En nuestra sinología de esta semana presentamos un estudio sobre las relaciones entre Latinoamérica y China que se enfoca en las posibilidades de acciones comunes de la región.
Introducción
En esta sinología se proponen ocho áreas sobre las que establecer un diálogo entre China y América Latina, más allá de los vínculos construidos por el intercambio comercial y las inversiones.
Se trata de temas en los cuales hay experiencias acumuladas a ambos lados, procesos que en algunos casos ya vivió América Latina (como es la transformación de países rurales a países urbanos) y otros en que la visión estratégica y la celeridad de cambio registrada en China (como es la gran expansión planificada de la educación superior), todo lo cual puede hacer rico ese intercambio.
China y América Latina: nuevos espacios para la colaboración y el diálogo
Los latinoamericanos, a pesar de sus diversas Conferencias Cumbres gubernamentales, no terminan de encontrar sus “denominadores estratégicos comunes” para avanzar en el diálogo con otras regiones y países mayores, como China. Es cierto que tenemos ahora la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), cuya troika formada por Chile, Cuba y Venezuela, visitó China en agosto 2012, a instancias del Primer Ministro Wen Jiabao. Y también se va configurando la Alianza del Pacífico, aunque Brasil no le da mayor trascendencia – lo cual ya es un problema.
A su vez el ALBA, con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, Nicaragua y algunos estados del Caribe, busca construir continuidad tras la fuerza que le diera el Presidente Chávez.
Pero detrás de ese tejido – donde también hay otras agrupaciones como Unasur o Mercosur – no emerge una región que tenga una agenda común para el diálogo efectivo con otras regiones o países en el mundo. Sin embargo, una mirada con mayor perspectiva demuestra que existen problemas similares que cruzan todas las sociedades latinoamericanas.
Son contenidos de una nueva agenda, más ligada al siglo XXI que al siglo XX, y desde ella cabe construir los diálogos positivos con otras regiones. Por ejemplo, la vigencia de un desarrollo sustentable y el resguardo del medio ambiente, los desafíos en innovación; la infraestructura y el transporte; la transformación de sus sistemas educacionales, los nuevas demandas de las clases medias junto a la lucha por derrota de la pobreza y, por cierto, el desarrollo de mejores mecanismos de participación ciudadana, entre otras cuestiones.
Y todo ello en el marco de una fuerza cultural compartida que constituye el gran sustento de la región, la base de su identidad.
Como se ha dicho más de una vez, lo que no han hecho los políticos y gobernantes, lo han logrado los escritores, los artistas, los cantantes o las telenovelas. Esos temas, al mismo tiempo, coinciden con muchos desafíos que también vemos emerger en China en su devenir por el siglo XXI y que, a veces, tienden a resumirse en la llamada “trampa de ingresos medios”.
Cuando se piensa en el triángulo Estado-Mercado-Sociedad (esto es un Estado fuerte, regulador y conductor; un Mercado con capacidad de innovar y crecer; una Sociedad con equidad en las oportunidades y protecciones), el diálogo entre China y sus contrapartes latinoamericanas muestra cauces de cooperación muy significativos: allá y acá queda mucho por caminar para alcanzar el nivel de países desarrollados. Por cierto, los vínculos económicos han sido muy importantes.
La relación con China ha contribuido poderosamente para que América Latina y el Caribe enfrentaran la actual crisis económica mundial en mejores condiciones a otras anteriores. Pero aquí lo proponemos es ir más allá; son esos otros ámbitos posibles para avanzar en la cooperación y el trabajo conjunto. Se trata de ocho grandes áreas sobre las cuales parece necesario centrar ahora el diálogo entre China y América Latina, más allá de los vínculos construidos por el intercambio comercial y las inversiones. Se trata de temas en los cuales hay experiencias acumuladas a ambos lados, procesos que en algunos casos ya vivió América Latina (como es la transformación de países rurales a países urbanos) y otros en que la visión estratégica y la celeridad de cambio registrada en China (como es la gran expansión planificada de la educación superior), todo lo cual puede hacer rico ese intercambio.
En otros términos hay espacio para un diálogo político entre China y América Latina, entendiendo la política como una práctica superior para manejar el devenir de los pueblos.
Estas son esas ocho áreas:
1.- Las clases medias o sectores de ingreso medio, sus desarrollos, sus nuevas demandas. Las aspiraciones ligadas al ascenso social y la mejor calidad de vida: sus visiones de futuro. Si hay países donde el desarrollo de las clases medias fue muy fuerte desde hace décadas (como Argentina, Uruguay y Chile), en años recientes se registra una expansión muy importante en países como Brasil, México, Colombia y Perú. El ascenso de importantes sectores de la sociedad a estratos medios ha traído agendas nuevas, presiones sobre las autoridades, articulaciones en la sociedad bajo capacidades no existentes previamente. Son sectores que no quieren desigualdades, ni abusos, que rechazan la corrupción y la mala política, como también quieren mejores servicios, mejor funcionamiento del aparato público. Por cierto, las realidades latinoamericanas no son iguales a las que se han dado en China en años recientes, pero también es verdad que cuando se juntan académicos chinos y latinoamericanos a hablar de éste tema las similitudes son significativas.
Los datos de lo que se vive en China son impactantes para ojos latinoamericanos:
a) la mayoría tiene entre 26 y 40 años, con ingresos de 10.000 a 60.000 dólares anuales;
b) se estiman en un 25% de la población de China, sobre 330 millones de habitantes;
c) al 2020 se estima en más de 600 millones de personas. Esos cambios demográficos se inscriben en un fenómeno político-social que también es parte de otros continentes. De ello cabe hablar porque el diálogo iniciado al respecto, aún incipiente, demuestra que es útil para ambas partes.
2- La expansión de la educación superior y los nuevos retos ligados a los desarrollos como país. Como es conocido, hay fuertes demandas de sectores estudiantiles en Chile por una educación de calidad. La acumulación de la experiencia de 25 años ha llevado a una educación desigual en sus resultados, donde el sector público ha perdido el peso de buena formación que tuvo en el pasado. Aunque no en los mismos términos, el deterioro también está en la educación pública en Argentina y otros países de la región. A ello se ha agregado el desarrollo creciente de la educación como negocio, con lo cual hoy existe un fuerte debate instalado al respecto.
China vive igual un proceso de gran expansión educacional, pero con fuerte planificación central. El país inyectará US$ 250 mil millones anuales en subsidios en los estudios superiores de jóvenes. Se priorizarán áreas como las energías alternativas, protección ambiental, biotecnología y tecnología de información avanzada. Al 2020 se espera que China tenga cerca de 195 millones de egresados de educación superior. En Estados Unidos la cifra en ese momento llegará a los 120 millones. Sobre esta realidad hay mucho que trabajar en conjunto, por una parte, en el análisis de las respectivas políticas públicas, pero también para dar respuesta a esos miles de jóvenes interesados en conocer y hacer proyectos en América Latina. 3.- La transformación de un país rural al país urbano: migración a las ciudades, los cambios sociales, económicos y culturales implícitos.
En América Latina entre el 79 y 80 por ciento de la población vive en las zonas urbanas, por lo cual la experiencia latinoamericana sobre urbanización puede ser un referente importante en el actual proceso de urbanización impulsado en China.
Como han dicho expertos latinoamericanos en un encuentro reciente (realizado también por vía de Video-Conferencia) hay espacio para aprender mutuamente sobre la modernización de las ciudades. A diferencia de América Latina, donde el desarrollo urbano no fue planificado, en China se observa una coordinación e integración de la infraestructura de las zonas urbanas y rurales, y es un hecho subrayado por el Primer Ministro Li Keqian que la urbanización pasa a ser un motor del desarrollo en China.
La interacción de expertos de ambas regiones abre espacio para un análisis con perspectiva y no se repitan en China errores que se cometieron en América Latina desde la década de los 40 del siglo XX. A su vez, América Latina puede rescatar muchas prácticas de modernización positiva en las ciudades chinas, a la luz de la enorme experiencia que significa pasar a ser, al 2020, un país con el 70 % de la población en espacio urbano. El tema ya se ha empezado a debatir entre académicos chinos y latinoamericanos y se seguirá esa senda. El desarrollo de la economía verde y el resguardo del medio ambiente.
Cuando se dio a conocer la declaración de principios del último Congreso del Partido Comunista, en noviembre 2012, un concepto llamó especialmente la atención por sus alcances: el PCCh dijo que entre sus tareas esenciales estaba crear “una civilización ecológica”. Tras su participación en la Conferencia Rio+20 y los acuerdos en el XVIII Congreso, los líderes chinos han dicho que desean impulsar grandes proyectos y nuevos modelos de cooperación en conservación energética, reducción de emisiones, energía renovable y energías limpias. Existen posibilidades de interacción científica y tecnológica si se toman las ecociudades y las DigiEcoCity como buenas plataformas de cooperación.
La contaminación es un tema fuerte en las grandes ciudades de América Latina y cada vez más en ciudades de desarrollo medio. A ello también contribuyen las demandas energéticas que, en ciertos casos, siguen haciendo uso del carbón como fuente principal.
El compromiso chino de llevar adelante un gran desarrollo de automóviles y vehículos de transporte eléctricos, se convierte en otro ámbito donde el trabajo mutuo puede ser importante entre ambas partes. América del Sur es la gran reserva de agua en el planeta y ello abre espacio a otro ámbito para ese diálogo, ligado a la preservación y resguardo del agua dulce.
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