En China, esconderse del sol es un deporte extremo

In by Andrea Pira

En China no existe ningún estado del clima en el cual las mujeres puedan salir a la calle sin tener que preocuparse por llevar accesorios para protegerse de la intemperie. En días lluviosos, como en cualquier parte del mundo, salen los paraguas y las chaquetas impermeables. En los grises días en que el azul del cielo desaparece detrás de una gruesa capa de smog, salen los tapabocas con los que guardan la esperanza de proteger sus pulmones de los químicos en el aire. Y en esos escasos días en que el cielo se despeja y sale un sol radiante, aparece por arte de magia una variedad casi infinita de parafernalia para protegerse la cara del sol. En China, el bronceo es fealdad y el sol el enemigo principal.
Si los franceses decidieran que la piel impecable de Blanca Nieves es el estándar de la belleza femenina, seguramente se llenarían las pasarelas de París de elegantes sombreros de todos los estilos. Pero al tratarse de China, una cultura que valora lo práctico sobre lo estético, las soluciones son al punto y sin ningún adorno.

Por las calles de la ciudad, las mujeres se mueven con viseras de acrílico polarizadas que les cubren toda la cara, como máscaras de soldar. Para protegerse la piel de las manos, usan guantes comunes de jardinería, y cuando llevan camisetas de manga corta en el calor insoportable del verano que con frecuencia superan los 30 grados, usan mangas especiales que les cubren los brazos como medias. Incluso es común ver a mujeres en moto, conduciendo con una mano entre el tráfico y sosteniendo con la otra una sombrilla que les provee un poquito de sombra.

Mientras en occidente cada vez se encoge más el tamaño del bikini, la codiciada piel dorada que revela el lunes en la oficina el lujo de unas vacaciones tropicales no es un ideal que comparten los chinos. Las playas se llenan de turistas al final de la tarde, cuando ya empieza a ponerse el sol, y en el mar no es raro ver a la gente nadando totalmente vestida. En Qingdao, una ciudad puerto que es un popular destino turístico en el nororiente del país, es una moda prevalente una máscara de nylon que, con unos pequeños agujeros para los ojos, la boca y la nariz, convierte a las nadadoras en personajes parecidos a competidores de lucha libre mexicana.

Hu Qing Lin, profesora de 32 años de una academia de lenguas en Beijing, llega el trabajo en una scooter eléctrica como muchos en la ciudad. A pesar de las altas temperaturas, siempre se pone una chaqueta de tela liviana y pantalones que le cubren las piernas cuando el día está soleado. “No quiero llegar a vieja llena de arrugas,” dice. “Tener la piel blanca es muy importante en China porque en el pasado, cuando no teníamos suficiente para comer, la gente tenía la piel amarilla por desnutrición. La piel blanca es una señal de salud.”

La piel blanca también fue en el pasado un ideal de belleza occidental, pues representaba una vida aristocrática disfrutada a la sombra. Una vez la era victoriana llegó a su fin, la piel pálida perdió su elegancia, siendo remplazada por el color caramelo de la alta sociedad que podía darse el lujo de pasar horas a la orilla del mar mientras las clases bajas trabajaban en la sombra de las fábricas.

En China, el cambio nunca se dio y hoy en día la piel nívea sigue siendo un símbolo tan potente de la belleza y clase femenina como lo ha sido tradicionalmente. El antiguo proverbio “una blancura cubre tres fealdades” todavía tiene resonancia en la sociedad moderna. Las revistas y las vallas publicitarias están llenas de fotos de modelos de piel pálida y pareja, tanto extranjeras como locales.

Wang Jing, organizador de eventos para una galería de arte, se sorprende cuando ve parejas de mujeres chinas con hombres extranjeros en la calle. “No he podido entender por qué se ven hombres de otros países tan atractivos con mujeres chinas tan feas. Parece que les gustan las mujeres de piel oscura que nunca encontrarían un buen novio en China,” comenta, revelando las diferencias en preferencias estéticas entre las distintas culturas.

Aunque en otras partes del mundo como la India y muchos países africanos la blancura de la piel es el resultado de la exaltación de una apariencia europea, en China la moda es más antigua. Desde antes de que hubiese mucho contacto cultural con Europa, los retratos de las diosas y de Buda eran pintados con la piel blanca, y las jóvenes de familia aristocrática, además de tener los pies vendados hasta que no podían caminar, tomaban ungüentos de perlas pulverizadas que supuestamente les aclararían la tez.

En China los esfuerzos para mantener la cara como jade blanco no se limitan a bloquear el sol. El blanqueamiento de la piel es una industria millonaria, que representa 30% del mercado de la belleza en el país. Los spas prometen tratamientos de láser y masajes que aclaran la piel, los doctores cirugías y pastillas, y los supermercados están llenos de productos que prometen descurtir la cara. Es difícil encontrar cremas, jabones y bloqueadores solares que no incluyan agentes blanqueadores, y el maquillaje está disponible solo en los colores más claros del espectro. Las mismas marcas internacionales como L’Oreal, Dove y Nivea, que venden autobronceadores en el mundo occidental, prometen a sus clientes asiáticos una piel blanca como la leche.

Tanto que el mercado de productos para blanquear la piel ha crecido exponencialmente, doblándose cada año durante los últimos cinco años, según contó al diario China Daily Elodie Huang, directora de la firma de mercado Asia Insight.

Como muchas otras industrias en China, es un sector que ha estado manchada por el escándalo y la controversia. En 2002, el departamento de salud de Hong Kong encontró niveles de mercurio entre 9.000 y 65.000 veces más alto que la dosis máxima recomendada en algunas de las marcas más populares de cremas blanqueadoras. Las altas dosis de mercurio pueden ser fatales. Además, muchos productos blanqueadores contienen altos niveles de esteroides que tienen efectos secundarios negativos que pueden incluir niveles elevados de azúcar en la sangre, supresión de la producción de esteroides naturales del cuerpo, y pueden incluso manchar de manera permanente la piel.

En las Américas y Europa la obsesión por la piel dorada aumenta la mortalidad causada por melanoma y otros cánceres de la piel. En cambio, en China las mujeres se exponen a los potentes químicos de las cremas blanqueadoras. Mientras la industria cosmética sigue haciendo millones, parece que ninguna cultura logra aún un ideal de belleza sin víctimas.


Laura Jaramillo Bernal es licenciada en Gobierno de la universidad de Harvard. Actualmente vive en Beijing con apoyo de la Michael C. Rockefeller Fellowship.


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