Las mujeres de Pekín podrían lucir una prenda de ropa diferente todos los días, pero para los hombres la situación es más difícil cuando se trata de qué ponerse. En este texto, nuestro colaborador Guillermo Bravo intenta indagar en las razones y consecuencias de esta situación.
Llegó el verano y se han puesto de moda los shorts: se han puesto de moda las largas piernas que pasan, se ha puesto de moda el devaneo, las curvas “golosinescas” y también el culo. Se han puesto de moda las musculosas para ellas, para exhibir los finos brazos que abrazan. Se han puesto de moda las zapatillas de colores desafiantes, y también los tacos. Y también el pelo suelto, y también el flequillo, y los tatuajes y el maquillaje “felinesco” y las manos terminadas en brazas multicolores.
Culo y elegancia: las pekinesas han sacado del ropero sus largas piernas y con ellas han llenado la ciudad; en las escaleras mecánicas, en los bares de Sanlitun, en las pantallas y en los monitores, las piernas de las pekinesas iluminan los momentos. Las pekinesas quieren ser lindas y deleitablemente lo consiguen.
En esta ciudad las mujeres son hermosas pero los hombres son insulsos -no hace falta aclarar que estamos generalizando-. Es un hecho notorio. Un epifenómeno de esta situación es que hay mucho menos oferta de ropa masculina que de ropa femenina. Solamente en algunos lugares selectos de la ciudad hay negocios que las proponen: y generalmente están en el tercer piso, cuando no en el cuarto y al final de un largo pasillo: faltaría que para llegar al lugar se exigiera dar muerte al duro león de Nemea -de cuya piel podríamos hacernos divertidos trajes-, enfrentar a la múltiple hidra de Lerna o apresar a la cierva de Cerínia.
Me dicen que esto no solamente se debe a que los hombres cambian con mucho menor frecuencia su vestuario -lo que desanima a los comerciantes-, sino también a que muchos de ellos dejan que sus esposas o novias compren sus ropas. Es por ello que de todas maneras, incluso para vender ropa de hombre, los vendedores deben llamar la atención de las mujeres.
Los que no estamos en esa situación -quiero decir, que no estamos tan desinteresados de nuestra vestimenta ni tenemos novias o esposas que nos vistan- tenemos que pasar horas y horas buscando algo que nos satisfaga a nivel de vestimenta; una complicación adicional es cuando, como este humilde cronista, se tiene pie grande: casi todos los negocios tienen talla de hasta 42, 43. Y el que calza 45, que sufra.
No sé si esto se debe a una concepción machista de la sociedad o a una profunda humildad por parte de los varones -la más aburrida de las humildades-. Este desapego por la vestimenta quizás se llena con otro interés, que no comparte con el género femenino: la pasión por los autos. Para la mayoría de los pekineses es muy importante tener el auto adecuado: hace poco me contó un amigo que se había comprado un Audi; orgulloso fue a una reunión familiar, se sentía feliz con su adquisición, hasta que un tío lo llevó aparte y le dijo que ahora se usaba comprar grandes coches o camionetas 4×4, y que el Audi había caído en desuso.
Nunca lo hubiera llevado a un aparte para decirle que el pantalón no combinaba con la camisa o que en verano no se llevan colores oscuros, según dicen. Las mujeres no comparten este interés -de nuevo, generalizamos hasta el escándalo-: ellas sólo se fijan en que sea cómodo, lindo, y acorde a su modo de vida -es decir que no llame demasiado la atención.
Termino esta queja con algunos consejos, por si algún lector se ha encontrado en la misma doliente situación que aquí se describe. El primero es que en internet se encuentra bastante, eso está claro. El otro es comprar cuando se está de viaje. El tercero incluye una lista -no exhaustiva- de lugares donde comprar ropa de hombres: en The Place hay buenos locales -nos manejamos con un criterio de precios medios, los compradores lujosos no necesitan de esta lista-, también pueden ir a Sanlitun y subir empecinadamente hasta el tercer piso de Uniqlo o H&M.
Me dicen que Wangfujing es un buen lugar para comprar ropa: estoy totalmente en desacuerdo. Es caro, siempre está lleno de gente y no hay ningún atisbo de buen gusto.
[Crédito foto: Alamy Photo]
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