Enseñarás Internet a tu padre: China actualiza su tradicional “piedad filial”

In by Simone

Ya no es necesario que los niños chinos se expongan a las picaduras de mosquitos para que éstos dejen en paz a sus padres. Desde ahora en adelante, tampoco es aconsejable enfrentarse a un tigre para salvarlos. Pero, en cambio, resulta fundamental enseñarles a navegar en Internet, acompañarles a ver una vieja película y hacer ejercicio con ellos.
Desde hace más de seis siglos, los 24 ejemplos filiales han servido de guía moral para los chinos y se han convertido en el modelo del respeto que debe tener un hijo por sus padres. El popular texto, que conocen casi todos los chinos de memoria, fue escrito en el siglo XIV por Guo Jujing, un académico de la dinastía Yuan, como homenaje a su padre fallecido.

Sus 24 breves historias giran en torno a la piedad filial, considerada la mayor virtud dentro de la tradición confuciana. A ese ejemplo pedagógico apuntan historias como la del emperador Wen, quien probaba personalmente todos los platos de comida destinados a su anciana y convaleciente madre para asegurarse de que no le sentarían mal. O la de Dong Yong, quien se vendió como esclavo para poder pagar el funeral de su padre.

“La piedad filial y los otros valores tradicionales chinos tienen una fuerte incidencia sobre la cohesión al interior de la sociedad”, explicó a China Files Fengshu Liu de la Universidad de Oslo, quien ha investigado las dinámicas entre generaciones en China.

Hasta ahí no había nada nuevo. Pero hace dos semanas, el Comité Nacional sobre Envejecimiento y la Federación China de Mujeres divulgaron una versión actualizada de los 24 ejemplos filiales de Guo para “hacer frente a las exigencias de la vida moderna”. Ya no se trata de pequeñas fábulas que enseñan cómo deberían tratar los hijos a sus padres, sino una lista de consejos prácticos para hacerles la vida más agradable y preservar el vínculo filial.



En la China moderna -al menos según estas dos instituciones gubernamentales- es de gran importancia llamar a los padres todos los fines de semana, celebrarles el cumpleaños y escuchar sus historias con sinceridad e interés. También ayudarles a casarse de nuevo cuando han enviudado.

“Se trata de mostrar respeto y cariño por los padres y adultos mayores, a medida que el envejecimiento se hace más latente en China. Urgimos a los hijos a proveer apoyo económico y cuidados suficientes a sus padres”, argumentaba Wu Yushao, el vicepresidente del Comité Nacional sobre Envejecimiento.

La puesta en valor de estos antiguos ejemplos de piedad filial no deja de ser curiosa, sobre todo porque el gobierno chino los prohibió durante la Revolución Cultural al considerarlos atrasados y recuerdos de la época imperial. Pero, en momentos en que la economía china se ha expandido velozmente, la inquietud por los hábitos de sus ciudadanos se ha acentuado.

El problema no es sólo moral, sino social y económico. El gobierno nacional observa con preocupación cómo la concentración de la riqueza, el invidualismo y la falta de solidaridad, todas efectos del vertiginoso desarrollo chino, comienzan a tener consecuencias sociales que se acentúan con el tiempo.

“A medida que China ha vivido un proceso de individualización, las generaciones más jóvenes han encontrado nuevos valores y la brecha generacional se ha hecho cada vez más marcada. El gobierno -que ha hecho mucho énfasis en la necesidad de la armonía- quiere estabilizar a la sociedad, comenzando por la familia”, señaló Fengshu.

El acelerado envejecimiento de la población china es una de las mayores preocupaciones para Pekín. Los mayores de 60 años constituyen ya el 13,3% de la población china, un incremento de tres puntos porcentuales desde 2010, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. Durante ese mismo período, el número de menores de 14 años cayó seis puntos hasta el 16,6%, con lo que la población china podría alcanzar su pico de crecimiento en 2024. De ahí en adelante, el número de habitantes de China -que según la ONU cederá su primer lugar mundial a India en 2025- disminuiría gradualmente. En medio siglo, podría incluso tener una población por debajo de los 1.000 millones.

 

El problema no es tanto que la población envejezca, sino que el número de trabajadores que sostiene la economía está disminuyendo. A raíz de la política del hijo único, la carga económica de cuidar a los padres se hará más difícil y los ahorros de una sola persona no alcanzarán para sostener a todo su núcleo familiar. Los sociólogos llaman a este problema “el fenómeno 4-2-1”, debido a que un hijo debe hacerse cargo de sus dos padres y cuatro abuelos. Y aunque esta dinámica demográfica ha ocurrido en todos los países desarrollados, el sistema de bienestar ya era suficientemente sólido como para absorber ese impacto.

El asunto es especialmente agudo en las provincias más desarrolladas y en las ciudades más prósperas. Las autoridades de Shanghai, que tiene una bajísima tasa de fertilidad del 0,6 hijos por pareja, temen que una tercera parte de la población de la ciudad podría ser mayor de 60 años en 2020. La tasa de fertilidad nacional, actualmente en torno a 1,5 hijos por pareja, también está cayendo y se encuentra bien por debajo de los 2,1 hijos aconsejables para cualquier sociedad.

Una investigación del sociólogo Chau Kiu-cheng de la Universidad de Hong Kong determinó que el proceso de modernización de una ciudad sí influye en la piedad filial, particularmente en el nivel de apoyo económico que brindan los hijos a sus padres. La conclusión del estudio realizado en varias ciudades chinas fue que el efecto era apenas perceptible entre las clases más educadas, pero significativo entre las menos favorecidas. Los padres simplemente se convierten en prioridades menos importantes cuando el dinero no alcanza.

Y aunque el gobierno ha echado mano de la tradición confuciana para evitar que esto suceda, también intenta apoyarse en la ley para asegurarse de ello. La Asamblea Nacional Popular, el órgano legislativo chino, propuso en junio una enmienda a los Derechos de los Ciudadanos Mayores que obligaría a los hijos a visitar a sus padres.

Artículo publicado en La Nación (Argentina)

[Foto cortesía de Anja Disseldorp]


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