Las invasiones chinas, nuevo imperio para Latinoamérica

In by Andrea Pira

China avanza a paso firme por América latina, en otros tiempos considerada el patio trasero de los Estados Unidos. En los primeros años del siglo XXI se convirtió en un aliado estratégico de la región y, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2015 será el segundo socio comercial más importante, desplazando a la Unión Europea (UE) y situándose detrás de los Estados Unidos.

La segunda economía mundial creció en 2012 un 7,8% y, al igual que en años anteriores, fue una de las máximas importadoras de materias primas, minerales y recursos energéticos, abundantes en estas latitudes. Con la reciente visita del nuevo vicepresidente chino, Li Yuanchao, Buenos Aires y Caracas se transformaron en dos de los aliados estratégicos más importantes del gigante asiático en el hemisferio occidental.

La flamante autoridad, que secunda al jefe de Estado, Xi Jinping, mantuvo reuniones con sus pares Amado Boudou, que se expresó a favor de “una sola China” en la disputa diplomática con Taiwán, y con Jorge Arreaza, el yerno del fallecido presidente Hugo Chávez. Argentina prevé venderle a China 66 millones de toneladas de soja y Venezuela le envía 640 mil barriles de petróleo por día y planea elevar esa cifra a un millón en 2015.

“El refuerzo de las relaciones entre los países en desarrollo y las economías emergentes, entre China y América latina, pasa a ser fundamental no sólo para la salud de la economía mundial sino también para las perspectivas de las economías china y latinoamericanas”, declaró esta semana Osvaldo Rosales, director de Comercio Internacional e Integración de la Cepal, al tiempo que destacó que la primera Reunión de Ministros de Agricultura de América Latina y China que se celebrará el 8 y 9 de junio en Beijing indica que la región sigue “estando vigente” en la agenda del país asiático.

Según ese organismo regional, el comercio bilateral entre China y la región alcanzó en 2010 los 200 mil millones de dólares, transformando en la década pasada a América latina en el socio comercial más dinámico de Beijing. Con dificultades en el acceso al crédito internacional en países como la Argentina, China es vista como un salvavidas que aporta capitales y genera oportunidades comerciales. Sin embargo, pocos remarcan públicamente la relación centro-periferia que se creó con la potencia asiática.

Al respecto, Sergio Cesarín, investigador del Conicet y especialista en la potencia asiática, cree que esa relación se verifica más en lo económico que en lo político.
“Si se tiene en cuenta que se trata de una relación económica complementaria, hay un fuerte componente centro y periferia. En lo político no parece ser tan así, porque China promueve la participación a nivel global de países de América latina.

Su presencia en la región es de perfil mucho menos conflictivo que la de los Estados Unidos. La percepción es que es bueno hacer negocios con ellos”, explicó el profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Según un sondeo del Barómetro de las Américas, realizado por la Universidad de Vanderbilt, esta relación privilegiada con el gigante asiático es bien vista por los latinoamericanos. Así, el 68,2% de los ciudadanos de la región considera que ese vínculo económico es positivo. Además, uno de cada cinco consultados cree que China ya es el país extrarregional más influyente, por delante de los Estados Unidos, Japón e India.

Liu Kang, profesor de Estudios Asiáticos y director del Centro de Investigación sobre China de la Universidad de Duke, también cree que el éxito de China se debe a su escasa intromisión en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Pero, aunque Beijing tiene una diplomacia pragmática con la región, también busca respaldo a su reclamo de “una sola China” en su disputa con Taiwán.

China avanza sobre América latina, que ve con simpatía cómo su ascenso limita la dependencia de Estados Unidos. Lo que aún no percibe la región es que las inversiones de Beijing se focalizan casi exclusivamente en actividades extractivas, como la minería y el petróleo, y no en industrias con un alto componente tecnológico, que permitan la industrialización de sus economías.

Texto publicado originalmente en Perfil.com