El caso Yueyue: Muerte de niña en accidente revive cazas humanas en Internet

In by Simone

La muerte de Wang Yue, la niña de dos años atropellada en el sur de China, sigue conmocionado al país. La indignación de los cibernautas chinos ante la indiferencia de los peatones que la vieron agonizar pero no la socorrieron ha revivido la controversial práctica del ‘human flesh’, o búsqueda de carne humana.
La “pequeña Yueyue” –como la han bautizado los internautas y los medios chinos- murió hace dos semanas en la provincia de Guangdong tras ser atropellada por dos furgonetas. El incidente desató una ola indignación en China, con millones de ciudadanos consternados por las imágenes de video que captan cómo 18 personas pasaron por su lado, antes de que una mujer mayor acudiese en su ayuda. Yue murió ocho días después en el hospital de Foshan.

Las autoridades chinas están igual de preocupadas por la frialdad mostrada por quienes se encontraban cerca de la escena. “Deberíamos mirar la fealdad dentro de nosotros con una daga de conciencia y hacer un examen introspectivo“, afirmó el jefe del Partido Comunista en la provincia de Guangdong, Wang Yang.

Pero ha sido Internet el medio que mejor ha cristalizado el desconcierto de la sociedad china. Y no sólo como canal de expresión de su desacuerdo, sino también de su afán justiciero. Ya comenzaron a aparecer mensajes en línea solicitando el apoyo del renrousousuo (人肉搜索), que literalmente traduce "búsqueda de carne humana".

Cazas humanas en la era digital

La controvertida práctica derivada del "periodismo ciudadano" consiste en coordinar los esfuerzos en línea de la ciudadanía para identificar a los responsables de una situación juzgada injusta. Uno de los casos más célebres es el de Feng Ren, que encontró mediante una red social que su esposa le había sido infiel. Trató de buscar información precisa del "otro" -que decía llamarse Gao Xu- en Internet, pero no lo logró. Como suele suceder, usaba un nombre falso. Entonces, copió en su blog las conversaciones de chat de QQ -sistema de mensajería famoso en China- entre Gao Xu y su esposa, y luego, hizo el fatídico llamado a la búsqueda.

La búsqueda de carne humana es tan despiadada como suena su nombre. Es una práctica que se mueve masivamente y tiene preocupadas a las autoridades chinas. El problema: no han sabido cómo frenarla.

La pesquisa no es coordinada, no está centralizada y parece no tener reglas precisas. Alguien descubre que una persona obró "mal". Presenta el caso y solicita la respuesta de los buscadores. Cientos de personas acogen la petición -muchos de ellos con habilidades hackers- e inician una búsqueda exhaustiva de teléfonos, direcciones reales, relaciones familiares, amistades, detalles del trabajo y hasta cuentas bancarias. Los datos se hacen públicos y el anonimato que ofrece Internet se pierde. La víctima de la búsqueda de carne humana queda expuesta ante la masa, que está pronta a juzgarlo.

El problema final es que la masa no juzga de forma colectiva sino individual: el castigo es decidido arbitrariamente por el "buscador". Correos masivos, spam a los amigos cercanos de la víctima detallando el pecado, espionaje a cuentas electrónicas. En el peor de los casos, las acciones superan el plano digital y se pasan a la realidad: insultos telefónicos, amenazas en las casas o golpes físicos.

Se trata de un fenómeno particularmente chino que explica comportamientos heredados a través de la historia. Entre los escritos confucianos se puede leer que "un hombre justo tomará los asuntos por sus propias manos". En una sociedad donde el sistema judicial no es fuerte ni incluyente, la filosofía de Confucio -presente en la mente china- deambula por lugares peligrosos. Así ocurrió durante la Revolución Cultural, cuando hombres y mujeres, impulsados por la propaganda comunista se tomaron la justicia por sus manos y se dedicaron a castigar públicamente a los capitalistas. Cada cual tenía permiso de abuchear, golpear o escupir al terrateniente.

Hoy, el "renrousousuo" revive este aleccionamiento público. Pero esta vez las dimensiones son mayores: los más de cientos de verdugos provienen de todo el país y no parecen calmarse con unas cuantas patadas. Lo peor: cualquiera puede llamar al motor de búsqueda de carne humana y cualquiera que haga un acto inmoral -en toda la extensión de esta palabra y así sea basado en un chisme- puede ser víctima de los buscadores de "carne humana".

Periodismo ciudadano en la red

Feng Ren no fue conciente de esto. Al escribir el post donde daba algunos indicios sobre donde encontrar al amante de su esposa, ocurrió que ella también fue ajusticiada. Solicitó a los internautas detenerse, pero no lo oyeron. Luego Gao Xu solicitó excusas públicas en video y tampoco lo perdonaron. Tuvo entonces que acudir a la televisión nacional, CCTV, a presentar su caso, pedir perdón y humillado solicitar detener los ataques. Gao Xu quería una vida normal. Había aprendido la lección.

Casos como el de Gao abundan en los foros chinos. Según Guobing Yang, profesor de la Universidad de Columbia y autor del libro El poder de Internet en China las víctimas más comunes son oficiales corruptos, personas que han violado los códigos morales de la sociedad o personas que han cometido alguna forma de injusticia social. "Estos casos son formas de activismo social porque los que participan buscan exponer males sociales, desafiar las autoridades y producir un cambio social", afirma.

Pero más que la práctica heredada de un ajusticiamiento público, este fenómeno no hubiera tomado fuerza si no fuera por el peso que tiene Internet en China. "A falta de un espacio público, los chinos toman Internet como su espacio de discusión, de opinión y como un medio para sentirse empoderados", afirma Glenn Mott, profesor Fulbright de periodismo en la Universidad de Tsinghua. "Si pasó antes en la Revolución Cultural, es porque en esa época también faltaba lo mismo: un espacio público participativo y un sistema legal que proteja la sociedad".

Hu Bin salió una noche a hacer carreras con su auto deportivo por Hangzhou -ciudad cerca a Shanghai- y en sus andanzas atropelló a Tan Zhuo, un estudiante, que murió en el acto. Los testigos fotografiaron el hecho con sus celulares y en las fotos quedó capturada la actitud displicente del joven y de sus amigos, que sonreían después del accidente. La masa se enfureció y estuvo pronta a juzgarlo: "Por el auto, debe tratarse de un niño rico y tiene que pagar su irresponsabilidad", decían las voces del motor de búsqueda de carne humana. En pocas horas se descubrió el nombre del padre, el teléfono de la madre, la escuela a donde iba. Los buscadores replicaron el evento por toda la red china y anunciaron que el dinero de Hu no lo salvaría de enfrentar la justicia.

El resultado fue una presión masiva en la que el juez se vio obligado a aplicar una fuerte condena: Hu pagó 1,1 millones de yuanes (165.000 dólares) y fue enviado a tres años de prisión. La opinión pública había logrado justicia para un caso, que en otras circunstancias, podría haber quedado impune. "El sentido de falta de poder en las personas comunes y la falla del gobierno de lidiar con la injusticia social y la corrupción hacen que la ‘búsqueda de carne humana’ sea una acción colectiva que refleja resentimiento y frustraciones de la sociedad china", afirma el profesor Yang.

Zhou Jiugeng es un alto oficial de Nanjing que atrajo la atención de los cibernautas chinos. En unas fotos tomadas en una conferencia, resalta un reloj fino y un paquete de cigarrillos costoso. "Por respeto al pueblo, se espera humildad en los funcionarios", clamaron los buscadores. La búsqueda destapó casos de corrupción en torno a la oficina de Zhou, las alertas estatales se prendieron y el oficial terminó por renunciar. Para Fauna, fundadora de Chinasmack.com -página que traduce al inglés «las historias más picantes de la red china»- las autoridades están preocupadas "pero por la razón equivocada. Muchos están asustados de convertirse en objetivo de la búsqueda de carne humana. Ellos deberían preocuparse porque la gente no confía en la policía, la ley o el gobierno".

La línea entre activismo y linchamiento

A principios de 2009, Wang Fei demandó a tres páginas de Internet por haber permitido la difusión de su información personal. El suicidio de su esposa, aparentemente debido a las infidelidades de Wang, lo crucificó ante las masas carnívoras. Un día, encontró un mensaje en su puerta que decía "la sangre se paga con sangre". Pero la gota final fue cuando pasó de ser un exitoso ejecutivo en una agencia de publicidad en Pekín a un desempleado, debido a la presión social dentro de su compañía. Ganó el juicio y con su caso se creó la primera norma jurídica que establece la búsqueda de carne humana como una práctica prohibida en China.

Se han visto casos similares en Corea, Japón y Estados Unidos, pero nunca al grado de China. Para Mott la respuesta es simple: "estos actos se diluirían en una sociedad libre. En esto hay más de sentirse parte de algo vivo y en el que cada uno tiene opinión". Aunque la red china se encuentra altamente censurada, las acciones de los buscadores se escapan de los ojos vigilantes. "Esto muestra que los esfuerzos para controlar Internet son inefectivos”, afirma Yang. “Hay una verdad simple acá pero generalmente rechazada: los usuarios de Internet no son tontos. Siempre salen con formas creativas de sobrepasar el control".

Las autoridades locales temen ser descubiertos en casos de corrupción. Pero los altos mandos ya levantaron las alertas: no es coincidencia que haya sido uno de los temas a discutir en la reunión anual del congreso el año pasado. Unas manos llenas de pasión, de rabia, de odio, unidas a conocimientos tecnológicos, pueden generar una presión insostenible. Si se pasa a acciones off line en casos individuales, ¿que pasará cuando estos buscadores se vean directamente afectados por decisiones gubernamentales? El renrousousuo saldrá entonces a las calles a buscar carne real.

Entre tanto, los esfuerzos por identificar a los peatones que pasaron por el lado de la pequeña Yue sin ayudarla ya han comenzado en algunos portales de Internet. Queda por esperar que las autoridades chinas hayan aprendido las lecciones de los últimos años y canalicen la indignación de la ciudadanía hacia una reflexión sobre las raíces de esa insensibilidad. Y no hacia el ajusticiamiento.

El caso de Yueyue reveló un lado feo de China”, escribió Lijia Zhang, una reconocida escritora china, en una columna titulada “¿Cómo puedo sentirme orgullosa de mi China si somos un país de 1.400 millones de corazones de piedra?” en The Guardian. “Espero que el país entero aproveche la oportunidad para mirarnos bien y preguntarnos qué pasa en nuestra sociedad. Hay al menos esperanza en las acciones de la reciclador que acudió a socorrer a Yueyue sin pensarlo”.