Jane Jacobs visita Beijing

In by Andrea Pira

Después de siete entregas sobre urbanismo en China, que abarcaron desde las ciudades fantasma y la guerra contra las motos hasta reflexiones específicas de Hangzhou y Chongqing, nuestro colaborador, Diego Laserna, se despide con un análisis de los xiaoqu, construcciones chinas de las que América Latina debería tomar ejemplo.
El crecimiento acelerado de las ciudades chinas durante los últimos treinta años ha implicado cambios dramáticos en su aspecto físico. Lo que antes eran pequeños callejones, ahora son enormes avenidas, los antiguos mercados al aire libre han sido reemplazados por centros comerciales y los atascos de bicicletas se convirtieron en filas interminables de carros. Entre todos estos cambios hay uno que, a pesar de ser algo banal, no deja de ser interesante como referencia para el desarrollo urbano en América Latina.

A medida que ha ido aumentando la población urbana se ha hecho necesario pasar de áreas residenciales de baja densidad a construcciones en altura, y para minimizar esfuerzos, lo más común ha sido construir conjuntos de edificios llamados xiaoqu (小区) donde pueden vivir varios miles de personas. Desde la distancia, estos conjuntos pueden parecer a veces un legado más del pasado comunista chino: grises, repetitivos y desapacibles. En la practica, sin embargo, son un gran ejemplo de varios de los conceptos que hicieron famosa a la urbanista estadounidense Jane Jacobs. Para ilustrar por qué, voy a analizar un conjunto que se llama WenChengJie (文成杰) en el nororiente de Beijing.

El primer principio que hace de este conjunto un espacio activo es la famosa mezcla de usos que tanto promovió Jacobs. Todo el perímetro exterior está compuesto por establecimientos de comercio, desde verdulerías y cafés, hasta papelerías, almacenes de gafas y centros de masajes. Hay por lo menos unos 20 establecimientos distintos. En segundo lugar, para ilustrar otro principio de Jacobs, varios de estos establecimientos permanecen abiertos 24 horas con gente entrando y saliendo constantemente. La analista estadounidense define este fenómeno como “ojos en la calle” ya que hay gente que se de cuenta de qué está pasando alrededor de la edificación y proporciona mayor seguridad a los habitantes.

Este tradicional diseño tiene otras dos virtudes que ayudan a volverlo atractivo a pesar de su masificación. El primero es la creación de un espacio, parecido a un parque o jardín, destinado para diferentes actividades. Por ejemplo, muchos niños y ancianos lo aprovechan a lo largo del día para bailar y hacer ejercicio. El segundo, es una barrera blanda, una especie de cerca que separa el espacio interior, donde los niños andan solos, del exterior, donde circula todo el mundo. Estos dos puntos hacen que los xiaoqu sean construcciones acogedores para personas de todas las edades y faciliten el desarrollo de una comunidad.

Evidentemente, en las ciudades latinoamericanas los gobiernos tienen poco que ver con la construcción directa de residencias y el contexto social es distinto. Sin embargo, ver cómo la mezcla de usos funciona en la práctica debe recordarnos lo importante que es desechar las normas que siguen separando radicalmente los usos residenciales y comerciales. Igualmente, debemos aprender una vez más que el buen diseño urbano se mide, sobre todo, por la capacidad de ser aprovechado por niños y ancianos. En ambos campos los xiaoqu sirven como un modelo a seguir.  


Lee la serie completa sobre urbanismo en China de Diego Laserna

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[Crédito foto: rough and ready tours]