Yunnan: las mil caras del dragón en un solo viaje

In by Andrea Pira

Ninguna otra provincia es capaz de concentrar la diversidad de Yunnan. Desde densos bosques tropicales hasta alta montaña. Y encima, aquí habitan 26 de las 55 minorías étnicas de China. Quien busque ver, trepar y sorprenderse mucho tiene que comenzar por esta provincia.
Vista por arriba, la provincia de Yunnan dibuja un mosaico de una variedad espectacular: desde la alta montaña del norte, en la frontera con el Tíbet, hasta las frondosas selvas del sur, región que comparte las peculiaridades de los países del sudeste asiático. En el interior, además, valles, colinas, lagos y arrozales crean una asombrosa paleta de azules, grises y blancos; verdes vivos y deslavados, y todas las tonalidades ocres. Ningún otro lugar disfruta en China de la diversidad de la provincia de Yunnan.

En lo que toca a la gente, el atractivo es todavía mayor. A la seducción natural se une el panorama étnico y cultural más heterogéneo del país. China cuenta con un total de 55 minorías étnicas, de las cuales 26 tienen su hogar en Yunnan. Son, en total, 43 millones de habitantes, la población de España, concentrados en 394 mil kilómetros cuadrados. Aquí es posible encontrar desde la única escritura pictográfica que queda en el mundo hasta miembros de uno de los grupos guerreros más temibles del sudeste de Asia.

La mejora de las infraestructuras, además, ha hecho posible viajar por Yunnan de forma cómoda, y hay opciones para todos los gustos y presupuestos, un gran mérito que ha llevado a esta zona, paradigma del exotismo en China, casi sesenta millones de turistas en 2007. Y no sólo a los hotspots de Lijiang y Dali.

Incluso la capital, Kunming, resulta una ciudad encantadora, muy alejada del prototipo de megaurbe china del siglo XXI. Su situación, a 1 890 metros de altitud, le proporciona una atmósfera relajada y limpia, que contrasta con el estrés y la contaminación que parecen adueñarse de los grandes núcleos urbanos del país. En “la ciudad de la primavera”, como se conoce a la capital de Yunnan por su clima benigno, el “sálvese quien pueda” que rige el resto de ciudades parece esfumarse para dejar paso a una población agradable y amistosa.

Kunming es el lugar ideal para comenzar cualquier viaje a otros lugares de la provincia, y para hacerse una idea del rumbo que está tomando la China que se ha convertido en la “fábrica del mundo”. Fascinante, a la vez que aterradora. Ultramoderna, y al mismo tiempo tradicional. En Kunming es posible disfrutar de un desayuno típico (dumplings rellenos de carne, pescado y verduras, bañados con leche de soya) en un pequeño establecimiento callejero o dejarse llevar por un bufé internacional de cinco estrellas; relajarse en una casa de té con lo mejor de la variedad Ulong, la especialidad de Yunnan, o tomarse un capuchino en un Starbucks; recrearse en la arquitectura tradicional de sus decenas de templos o admirar los colosos de acero y cristal producto del auge económico; dejarse encantar por los matices de la representación de una obra de ópera china o sudar en una de las muchas discotecas de la ciudad. Kunming no defrauda. Y siempre se puede terminar el día con uno de los relajantes masajes basados en la reflexología tradicional.

La ciudad también es uno de los mejores lugares para hacerse de todo tipo de artesanías. No es necesario cargar con los souvenires adquiridos en los cuatro puntos cardinales de la provincia, pues los mercados de la capital siguen siendo, aunque un poco más caros, la mejor opción. Eso sí, el regateo es imprescindible y, generalmente, no resulta equivocado pagar la mitad del precio inicial. Fuera de Kunming, los lujos se convierten en un bien escaso que no se echa de menos gracias a la belleza del entorno. En Xishuangbanna, el extremo sur de Yunnan, en la frontera con Myanmar (Birmania) y Laos, la mejor opción es plantar la base en la capital, Jinghong, y adentrarse en los bosques para disfrutar de un trekking por el territorio de la etnia dai, sin olvidar un recorrido en barco por el río Mekong, la principal arteria del sudeste asiático.

Xishuangbanna en casa ajena

Es mediodía del domingo. El sol golpea con dureza y el mercurio alcanza cotas espeluznantes. Resulta difícil dar crédito al termómetro cuando sobrepasa los 50 grados. La actividad cae al mínimo y los aires acondicionados funcionan a su máximo rendimiento. Las amplias avenidas aparecen vacías, y los dependientes de los establecimientos comerciales abanican sus bostezos. Ni siquiera las moscas osan desafiar al calor que procede tanto del sol como del asfalto recalentado. Jinghong es un potente horno cuya apariencia, salvo por las inscripciones en un lenguaje indescifrable de origen tailandés, no dista mucho del resto de las ciudades del país, dominadas por la etnia mayoritaria han. Sin embargo, Jinghong es el principal enclave de la minoría étnica dai, un pueblo que cuenta con algo más de un millón de habitantes y que, históricamente, difiere mucho en sus costumbres de las de la mayoría china. “Es lamentable, pero ahora la gente de la ciudad está perdiendo sus raíces culturales por considerar que la modernidad supone comportarse como quienes viven en Shanghai, la ciudad que sirve de referente para el resto”, comenta Li Guo, un joven guía local. Sin duda, para encontrarse con la verdadera alma de Xishuangbanna, lo mejor es abandonar Jinghong, que, por otro lado, sí sirve para descansar tras las largas caminatas en la selva, puesto que cuenta con la única oferta hotelera de calidad.

En el mercado dominical de Menghun, un pequeño pueblo situado a unos 30 kilómetros de la capital y ejemplo de los cientos de mercados de la provincia, el calor se ve mitigado por la exuberante naturaleza. Aquí se puede disfrutar de los coloridos trajes tradicionales que visten las mujeres dai, y de la asombrosa artesanía que ha diferenciado a esta etnia desde hace siglos. Elaboradas formas esculpidas en maderas tropicales, dibujos barrocos estampados en telas brillantes, y tapices con escenas que reflejan la variedad vegetal y animal del territorio de los dai: tigres al acecho en la jungla y elefantes que transportan troncos por el escarpado terreno. Las imágenes evocan escenas del sudeste asiático, muy diferentes de las del resto de China.

La luz dura del mediodía hace que la vestimenta naranja de los monjes budistas resalte en la distancia. A diferencia de lo que ocurre en otras zonas del país, donde se profesa el budismo mahayana, éstos creen en la vertiente hinayana de esta religión, que ensalza la austeridad individual y la salvación por la fe y los buenos actos, creencias importadas de Sri Lanka. Los monjes proceden de los cientos de templos diseminados por la jungla que escaparon a la furia comunista de la revolución cultural de Mao, cuando los símbolos de todos los cultos fueron reducidos a cenizas.

El mercado de Menghun refleja la diversidad de toda la provincia: se dan la mano los verdes de los vegetales, los azules y amarillos chillones de las sedas con las que se visten las mujeres dai, los naranjas de las túnicas budistas y los ocres de las vestimentas de otras minorías étnicas. En las estrechas calles del interior del mercado, el colorido de la ropa se une al de la gran variedad de alimentos: mangos, cañas de azúcar, bambú, arroces de decenas de clases diferentes.

Nos dirigimos a los alrededores de Menghun. Divisamos el río Mekong, sinónimo de vida en el sudeste asiático. Cruzamos en una pequeña barcaza y pronto, tras una muralla de palmeras que nos cierra el paso, divisamos las casas tradicionales dai. Son amplias estancias, muchas veces sin particiones internas, construidas en madera sobre pilotes que impiden la invasión del agua durante la estación de lluvias. Las amplias sonrisas que la gente nos dedica dejan al descubierto dientes recubiertos con oro y plata que, como explica Guo, “son señal del estatus de cada persona”. No pasa mucho tiempo hasta que una familia nos invita a entrar en su hogar. La mujer se afana en dar unos retoques con la escoba mientras su marido va a buscar la tetera. En pocos minutos nos vemos sentados en taburetes que nos separan unos escasos 15 centímetros del suelo bebiendo de un vaso en el que flotan gruesas hojas de té. La curiosidad es mutua, y alrededor de la vivienda se ha concentrado medio poblado con la esperanza de ver lo que hacemos. La comunicación es ardua, pero la sensación de hospitalidad que nos brindan los dai es suficiente aliciente para dejarse perder por su tierra. No hay nada mejor para disfrutar de la riqueza cultural de Yunnan que olvidar el hotel de cinco estrellas por unos días y aceptar la amabilidad de su gente. No en vano, la modalidad del home stay cuenta cada vez con más adeptos, a pesar de lo austero, y a veces incómodo, de los hogares locales.

Xishuangbanna es también hogar de otras minorías étnicas de gran interés. Entre ellas destaca la de los wa, estirpe de los guerreros más temidos del continente. Perdido en las montañas de la frontera con Myanmar, no es fácil llegar hasta el hogar de este esquivo grupo social. Ha sido necesario poner a prueba el coche en el que viajamos. Empinadas y pedregosas cuestas, caminos enfangados y lianas que se empeñan en enroscase en los ejes del vehículo. Tres horas, 25 kilómetros, y ningún poblado intermedio, prueba de que a los wa no les entusiasma relacionarse con otras etnias que habitan los alrededores, como los akha o los lisu. “Los wa son el grupo más endogámico de los existentes en el sur de la región de Xishuangbanna”, explica nuestro lazarillo, Ha Shi, perteneciente a la etnia mayoritaria han pero conocedor del idioma de los wa, “una compleja mezcla de lenguas austroasiáticas”.

En China sólo habitan unos 350 mil ciudadanos wa. El resto, hasta algo más de un millón, se encuentra en la región del Triángulo del Oro, donde Myanmar confluye también con los estados de Tailandia y Laos. Tal es su influencia en la antigua Birmania que una de sus provincias, de las más conflictivas, lleva su nombre. La cultura de esta etnia gira en torno a dos productos que crecen en las espesas junglas de la zona: el opio y el bambú.

“De hecho, se los conoce como ‘la gente de bambú’, porque con este material construyen sus viviendas y de él sacan gran parte de su alimento”, explica Shi. Pero, sin duda, es el otro sustento de su economía el que choca con la política de los gobiernos de China y Myanmar. “El opio crea graves tensiones entre los wa y los gobiernos de la zona que, a pesar de sus intentos por reconvertir las plantaciones, no consiguen cambiar sus costumbres agrícolas”, apunta nuestro guía. Al cultivo del opio se unen las tensiones que crean las aspiraciones independentistas en Myanmar. “Los wa han luchado con las armas durante muchos años por tener un Estado propio, lo cual ha hecho que el número de viudas y huérfanos sea mayor que en otras etnias.”

No cuesta imaginarse a los wa como guerreros. La tez oscura y los rasgos duros les confieren una apariencia poco amistosa, aunque una amplia sonrisa le da al traste a esa imagen. Hasta 1970, tenían por costumbre decapitar a sus enemigos, en muchas ocasiones minorías étnicas de los alrededores, y colgar sus cabezas a la entrada de los pueblos como señal de advertencia y de poder. También se llevaban a cabo sacrificios humanos para aplacar a los dioses de la naturaleza e impedir así las inundaciones o sequías. La llegada del comunismo a China en 1949 supuso un cambio forzado en sus costumbres, y la pacificación de un grupo esencialmente guerrero. Actualmente, los wa conviven en paz con otras etnias, pero rara vez se mezclan con ellas.

La pareja wa en cuya casa pernoctamos nos invita a dar una vuelta por el poblado. Es arduo caminar por las pronunciadas pendientes, pero las vistas desde lo alto compensan todo el esfuerzo. A nuestros pies quedan los frondosos bosques, hogar de los wa, los akha y los lisu. Las viviendas de los wa nos transportan a épocas pasadas, cuando ni la electricidad ni el agua corriente formaban parte del día a día. El marido de nuestra anfitriona escruta el horizonte y toma aire, consciente de la belleza de la tierra que pertenece a su pueblo.

La estética montañosa del norte de Yunnan

Debido a las deficientes infraestructuras de Xishuangbanna, el norte de Yunnan recibe mayor atención de los turistas occidentales. La cercanía al Tíbet y a la catarata del Salto del Tigre, y la espectacularidad de sus paisajes de montaña, hacen de Lijiang uno de los lugares más visitados de China. Las carreteras decentes, la variedad gastronómica y los dos magníficos hoteles Banyan Tree (uno en Lijiang y otro en Ringha) hacen del norte de Yunnan un destino tanto para los amantes de la aventura, como para quienes buscan una combinación de relajamiento y tranquilidad, algo que en Xishuangbanna es más difícil de conseguir.

Desde Kunming, que cuenta con aeropuerto internacional y conexiones ferroviarias a toda China, se puede llegar a las ciudades de Dali y Lijiang, las estrellas del norte de la provincia, y no hay problema para internarse desde ahí en las deliciosas montañas de los alrededores. Eso sí, el autobús promete emociones.

Nuestros ojos no dejan de captar los paisajes que combinan terrazas de arrozales y alta montaña. El vehículo renquea por la escarpada carretera y los barrancos que hacen su aparición a ambos lados de la estrecha franja asfaltada ponen los pelos de punta, pero hay que confiar en la destreza del conductor.

Lijiang, conocida por su ciudad antigua y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, y Dali, con sus maravillosos templos, estrechas calles y el fabuloso lago Erhai, son dos enclaves de historia china en un mundo que prima el crecimiento económico sobre la conservación de la riqueza cultural. Las calles adoquinadas están flanqueadas por pequeñas casas de tejados curvos coronados por dragones y escenas callejeras que en otros lugares hace décadas que desaparecieron. Hasta el camión de la basura sigue tocando aquí las canciones revolucionarias que llevaron a Mao al poder.

El norte de Yunnan es, además, el hogar de la única etnia en el mundo, los naxi, capaz de leer y escribir en lengua pictográfica, el dongba, considerado por los filólogos como una de las formas de expresión gráfica más arcaicas. La escritura consiste en unos 1 400 símbolos de los cuales alrededor de 90% son pictogramas, como los utilizados en el antiguo Egipto. Desafortunadamente, hoy son muy pocos los versados en esta lengua. La escritura comenzó un importante declive con la llegada al poder de los comunistas, en 1949, y durante la revolución cultural de los sesenta se eliminó casi por completo, cuando incluso se destruyeron muchos de los manuscritos de los naxi.

Pero las costumbres no parecen haber cambiado tanto como la lengua en los últimos siglos. Entramos en una casa típica, que sorprende por su sólida construcción en adobe. “El mejor material para soportar las extremas temperaturas del invierno”, explica Dong Shifeng, nuestro guía. Las gruesas paredes dan paso a un patio interior. Un hombre de edad avanzada nos ve y nos sonríe. Junto a su mujer, que aparece en la puerta tras la llamada de su marido, desgrana el arroz de la primera cosecha del año. El hombre golpea el cereal con una vara y luego la mujer lo cierne con cuidado para que no se pierda un solo grano. Más tarde, los más pequeños lo lavan en el estanque del poblado. Así es la vida de los agricultores, cuyo número suma en todo el país 800 millones.

A dos días de trekking se encuentra una de las principales atracciones turísticas de Yunnan. La catarata del Salto del Tigre, situada a unos 3 900 metros de altura, cerca del nacimiento del río Yangtsé, la vía fluvial más importante del país. Durante los dos días de camino la única garantía es la compañía de la naturaleza.

Para los más aventureros, la región cuenta con un último hotspot en la frontera con el Tíbet: Zhongdian. Situada a 3 200 metros de altitud, esta ciudad tiene un aire mucho más tibetano que cualquier otro lugar de Yunnan, y resulta ideal para aquellos que no pueden llegar al “techo del mundo”. En una atmósfera liviana, en la que el oxígeno es un bien escaso, los rostros sonrosados de los tibetanos contrastan con los de los chinos y extranjeros, cuya aclimatación al lugar suele durar entre uno y dos días.

“Un universo encerrado en una provincia.” Así se hace referencia en muchas ocasiones a esta provincia donde confluyen todas las esencias del Gran Dragón. Y muy pocos de sus hedores.

GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR

El aeropuerto de Kunming es el punto de partida de quienes deseen viajar por Yunnan de manera independiente. De lo contrario, cualquier agencia Virtuoso puede hacer el contacto con Abercrombie & Kent o Eastern Journeys, dos empresas capaces de llevar al viajero a cualquier rincón de la provincia.

DÓNDE DORMIR

En Kunming

Green Lake Hotel
6 Cui Hu
T. 86 (871) 515 8888
www.greenlakehotel.com.cn
Desde 125 dólares.

Situado en el centro neurálgico de la capital, sus habitaciones ofrecen las mejores vistas de la ciudad, con el parque del Lago Verde en primer plano.

Empark Grand Hotel
1 Yingbin, Guando
T. 86 (871) 738 8888
www.empark.com.cn
Desde 60 dólares.

Otra de las mejores opciones de la capital, a pesar de estar ubicado a 15 minutos del centro. Sus modernas habitaciones se suman a los magníficos servicios que ofrece, entre ellos un spa completo.

En Dali

Gurong Hotel
59 Boai, Old Town
T. 86 (872) 268 5999
Desde 76 dólares.

Es el lugar correcto para sentir desde dentro el casco antiguo. Habitaciones decoradas con estilo, un servicio impecable y un jardín al estilo tradicional Ming hacen de la estancia una delicia.

En Lijiang

The Banyan Tree
T. 86 (888) 533 1111
www.banyantree.com
Desde 580 dólares.

En el norte de esta espléndida ciudad surcada por canales, las villas del Banyan Tree parecen haber decantado lo más refinado de la tradición de Yunnan: tejados ondulados, sedas con el justo contraste de color, jardines y estanques que quitan el aliento.

En Ringha

The Banyan Tree
Hong Po, Jian Tang
T. 86 (887) 828 8822
www.banyantree.com
Desde 480 dólares.

Metidos en las montañas, sus lodges reproducen la arquitectura tradicional tibetana, sólo que retocada con el estilo y cuidado que caracteriza a la cadena. Su casa de té es un gran sitio para hacerse experto en las variedades de hojas de esta bebida, y su spa, casi una razón suficiente para ir hasta allá.

En Zhongdian

Paradise Hotel
Chang Zheng
T. 86 (887) 822 8008
Desde 120 dólares.

Hasta la llegada del Paradise, Zhongdian era un lugar remoto con las incomodidades que ello conlleva. Ahora, ya es posible llegar al punto más al norte de Yunnan y descansar en habitaciones impecables de estilo tibetano y darse un chapuzón en la piscina cubierta.

En Jinghong
Tai Garden Hotel
8 Nonglin Nan Lu
T. 86 (691) 212 3888 Desde 80 dólares.

Es el único establecimiento hotelero de lujo en Xishuangbanna, y aprovecha la frondosidad de la jungla para esconderse detrás de unos maravillosos jardines tropicales. Su servicio realmente refleja la amabilidad de las minorías étnicas que habitan la región.

DÓNDE COMER

En Yunnan hay dos platos que el viajero debe probar. El primero se llama “over the bridge noodles” y es una especie de hot pot, un caldo muy caliente al que se le añaden fideos y luego una constelación de ingredientes, al gusto de cada comensal. El otro es el arroz cocinado en cañas de bambú: se mete el arroz en el bambú, se le añaden ingredientes y una sopa, y se pone la caña a hervir en el fuego.

En Kunming

The Shiping Hui Guan
24 Zhonghe Xiang
T. 86 (871) 362 7444
Alrededor de 15 dólares.

El edificio del siglo XIX y la excelente cocina, en la que se pueden encontrar las mejores recetas de Yunnan, lo convierten en la mejor opción de Kunming.

The Jiang Brothers

Esta franquicia que está siempre a la vuelta de la esquina es una de las favoritas de los lugareños, y sirve gigantescos tazones de fideos al estilo Yunnan que es obligatorio probar. Además, es muy económico (entre 2 y 5 dólares por persona).

En Lijiang

Mi Shi Xiang
52 Mi Shi Xiang, Xinyi
T. 86 (888) 518 7605
Entre 10 y 15 dólares.

El lugar idóneo para degustar platos especiales de la etnia naxi en una atmósfera relajada. Para los aprensivos, el restaurante también cuenta con especialidades chinas y occidentales.

En Dali

Feng Wei Zhuang
Three Pagoda Park, Old Town
T. 86 (872) 266 6591
Entre 10 y 15 dólares.
Situado en el Parque de las Tres Pagodas, es la mejor opción para probar las exquisiteces de la etnia bai.

En Zhongdian

Potala Log Cabin
84 Bei Men Lu, Old Town
Alrededor de 15 dólares.

Para sentir el Tíbet en el paladar, merece la pena el paseo que hay que recorrer para llegar al restaurante.Su hot pot tibetano es una delicia.

En Jinghong

Dai Yan Fu
Ribera norte del río Mekong
T. 86 (691) 220 000

Situado a la orilla del Mekong, sólo por la ubicación ya merecería la pena. Además, el pescado al vapor, los arroces y las especialidades dai invitan a repetir la experiencia.

*Este texto fue publicado inicialmente en la revista Travesias

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