Una de las principales herramientas para acceder al contenido de internet en China que esté bloqueado por la Gran Muralla Cortafuegos son los VPN. Durante las últimas dos semanas han padecido ataques de alta intensidad.
La política de censura del gobierno chino es delirante. No son sólo series occidentales moral y políticamente inofensivas, como Big Bang Theory, las que están bloqueadas, sino también servicios tan inocuos como el de organizar bibliografías académicas que sigan las convenciones internacionales.
Muchos chinos y extranjeros utilizan el servicio de redes virtuales de protocolo, o VPN, por sus siglas en inglés. Estos programas, por los que hay que pagar un servicio, desvían el tráfico de datos por un servidor fuera de China, permitiendo al usuario acceder a internet como si estuviera en otro país: Estados Unidos, Francia, Suecia, en fin.
Las autoridades de China tienen cierto grado de tolerancia hacia estos servicios, pues saben que sin ellos la permanencia de compañías extranjeras y el desarrollo de sus propias empresas de información, así como su sistema educativo universitario a niveles de competitividad internacional, por ejemplo, sería muy difícil o imposible. Si China aplicara literalmente su política de censura de internet, sin darle cierto grado de maniobra a los VPN, el país estaría en una edad de piedra intelectual.
China es un país que se ha vuelto elitista en muchos aspectos. Si se tiene dinero se accede a ciertos privilegios, y uno de los más graves para lograr algún día la equidad es el privilegio de acceder a cierta información. De conocer ciertas cosas.
Durante las últimas semanas los usuarios de VPN han tenido la experiencia de lo que sería una China en la que los controles fueran ligeramente más fuertes que ahora. El motivo para ello es el lianghui, la reunión anual más importante del Partido Comunista, en la que se reúnen todos los líderes provinciales y el parlamento unipartidista toma las decisiones más delicadas.
El contexto es difícil. Una economía en desaceleración. Desempleo en aumento. Pequeños negocios oprimidos por la caída en la producción y las exportaciones. Un mercado interno masivo que no acaba de despegar, aunque sigue siendo terriblemente prometedor, y como toda promesa, a la postre incierta.
El problema de fondo es la desconfianza estructural y pueblerina que ha tenido el Partido Comunista, desde su creación, en lo extranjero. Así que cuando el Partido se siente débil, cualquier amenaza parece más grave, y nada más aterrador que lo foráneo. El internet, como el espacio común de información compartido, supone una de las amenazas más graves para el Partido Comunista. Una amenaza cuyo peligro, por demás, está terriblemente sobredimensionado. Prueba de ello es que en los países donde existe internet y gobiernos mucho menos eficientes, y más corruptos que el chino, la gente sigue eligiendo a los mismos gobernantes, o a peores.
Coqueteo con la teoría personal, imposible de comprobar a nivel experimental, de que la libertad de información no haría mayor cosa por menoscabar el poder del Partido Comunista.
Varios servicios, como Astrill, han visto sus funciones básicas eliminadas por los ataques cibernéticos de los censores chinos. En la China contemporánea, a diferencia de las dictaduras occidentales, la censura no la ejercen directamente los sacerdotes, los militares o mohosos funcionarios de mediana edad atrapados en un despacho kafkiano, sino jóvenes recién graduados que tienen talento para el hackeo, o en el caso de la censura en redes sociales, paciencia para eliminar, uno a uno, los comentarios ofensivos.
Quienes toman la decisión de qué páginas de internet se censuran son, esos sí, funcionarios de mediana edad del Partido Comunista que quizás deban cumplir con una cuota mensual de prohibiciones, como los policías de tránsito deben poner cierta cantidad de multas al mes en algunas ciudades del mundo.
No se ve una luz al final del túnel en el tema de la censura por internet. Al contrario, cada vez es peor y los controles sobre los VPN más estrictos.
[Crédito foto: thatsmags] También puedes leer:
– China aprieta las tuercas de su censura: nuevos lineamientos para las empresas extranjeras
– Los rumores, uno de los delitos preferidos de los chinos, colman la paciencia del régimen