En sólo un día, se cerró el caso que sacudió a la política china

In by Simone

Un solo día -exactamente siete horas- duró el juicio más esperado de los últimos años en China. Gu Kailai, esposa del prominente político Bo Xilai, fue acusada de homicidio intencional por la muerte del británico Neil Heywood y se encuentra esperando un veredicto que quedó aplazado de manera indefinida. Con la apertura y clausura en apenas un día del juicio políticamente más sensible en varias décadas, Pekín espera poner punto final a un escándalo que ha socavado su credibilidad en momentos en que el Partido Comunista se prepara para una transición en el liderazgo que sólo ocurre cada diez años.
La imagen de Gu Kailai dio un giro de Jackie Kennedy a Lady Macbeth. Era reconocida como una sobresaliente emprendedora en la ciudad de Dalian, donde logró edificar millonarios negocios; como una destacada abogada, al ser la primera china en ganar un pleito civil en Estados Unidos, y como la “gran mujer” detrás del gran Bo Xilai, prominente político chino y quien era considerado uno de los grandes favoritos para entrar en la cúpula del poder chino el próximo octubre.

Sin embargo, hace seis meses su vida dio un giro cuando Wang Lijun, la mano derecha de Bo durante años, se refugió en el consulado de Estados Unidos en Chengdu y entregó información clasificada. Su petición de asilo fue denegada, pero el ex jefe de policía de Chongqing reveló a los diplomáticos estadounidenses detalles sobre la misteriosa muerte de Heywood y la red de negocios de los Bo a cambio de ser entregado al gobierno central, en vez de a los partidarios de su antiguo protector. Gran Bretaña pidió de inmediato una investigación sobre la muerte y el caso se convirtió en vox populi.

Las circunstancias de la muerte de Heywood son aún oscuras. El británico mantenía relaciones amistosas y negocios desde hacía una década con la familia Bo. El pasado noviembre viajó a Chongqing a petición de Gu, pero como reveló a algunos de sus amigos, algo no estaba bien. Heywood fue encontrado muerto en un hotel de la megalópolis y la causa oficial de su fallecimiento fue exceso de alcohol. Aunque a su familia le hablaron de un infarto, y se dice que el británico era abstemio, su cuerpo fue cremado sin una autopsia. Pronto se supo que Gu y su antiguo socio habían peleado por “diferencias económicas”, aunque las causas no son conocidas. La hipótesis más aceptada es que el británico les habría pedido dinero a cambio de asesorarlos sobre cómo transferir su vasta fortuna fuera del país.

La diligencia penal se desarrolló a puerta cerrada y con la sola presencia de dos funcionarios británicos. Según el tribunal, la esposa de Bo Xilai “no hizo objeciones” a la acusación de homicidio intencional, una acusación que en China es castigable con la pena de muerte. Después del escándalo, Wang Lijun desapareció y poco se sabe del paradero de Bo Xilai, quien además fue removido del Partido y de su cargo.

Un juicio de “bajo perfil” con gran impacto

La decisión de celebrar el juicio contra Gu en Hefei, una céntrica ciudad lejos de las grandes urbes, es una señal de que Pekín quiere mantenerlo con un bajo perfil. Faltan dos meses para la plenaria del partido en la que el vicepresidente Xi Jinping y el vicepremier Li Keqiang serán probablemente designados como los sucesores de Hu Jintao y Wen Jiabao. 


“El Partido Comunista debe lidiar con el caso de Gu antes de enfrentarse al de Bo Xilai, que es políticamente el más apremiante”, explicó a China Files Joseph Fewsmith, profesor de la Universidad de Boston especializado en política china. 

Si Gu es declarada culpable, como se cree que sucederá, se podría reducir el impacto negativo que el caso ha tenido sobre el Partido Comunista. Podría asimismo servir para mantener los delicados balances de poder dentro del gobierno y aliviar las tensiones entre los bandos más liberales y aquellos más cercanos al depuesto Bo, que interpretan su caída como una purga premeditada.

Y también para no tener que develar detalles sobre la fortuna los Bo, que generaría preguntas sobre las redes de negocios que tejen los altos funcionarios en un país donde la política y la economía están estrechamente ligadas. “En este caso parecería que están utilizando el presunto homicidio de un extranjero por parte de Gu para minimizar la necesidad de imponer una pena severa contra Bo”, señaló a China Files Roderick MacFarquhar, un investigador de Harvard especializado en las dinámicas del poder central en China.

Curiosamente, una condena de Gu también podría replicar una de las viejas costumbres de las luchas políticas chinas: adjudicar la culpa a la esposa. “La importancia que se le ha dado a Gu tiene que ver no sólo con su crimen, sino con el hecho de que anteriormente el Partido ha utilizado a las mujeres para desviar las críticas hacia sus maridos”, señaló MacFarquhar. El caso más notorio es el de Jiang Qing, quien fue condenada -tras la muerte de su esposo Mao Zedong- en un tribunal televisado por los excesos de la Revolución Cultural.

El gran dilema es el destino que le espera a Bo. “Hay un gran debate en torno a si se le debe considerar un asunto interno del Partido o un caso penal, que requeriría su expulsión”, explica Fewsmith, añadiendo que el caso adquirió ya tal relevancia que será difícil para Pekín ignorar sus posibles efectos sociales. “Creo que no sería suficiente. El Partido deberá explicar qué hizo Bo exactamente. Una condena vaga por corrupción no resultará satisfactoria para las voces críticas dentro del partido o para el público chino en general”, añade.

Más allá del caso de Heywood, que disparó la caída de Bo, resulta claro que el político carismático y populista resultaba incómodo para varias facciones al interior del Partido. Su retórica maoísta, la brutalidad de sus métodos policiales y sus ambiciones desmedidas despertaban recelos dentro del ala más progresista del gobierno, que lo veía como un posible regreso a las épocas más caudillistas de la historia china.

Sin embargo, Bo gozaba de gran prestigio entre el pueblo y el ala más conservadora, que buscaba auparlo a uno de los nueve escaños en la cúpula del gobierno chino. “Es muy probable que Hu Jintao estuviese ansioso de impedir su ingreso al Comité Permanente del Politburó del Partido y que posiblemente intentase desbancar a Xi Jinping”, señala MacFarquhar.

El afán de protagonismo de Bo Xilai y su esposa pudo ser precisamente la causa de su caída. En un país donde los políticos suelen cultivar un perfil uniforme y sus esposas permanecen siempre alejadas de la vida pública, la pareja resultaba una notable excepción a la regla.

“El error de Bo y de Gu fue creerse más grandes que el sistema. En la China de hoy, ese es el pecado capital”, escribía el reconocido historiador Jonathan Fenby en el Guardian.

Artículo publicado en La Nación (Argentina)



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