Myanmar: caos en el noreste, el riesgo de otra Donbass

In by Andrea Pira

El noreste de Birmania, la región especial de Kokang. Los combates entre las milicias étnicas y el ejército rebelde comenzaron el 9 de febrero, cuando el primero atacó a un cuartel del gobierno Laukkai, en la capital regional. De inmediato, llegó el contrataque y el presidente de Myanmar, Thein Sein, decretó la ley marcial en la zona. Hasta el momento hay decenas de muertos en ambos bandos. Treinta mil refugiados han cruzado la frontera de China y miles más huyen hacia el norte de Myanmar, en dirección a los estados Shan y Kachin. No solo nativos de la región autónoma de Kokang, étnicamente reconocidos como chinos Han y minoría birmana; sino todo aquel que se ha encontrado atrapado entre los dos fuegos. Los trabajadores migrantes y campesinos procedentes del centro del país buscan suerte en las plantaciones de caña de azúcar, en la silvicultura o la minería en las zonas del norte.

Todo gira en torno a un hombre de 84 años: Peng Jiasheng (Pheung Kya-shin en birmano), el líder del ejército nacional demócrata Myanmar Alliance (MNDAA), el grupo insurgente del Kokang. Peng estableció la guerrilla comunista en los años setenta y se convirtió desde ese entonces en uno de los mayores traficantes de drogas en el sudeste asiático. Era 1989 y un motín interno, en medio de la desintegración del Partido Comunista birmano, obligó a Peng a buscar asilo político en China. Dos décadas después, el gobierno cae en desgracia.

El ejército guerrillero que ocupaba las zonas del noreste, y que limitan con China, se divide según los grupos étnicos y desarrolló la producción de heroína. Según el experto en temas de Myanmar, Bertil Lintne, Peng abrió en los años setenta una refinería de opio en algún bosque bajo su control. Un hombre con visión a futuro. Un joven de verdad imperturbable. En 1990 legalizó el cultivo de la amapola en la zona del Kokang y durante veinte años ha sido tratado como un igual en el régimen de Rangún (capital de Myanmar hasta el 2005), al igual que otros líderes de la etnia convertidos en empresarios de la droga.

Estos ejércitos están armados hasta los dientes por los chinos durante la primera fase de la ‘revolución’ y son capaces de lavar dinero del narcotráfico y ponerlos a disposición de las valiosas inversiones del país, el cual está aislado de la comunidad internacional. Luego, en el 2009, abandonado por una junta que pretendía limpiar su emporio y atacado por sus rivales dentro de la guerrilla Kokang, Peng escapó a China. Se pensaba que estaba muerto.

En diciembre pasado reapareció dando declaraciones belicosas y hoy está de vuelta, probablemente para reclamar un trozo del pastel y tomar ventaja de los retrasos de un proceso de paz que, además de no afectar a todos los grupos étnicos, parece estancado. En esta zona de Myanmar, el Ejército Independiente Kachin (10 mil hombres), está en guerra con el gobierno desde el 2011.

Los Shan están siempre en riesgo, mientras que los Wa – 30 mil hombres, tan bien equipados que pueden darse el lujo de vender armas a otros – están hasta el momento en una aparente calma, también por su empeño en cultivar el opio, producir metanfetaminas y gestionar casinos móviles para los chinos que llegan a través de la próxima frontera.

Detrás de la gran China, que predica la calma, Beijing no puede permitirse escaramuzas y tragedias desestabilizante de los refugiados en su frontera del sureste. Miles de comerciantes chinos suministran a los grupos étnicos locales todo lo que necesitan – desde arroz hasta el juguete Kalashnikov para los niños – donde la madera preciosa y el jade toman el camino a la provincia china de Yunnan.

Pero Peng Jiasheng definitivamente tiene cobertura más allá de la frontera: tachando su legado de sangre con la Kokang, en varios ambientes está la sensación de que el gobierno birmano le está guiñando un ojo a Washington. Si todo el noreste de Myanmar cae en las manos del régimen central, habría riesgo de convertirse en la puerta de la OTAN. Donbass (el conflicto en el este de Ucrania), de acuerdo a las características birmano-chinas, es quizás el ideal para Beijing, que durante años ha invertido con todas sus fuerzas en el campo de los negocios la salomónica puerta de "ganar-ganar" (las estrategia político comercial de China en el exterior).

El gobierno birmano, por su parte, ha criticado a China por no haber capturado a Peng cuando pasaba por su territorio, pero podría ahora aprovecharlo como pretexto para desatar una ofensiva en toda la región. Entonces es definitivo, es razonable tener más de una pregunta.

[Escrito para il manifesto. Crédito de la foto: dw.de]

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