La saga Chongqing: Auge y caída de una familia de sangre roja

In by Simone

Dos noticias cayeron como bombas en China esta semana. Bo Xilai, el carismático y populista líder del Partido Comunista en Chongqing que cayó en desgracia, fue suspendido definitivamente de la cúpula del gobierno chino. Y, para sorpresa de muchos, su esposa Gu Kailai ha sido declarada sospechosa de la muerte del empresario británico Neil Heywood en noviembre pasado, que inicialmente había sido atribuida al exceso de alcohol y que las autoridades ya declararon “homicidio intencional”.
Estos dos inesperados acontecimientos son los últimos de la saga Chongqing, un terremoto político que lleva ya casi dos meses y no para. Cada día emergen nuevos detalles sobre la misteriosa muerte de Heywood, sobre su vieja amistad con los Bo y sobre la intrincada red de negocios tejida por la poderosa familia. Y todo esto en vísperas de una delicada transición en el liderazgo que ocurre una vez cada diez años.


Auge y caída de una familia de sangre roja

Fue la fuga de Wang Lijun, quien había sido la mano derecha de Bo Xilai en Chongqing, al consulado estadounidense en Chengdu lo que selló la suerte del ambicioso político. Pero su populismo y su nostalgia maoísta ya resultaban incómodos para un ala importante dentro de un Partido. Para ellos, Bo Xilai se salía demasiado del molde de lo que debería ser un político chino al no responder enteramente a la figura colegiada.

Parte de su meteórico ascenso se puede explicar por sus conexiones políticas, ya que Bo pertenece -al igual que el probable próximo presidente Xi Jinping- al grupo de “principitos”, nombre que reciben los hijos de altos cuadros del Partido que deciden entrar también en política. Su padre, Bo Yibo, fue un uno de los “ocho inmortales”, grupo político que incluye a Deng Xiaoping y Li Xiannian.

Pero Bo hijo forjó su carrera política desde abajo, granjeándose la reputación de ser un líder pragmático que obtenía buenos resultados. Durante su mandato como alcalde de Dalian, el otrora gris puerto se convirtió en una moderna y próspera ciudad que atrae gran número de empresas internacionales y acoge el “Davos de verano” del Foro Mundial Económico.

El éxito de su gestión lo llevó a ser designado, con el apoyo del ex presidente Jiang Zemin, ministro de Comercio durante los primeros tres años del gobierno de Hu Jintao. De ahí saltó a la jefatura del Partido en Chongqing, la megalópolis de 30 millones de habitantes que crece hoy a un ritmo del 16,4% y que el año pasado atrajo US $10.800 millones en inversión extranjera directa, por encima de Pekín.

Era, en palabras de su amigo y biógrafo Chen Zufeng, “un estadista como Henry Kissinger, un ambientalista como Al Gore y una figura tan amada como la Princesa Diana”. El próximo paso lógico tenía que ser integrar el grupo de nueve en la cima del gobierno chino.

Su esposa Gu Kailai, de 53 años, también rompía con el molde de las mujeres de los altos funcionarios. Al igual que Bo, viene de una familia notable dentro del Partido. Su padre fue un importante general revolucionario que fue purgado durante los turbulentos años de la Revolución Cultural, por lo que ella fue obligada a trabajar de niña en una carnicería y en una fábrica textil.

Estudió derecho y se hizo especialmente famosa tras convertirse en la primera abogada china en ganar un pleito civil en Estados Unidos, representando a varias compañías de Dalian. A raíz de ese éxito publicó el libro Cómo ganar un pleito en Estados Unidos, que arrasó en ventas e inspiró una miniserie.

La mayoría de las personas que la conocen describen a Gu como una mujer carismática, muy educada y resuelta, aunque también señalan que la mayoría de asesorías legales que prestaba su bufete estaban ligadas a millonarias inversiones en la ciudad cuyas llaves controlaba su marido. Heywood conoció a la pareja precisamente en Dalian, desde donde asesoraba a empresas extranjeras que buscaban ingresar a China. El vínculo empresarial entre los dos era casi inevitable.

Gu cerró su bufete cuando Bo fue nombrado líder del Partido en Chongqing, consciente de que a medida que la carrera de su esposo avanzaba, mayor sería el escrutinio público y más factible que generara la impresión de que se estaba beneficiando de su posición.

Su hijo Bo Guagua, de 24 años, ha vivido desde los 12 años fuera de China, con mayor tiempo en Inglaterra donde asistió a las prestigiosos escuelas Papplewick, Harrow y luego a Oxford. Precisamente uno de los vínculos que más fuerza tiene hoy entre Heywood y la familia Bo fue el apoyo dado por el británico a Guagua en su ingreso y permanencia en estas escuelas. Hoy Bo hijo adelanta un postgrado en Harvard y ha pedido cautela a la prensa.

Años antes Bo Guagua era visto como uno de los nietos de la revolución con mayor futuro: buenmozo, inteligente –se afirma que escribió un libro a los 16 años con críticas al sistema educativo mundial- y con instinto de liderazgo. Recibió un premio como uno de los 10 chinos prominentes en Inglaterra en 2009.

Sus fotos, en fiestas con chicas occidentales, ebrio y orinando en la vía pública desataron la ira de las redes sociales chinas, dándole una imagen de niño díscolo que sería reforzada por los reportes de que había sido visto conduciendo un Ferrari por las calles de Pekín. Los cuestionamientos van incluso a como su padre, con un salario de 22.000 dólares al mes, puede pagar anualidades universitarias que alcanzan los 70.000 US$.


Negocios entre familia

La caída fue estrepitosa. Hace dos semanas el gobierno de David Cameron pidió oficialmente a Pekín una investigación de la muerte de Heywood. A partir de ese anuncio, los detalles de su muerte en un hotel de Chongqing se hicieron cada vez más sospechosos. Los amigos del británico revelaron que era prácticamente abstemio. Se supo que su familia siempre pensó que había fallecido de un infarto. Surgieron testimonios indicando que Heywood se había peleado con los Bo por cuestiones de negocios.

Imposible de acallar los rumores: el cuerpo del empresario había sido cremado sin que se le realizara una autopsia. Todo parece indicar que Londres pidió la investigación tras recibir información del gobierno de Estados Unidos, que les habría sido entregada por Wang Lijun.

Hasta el momento los detalles habían sido desenterrados por los medios occidentales, mientras que las autoridades chinas se mantenían en rigurosa reserva del sumario. Pero esta semana la agencia estatal Xinhua informó que el Partido investiga las “graves faltas disciplinarias” cometidas por Bo, aunque hasta el momento no ha detallado cuáles fueron. En otro comunicado, reveló que su esposa fue “transferida a las autoridades judiciales”.

La novedad no fue sólo que Pekín se haya pronunciado sobre la suerte de los Bo, sino que ha permitido que comiencen a develarse detalles de sus negocios e intereses económicos. Los medios oficiales han dejado entrever que Gu podría contar con un permiso de residencia de Singapur o incluso una doble nacionalidad con este país, una falta grave para un alto funcionario al ser constitucionalmente prohibido en China. También que los Bo podrían tener una fortuna por fuera del país.

Especialmente dañina resultó la revelación de que el hermano mayor de Bo devenga, bajo el nombre ficticio de Li Xueming, un salario de US $1,7 millones al frente de la estatal China Everbright Holdings, uno de los mayores conglomerados de servicios financieros en el país.

Sin embargo, la decisión gubernamental de ventilar las finanzas de la familia Bo es sensible, en un país donde la mayoría de altos funcionarios del gobierno ha aprovechado sus conexiones políticas para situar a sus allegados en la vasta red de rentables empresas estatales. Al fin y al cabo, es poco probable que el hermano de Bo pudiese liderar una empresa estatal tan importante sin que nadie lo supiese.

Cuando la familia Bo era bien vista, fueron incluso llamados los Kennedy chinos: jóvenes, revolucionarios no sólo en el estilo chino sino cambiando patrones de comportamiento en la política, de clase alta y con exquisito gusto en su vestimenta. Pero hoy, Gu Kailai se aleja cada vez más de cualquier parecido con Jackie. Comienza a parecerse más a Lady Macbeth de Shakespeare.

Reportaje publicado en La Nación (Argentina)

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