Las relaciones entre Oslo y Beijing permanecen tensas desde que el Premio Nobel de Paz fue concedido en 2010 al activista chino Liu Xiaobo. Tan tensas que China anuló prácticamente la totalidad de sus compras de salmón noruego desde entonces. Un año después del inicio de la guerra del salmón, Oslo estaría contemplando -según el prestigioso diario noruego Aftenposten– bloquear la entrada de China al Consejo del Ártico, el foro internacional de discusiones que busca coordinar las actividades de los países interesados en la zona ártica.
“Mientras las autoridades chinas se nieguen a hablar con su contraparte noruega, será muy difícil que Noruega apoye una candidatura [china] a ser observador permanente del Consejo del Ártico”, señaló una fuente anónima -descrita como “un diplomático de alto nivel”- al mayor diario noruego.
Con esas palabras, que el gobierno noruego no quiso confirmar, quedó en evidencia que Oslo no está dispuesta a tolerar el congelamiento total de las relaciones diplomáticas y comerciales como represalia por la concesión del Nobel al reconocido activista e intelectual chino, detenido desde 2008 por “incitación a la subversión del Estado”. “No puedo ni confirmar ni negar esta información, pero sí puedo decir que los contactos bilaterales entre Noruega y China se encuentran en un punto bajo”, afirmó Karsten Klepsvik, el más alto oficial sobre temas árticos en la Cancillería noruega.
Un consejo para el Ártico
Pero, ¿qué es el Consejo del Ártico y qué intereses tiene China en formar parte de él? Hace 20 años, los ocho países cercanos al Mar Ártico se reunieron para dialogar sobre la conservación de la región más nórdica del mundo. De esa reunión salió la Estrategia de Protección Medioambiental del Ártico, un acuerdo no vinculante con el que los ocho países se comprometían a monitorear y salvaguardar una región rica en fauna pero también en recursos naturales. Esa primera iniciativa la integraban Suecia, Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia, Estados Unidos, Canadá y la Unión Soviética.
Cinco años después, la Declaración de Ottawa dio forma al actual Consejo del Ártico, que se convirtió así en un foro internacional de alto nivel que busca coordinar las acciones destinadas a la conservación de la zona por parte de los países de la región. Sus miembros siguen siendo los mismos, sumando a Rusia y eliminado a la URSS.
Ahora China aspira a un asiento en el foro como observador, al igual que Japón, Corea del Sur y la Unión Europea. Para ser aceptados en esa condición, deben recibir el visto bueno de los ocho miembros. Es ahí donde Oslo podría forzar a Beijing a reconsiderar su posición: China ha expresado mucho interés en sumarse al Consejo y sus aspiraciones contaban antes con el apoyo noruego. Dos meses antes del anuncio del Nobel, el canciller noruego Jonas Gahr Støre había señalado que Oslo apoyaría la candidatura china.
La carrera por el Ártico
A medida que se incrementan los efectos del cambio climático y que avanzan las tecnologías, la región ártica se está convirtiendo en uno de los destinos más apetecidos mundialmente para la navegación y la explotación de recursos naturales.
Por un lado, es cada vez más factible que en los meses de verano el progresivo deshielo de la zona permita la navegabilidad, acortando la distancia para el comercio entre Asia y Europa drásticamente. Tanto que los científicos chinos creen que podría convertirse en la más importante ruta comercial del mundo.
Aunque el proyecto es todavía una utopía, por los costos que acarrearía y los tiempos tan reducidos de deshielo, es fácil ver el por qué del entusiasmo de China. La ruta por el Ártico ruso desde el puerto chino de Qingdao hasta Europa es una tercera parte del viaje alrededor del Cabo de Buena Esperanza. Y la ruta en la otra dirección, por Norteamérica hasta Nuuk en Groenlandia, es dos veces más rápida que el paso por el Canal de Panamá. ¿El problema? Para pasar por el norte, se requiere el permiso de Canadá.
Y por el otro lado, el Ártico tiene abundantes áreas de pesca y de minerales raros, por no mencionar el 10% de los yacimientos petrolíferos por descubrir y el 30% de los de gas natural.
Beijing, que cuenta con una institución gubernamental llamada la Administración China del Ártico y la Antártida, mantiene una base de investigación en el archipiélago de Svalbard -que pertenece a Noruega- desde hace siete años y hace poco anunció que construirá un buque rompehielos de 8.000 toneladas, que se sumaría al que ya tiene.
Por ahora China se ha mostrado irritada con la falta de acceso al Ártico. En un artículo publicado en inglés en la revista Beijing Review, el profesor Cheng Baozhi del Instituto de Estudios Internacionales de Shanghai acusó a los países miembros del Consejo del Ártico de monopolizar el poder en la región.
Dinamarca, que está intentando incrementar la inversión china en Groenlandia, ya anunció que respalda las aspiraciones de Beijing. ¿Tendrá Noruega la última palabra?
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