Joven manos de tijeras: conversación con un censor chino

In by Andrea Pira

China tiene el mayor número de internautas por país en el mundo. A su vez, tiene una de las maquinarias más grandes del planeta para controlar esta ciber-población de 500 millones de usuarios. Para mantener la censura de la información, el gobierno chino emplea desde mecanismos masivos, como sería la “great firewall”, conocida como el sistema para bloquear páginas de Internet –como Facebook, Twitter o Youtube-, hasta un ejército de censores que se dedican día y noche a leer páginas chinas y encontrar voces disidentes y registros pornográficos.

Qing fue uno de ellos. No quiere revelar su nombre completo, y prefiere no dejar registro de la conversación. En 2011 se encontró con un aviso clasificado que llamaba a personas hábiles para Internet, para trabajar en la reputada compañía china de Internet, Sina.

Sina, propietaria de uno de los portales de noticias con más tráfico, y además creadora de Sina Weibo, el microblog más famoso de China, con 300 millonesde usuarios registrados y 100 millones de tweets al día, parecía una de las mejores oportunidades a nivel profesional.

Al inicio no tenía claro cuál era su función, pues sólo cuando estaba 100% comprometido y había iniciado la etapa de entrenamiento, le revelaron su misión: debía controlar miles de posts en el microblog al día para luego borrarlos. Y tenía que seguir tres criterios para cortarlos: si eran pornográficos o de alto contenido sexual, que fueran mensajes violentos y o que contuvieran críticas políticas que pudieran incomodar al gobierno.

Por un momento, lo dudó. Los censores, esos personajes sin rostros que siguiendo órdenes, silencian a personas que fácilmente pueden ser sus amigos, no son bien vistos en la sociedad china. Qing se debatía pues con este trabajo podría ser considerado un soldado del “ejército de los cinco maos”, un grupo invisible de internautas que se rumora reciben -de manos del gobierno chino- 50 centavos de yuan por cada comentario negativo que borraran de la red. Pero eliminó sus dudas rápidamente: Sina, es una empresa privada que no responde directamente al gobierno.

“La labor era mantener la reputación de la compañía, más que censurar”, comenta. Al final, aceptó, pues necesitaba el dinero. El salario era básico, 3000 yuanes (488 dólares) por cuarenta horas semanales. Y como la máquina de la censura funciona 24 horas al día, debía cumplir con turnos rotativos compartidos entre otros 600 censores que trabajan en su mismo departamento. Qing solía trabajar tres jornadas en horario diurno y dos en horario nocturno.

Recuerda haber sentido vergüenza al principio. No les decía claramente a sus amigos en qué consistía su trabajo porque se sentía humillado. Pasaron varios meses hasta que sus funciones se convirtieron en una tarea normal. “Pero algo siempre hizo que me resistiera”, dijo. Ese “algo”, unido a la monotonía y el bajo salario, hicieron que el pasado abril renunciara a su trabajo.

“Cada día leía 6000 mensajes; borraba diez por ciento de ellos”, cuenta. Aún hoy, desempleado, lleva su oficio en el cuerpo: gris, delgado y de mirada huidiza, como si no quisiera dejar huella de sus pasos. Por momentos, Qing se entusiasma, hablando de su pasado trabajo, especialmente cuando cuenta los tipos de mensajes pornográficos que borraba. “No puedo creer que exista gente tan loca, mostrando sus partes íntimas a toda la red”, ríe. Pero la mayor parte de la conversación, permanece con la mirada escondida y juega nerviosamente con un repliegue de la manga de su camisa. Qing dice que en la noche llueven los mensajes pornográficos. En cambio, los mensajes políticos vienen a las diez de la noche, justo después de los noticieros.

Sina Weibo se ha convertido en la plataforma de opinión de los cibernautas chinos. El formato, similar a twitter, ha incluido herramientas más completas para las necesidades de los usuarios como serían poder compartir fotos y videos sin necesidad de enlace externo o dejar mensajes de voz.

Además los 140 caracteres expresan más en mandarín, pues cada carácter es casi una palabra. Para evadir la censura, muchos usuarios juegan con homófonos o apodos para hablar de temas sensibles. Cuando la primera dama Peng Liyuan descrestó con su elegante vestido en Rusia hace tres meses, fue llamada “dama de las peonías”, cuando la fortuna de Wen Jiabao fue descubierta por el New York Times, fue llamado “baobao” (que significa bebé), o cuando Ai Weiwei fue llevado a prisión, remplazaron su apellido por el carácter de amor, que también se lee “ai”. Estos juegos les da un espacio a los cibernautas de hablar libremente, hasta que algún censor descubre el cambio de palabras e incluye los términos en las palabras vetadas.

Se calcula que diariamente se borran 20 millones de mensajes en Weibo, que corresponde al 20% de los mensajes totales, según un estudio realizado por la Universidad de Nuevo México, publicado en 2012. “Sina se encuentra en una situación intermedia con respecto a la censura. Por un lado debe tener contentos a los usuarios de la red, que no quieren ser censurados y son los que hacer que las empresas publiciten en Weibo. Por el otro, debe tener contento al gobierno, quien otorga las licencias a las empresas”, explica Qing. Para esto, las órdenes internas son dejar el mayor tiempo posible los mensajes “prohibidos”, que normalmente es un día como máximo, hasta que el gobierno les llame la atención.

“El gobierno manda regularmente una lista de palabras o de temas sobre los que debemos eliminar. Esas palabras van cambiando. Igualmente la cantidad de mensajes que borramos cambia. Por ejemplo cuando se acerca el aniversario de Tiananmen borramos muchísimos mensajes referidos a ese tema”, dice Qing.

Justo esta semana se cumplieron 24 años de las protestas de Tiananmen, y Weibo fue el lugar de cientos de fotos que recordaban la fatídica fecha. Muchos tweets solicitaban descargar las fotos y los mensajes, para que luego otro usuario los subiera cuando el mensaje original fuera borrado. En pocas horas, ya habían sido eliminadas las entradas. Cuando un mismo usuario es bloqueado varias veces, suspenden su cuenta. Y como las leyes chinas de Internet solicitan a los nuevos usuarios registrarse con su identificación real, muchas veces son visitadas por la policía. Así ocurrió con la poeta de Shanghai Pan Ting, quien fue detenida por haber cuestionado la seguridad alimentaria de China después de que flotaron cientos de cerdos muertos en el río Huangpu.

“Me daba mucha tristeza cuando tenía que borrar mensajes que pedían libertad. Como aquellos que decían ‘por favor no me borren, quiero expresarme’. Tampoco me gustaba cuando alguna cuenta se hacía popular por sus mensajes contra el gobierno y luego este nos pedía que la cerráramos”, explica Qing. Las redes sociales se han convertido en una herramienta poderosa de control gubernamental. Decenas de funcionarios públicos han sido denunciados por corrupción, con tweets que se vuelven virales y obligan a las autoridades locales a juzgarlos penalmente. De igual forma son usadas para aplicar el e-government, anunciando fechas especiales, visitas oficiales y hasta el estado del tráfico y de contaminación de las ciudades más importantes. Y no sólo eso, tienen también un ejército de mensajeros pagados para hablar bien del gobierno e incluso mal de las redes sociales –en las mismas redes criticadas-.

“Leemos muchos mensajes diciendo que el gobierno es lo mejor, que la unificación china es muy importante y que no debemos usar la red para criticarlo, ya que eso puede desencadenar conflictos civiles. Sabemos que quienes escriben esos mensajes son muy poco populares en Weibo”, dice Qing.

Después de dos meses de haber dejado su trabajo, Qinq a penas está tomando realmente conciencia de lo que significaba su trabajo, pero no se arrepiente: “si no lo hubiera hecho yo, lo hubiera hecho otro”. Sin embargo, cree que en el futuro la apertura es una acción inevitable para el gobierno. Según los millones de mensajes que leyó en dos años de trabajo en la compañía “hay demasiada gente muy disconforme”.

Artículo producido por China Files para el diario La Nación de Argentina.

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