Aunque parezca difícil creerlo, los reyes franceses y los emperadores chinos se cartearon desde hace casi ocho siglos, como lo prueba una misiva que le envió un rey mongol de la dinastía Yuan a Felipe IV el Bello en el siglo XIII, proponiéndole una división del mundo. Esa carta y otros 130 objetos que rastrean la historia de la Ciudad Prohibida, muchos de ellos que nunca habían salido de China, se exhiben actualmente en el Museo del Louvre en París en una exposición que ha contado, también por primera vez, con financiación china.
Más de 350 mil turistas chinos visitaron el Louvre el año pasado, convirtiéndose en el quinto grupo más numeroso. Así que poco sorprende que el prestigioso museo francés decidiera organizar una muestra que rastrea las relaciones -a través de pinturas, sedas, jades, porcelanas y otros objetos- entre Francia y China a través de la historia. El resultado es la exposición “La Ciudad Prohibida: emperadores chinos y reyes franceses”, que se puede ver en París hasta el 9 de enero.
Del Museo del Palacio Imperial en Beijing viajaron objetos como un retrato del emperador Yongzheng en “disfraz occidental”, vistiendo corbatín y peluca al estilo Luis XIV, o una serie de excepcionales retratos a caballo -mitad occidentales, mitad orientales- de Qianlong, pintados por el monje jesuita Giuseppe Castiglione.
De colecciones francesas vienen, en cambio, una serie de porcelanas turquesas chinas de la colección personal de María Antonieta o un corsé de seda que perteneció a la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III. También el magnífico Atlas catalán del siglo XIII, que contiene la primera representación cartográfica de Beijing y perteneció alguna vez a Carlos V.
La exposición supone un hito de cooperación internacional por otra razón. Con la presencia del Grupo Haier -gigante chino del sector de electrodomésticos- como mecenas oficial, el museo francés consiguió vincular el capital privado chino por primera vez a una exposición de tal magnitud. A su vez, el Grupo Fosun -que cuenta con inversiones en el sector siderúrgico, minero e inmobiliario- financió el catálogo de la muestra, su primera incursión de patrocinio de un evento en el extranjero.
“Tradicionalmente las empresas chinas participan en la financiación de ayudas para catástrofes naturales como terremotos e inundaciones, pero apoyan rara vez manifestaciones artísticas. Nosotros hemos hecho varias adquisiciones en Europa y queremos acercarnos a ésta”, señaló Jane Zhang, directora de marca y estrategia de Fosun, al diario francés Le Figaro.
Esta colaboración ilustra los desafíos que tienen la Ciudad Prohibida y, en general China, en cuestión artística y cultural. Los desvanes de la Ciudad cuentan con miles de tesoros que rara vez son exhibidos en público y que podrían verse más seguido, tanto en China como en el extranjero, con el apoyo de empresarios locales. “Para la Ciudad es necesario desarrollar formas de cooperación con la empresa privada”, señalaba en París Wang Yamin, director adjunto del Museo de la Ciudad Prohibida.
Por el momento no son muchos los empresarios que lo tienen en mente, aunque podría aumentar al ver éstos que la exposición mediática y el prestigio de asociarse con instituciones como el Louvre podría dar mayor visibilidad a sus marcas, muchas de las cuales intentan posicionarse no sólo a nivel local sino global.
Hay algunas excepciones sin embargo. “Las empresas modernas deben interesarse en la cultura”, dice convencido Chen Dongsheng, presidente de Taikang Life Insurance -una de las mayores de China- y cofundador de la China Social Entrepreneur Foundation, que busca precisamente impulsar ese tipo de inversiones en cultura.
[Fotos cortesía del Museo del Louvre]