es cuando el congreso chino tiene su reunión anual en Pekín, uno de los encuentros políticos más importantes del país. El hecho recuerda otro acto violento ocurrido en Beijing en octubre pasado, justo antes de la Tercera Plenaria del Partido Comunista, la segunda reunión política de China. Un auto chocó intencionalmente en la plaza de Tiananmen en la capital, exactamente debajo del retrato de Mao Zedong, y a su paso dejó cinco muertos (incluidos los pasajeros del carro) y 40 heridos.
En ese momento, las autoridades identificaron al conductor, que iba con su madre y su esposa, como un Uigur. La Policía reportó que encontró armas blancas, barras de hierro y banderas con consignas religiosas dentro del vehículo, y acusó al grupo extremista Movimiento Islámico de Turkestán por ese incidente particular.
Así como ocurrió esta vez, el jefe de seguridad de China, Meng Jianzhu, afirmó que el incidente en la capital había sido “un acto terrorista premeditado”.
“La motivación detrás del ataque es crear terror y ampliar la brecha entre las etnias para alcanzar la secesión”, explicó a China Files Xu Jianying, investigador de Historia Moderna del Territorio Chino en la Academia China de Ciencias Sociales. Desde hace años los Uigures buscan mayor autonomía, y los más radicales quieren recuperar el estado de Turkestán Oriental, que a lo largo de la historia tuvo periodos de independencia, pero que Beijing reclamó en 1949 y denominó Xinjiang. Los Uigur, que no hablan mandarín ni se identifican con el confucianismo u otras características más propias de los Han, sienten que bajo el dominio de Beijing su libertad religiosa y el desarrollo de sus prácticas culturales está restringida.
Pero las tensiones no son solo étnicas o religiosas. La provincia es una de las zonas menos desarrolladas del país y más abandonadas por el gobierno central, que invierte la mayor parte de sus esfuerzos y recursos en las provincias industrializadas al oriente. “El desarrollo económico no ha sido equitativo, así que aspectos como el desempleo crean muchas asperezas sociales”, detalló Xu.
Xu insiste que “la gente común distingue claramente entre los terroristas y los demás compatriotas de etnia Uigur”. Sin embargo, en la práctica, el que los ataques estén llegando a otras zonas del país atemoriza a muchos chinos Han. Esto se convierte en un círculo vicioso, pues agudiza la percepción negativa hacia los Uigures, que a su vez resienten más a la mayoría Han.
“La matanza hace que mi prejuicio contra los Uigures se intensifique”, confesó un usuario en Weibo. Sin embargo, son más las voces que alientan a no demonizar a la totalidad de la población. “Ojalá no resultemos odiando a una etnia o a una religión entera”, escribió otro usuario en un intento por alivianar los ánimos en la polarizada red social.
Por eso, Xu cree que tratar de negociar con los extremistas del Movimiento Islámico de Turkestán es tanto inviable como contraproducente. “La agenda del grupo es caótica, no tiene un mensaje claro y no hay una cabeza visible con la que se pueda tratar”, afirmó el académico. Así, la manera de, si no resolver el problema, por lo menos empezar a trabajar conjuntamente hacia un futuro más armonioso, es instaurar políticas que promuevan el desarrollo de la región.
Para ello el gobierno ha creado planes de estímulo que fortalecen la región. Por ejemplo, algunas de las provincias más ricas de China destinan parte de su producto interno bruto para el desarrollo de Xinjiang. También, grandes empresas promueven el traslado de talento humano a la zona y consiguen voluntarios para que vayan a la provincia y lideren proyectos de infraestructura que generan empleo. “El gobierno debe continuar aplicando estas políticas para mejorar la situación en la zona”, agregó el académico.
Pero muchas de estas acciones, lideradas por la mayoría Han, son vistas con recelo en la provincia, que las ven como una forma más de dominación y conquista. Desde Xinjiang han surgido voces que han declarado su rechazo contra el atentado, pero entienden las motivaciones detrás del mismo. “Nos oponemos a cualquier acto de violencia, pero si este acto realmente es obra de Uigures, solo puedo decir que es un acto de desesperación”, escribió Dilxat Rexit, un activista que lucha por la autodeterminación del pueblo Uigur.
[Artículo producido para El Tiempo]
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