Elecciones en Venezuela: la realidad detrás de la conexión china

In by Andrea Pira

En 38 años de relaciones diplomáticas entre China y Venezuela, Caracas ha dispensado siete visitas presidenciales a Beijing. Seis de ellas han tenido lugar a partir desde la elección en 1999 de Hugo Chávez. En ese tiempo, la balanza comercial creció de US $1.900 millones hasta los US $10.272 millones en 2010, año en el cual el país caribeño se convirtió en el acreedor del préstamo más alto emitido por entidades bancarias chinas. Sin embargo, más allá de las cifras económicas, la realidad es que China se ha consolidado como un fundamental cliente del petróleo venezolano, pero no se ha convertido en el socio político que Chávez esperaba.

A pesar de los datos comerciales, invertir en Venezuela es “una mala elección” para los empresarios del gigante asiático, según el economista Wang Peng, investigador de la Academia de Ciencias Sociales de China. El especialista en Venezuela del más importante think-tank chino afirma que la nación caribeña sigue siendo un país “extraño” para la mayoría de los chinos, a pesar de los esfuerzos del gobierno venezolano.

De Caracas a Beijing

Antes de cumplir su primer año en la presidencia, Chávez partió en una gira asiática que, entre otros lugares, le permitió pasar tres días en Beijing. Ya en aquella visita señalaba que “China es garante de que el mundo no sucumbirá a un sistema unipolar dominado por una única superpotencia”, en referencia a Estados Unidos –principal socio comercial de Venezuela. Chávez iniciaba un acercamiento con China para sustentar su política anti-americana, movido por lo que él consideraba “una responsabilidad histórica” centrada en supuestas similitudes entre el pensamiento de Mao Zedong y Simón Bolívar.

Durante su estadía, Chávez afirmó que Venezuela vive un proceso similar al que China atravesó durante los años 50. “Después de vivir bajo un régimen corrupto y dictatorial, Venezuela ahora está abrazando la democracia y abriéndose a inversiones y negocios”, señaló. Previo a su discurso, ante un auditorio repleto de estudiantes de la Universidad de Beijing, se dijo orgulloso de haber guiado un golpe de Estado en 1992 y reclamó al decano de la prestigiosa institución por omitir el detalle insurreccional de su biografía.

En aquellos tiempos, las exportaciones de Caracas a Beijing sumaban apenas US $276 millones, según cifras de la Embajada de China en Venezuela. A su vez, las exportaciones chinas rondaban los US $1.607 millones. Los cambios en la balanza se produjeron, de forma irreversible, en 2003. Desde entonces, el superávit siempre ha sido favorable para Venezuela, con la salvedad de que el grueso de las exportaciones hacia China son petroleras. Por ejemplo, en 2008 el intercambio comercial alcanzó un máximo histórico de US $9.664 millones. Las exportaciones venezolanas sumaron US $6.552 millones, pero sólo US $270 millones correspondían a exportaciones no petroleras, de acuerdo con cifras del Banco de Comercio Exterior de Venezuela. En total, el petróleo representó el 78,3% de las ventas venezolanas a China entre 2007 y 2009, según datos de la la Comisión para Económica para América y el Caribe (CEPAL).

En efecto, el país pasó de exportar anualmente 1,2 millones de toneladas de petróleo en 1999 a 20 millones en 2010, según informó la Agencia Venezolana de Noticias. Es decir, casi veinte veces más en apenas una década.

Inversores preocupados

Ante esta situación, son cada vez más las voces que advierten sobre los inconvenientes de un comercio poco diversificado con China. El economista José Guerra cuestiona que los acuerdos con China estén centrados sólo en la exportación petrolera. El politólogo oficialista Nicmer Evans sostiene que el país debe profundizar en su posición de que los acuerdos no son una mera exportación de petróleo. “Debe haber una reciprocidad, pero para eso se está dando este primer paso que es estratégico en la relación”, señala.

Sin embargo, parece que no sólo no hay interés en China por otros productos venezolanos, sino que también podría haber temor entre los inversionistas asiáticos para asentarse en el país. El profesor Wang Peng cree que factores como el rápido incremento de la violencia en el país –que ha comenzado a afectar sistemáticamente a la comunidad china que reside en Venezuela– inciden en la decisión de empresas que ponen sus ojos en la nación caribeña. “Hay personas que quieren saber más acerca de Venezuela. Yo les digo que es un país hermoso con personas agradables, pero que invertir allí es totalmente una mala elección”, dice.

Wang incluso cree que otorgar préstamos al gobierno de Hugo Chávez es “un poco riesgoso, pero muy lógico porque el Gobierno [chino] quiere obtener el petróleo”. De hecho, entre 1990 y 2009 la inversión extranjera directa de China en Venezuela fue -según datos de la CEPAL- de apenas US $240 millones, cifra que contrasta con la IED china en otros países de la región como Perú, donde alcanzó los US $ 2.263 millones.

El informe anual de la CEPAL también explica que, mientras algunos países en la región como Perú o Colombia continúan creciendo en inversiones, “durante el último decenio, el nivel de entradas de inversión extranjera directa respecto al tamaño de la economía venezolana había sido bajo”, llegando incluso a registrar flujos negativos en 2006 y 2009. El organismo adscrito a la ONU acota que si bien en 2011 Venezuela recibió flujos de IED por US $5.302 (triplicando el monto registrado en 2010), “toda la inversión se materializó a través de utilidades reinvertidas y préstamos entre filiales, ya que las aportaciones de capital continuaron siendo negativas. Es decir, las desinversiones por parte de empresas transnacionales superaron a los nuevos aportes”.

“Los riesgos políticos en Venezuela son muy altos”, señala Wang Peng al ser consultado por los factores que están ahuyentando a los inversionistas. “El gobierno está tratando de centralizar poder para controlar el mercado. Las compañías extranjeras no pueden obtener dólares [por el control de divisas] o transferir sus ganancias a sus países. Las divergencias políticas son fuertes entre el partido de Gobierno y los de oposición. La situación doméstica realmente preocupa a los inversionistas chinos”.

¿Alianza política?

Aunque Estados Unidos se ha mantenido como el principal cliente de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa), el presidente Chávez ha hecho hincapié en la necesidad de diversificar su cartera de compradores y comenzó a mirar a Beijing como un posible benefactor, en un esquema similar a lo que representó la Unión Soviética para la aislada y contestataria Cuba de los años 60.

Pero China no parece interesada en dar un espaldarazo político a la “revolución bolivariana”, aunque sí en ser un socio comercial. “No hay duda de que las buenas relaciones gubernamentales facilitarán la sociedad económica [entre China y América Latina]”, subraya el profesor chino. “Pero China comprende que una sociedad basada en la lógica política perjudicaría sus intereses a largo plazo, porque un cambio de gobierno en Venezuela podría arruinar toda la cooperación alcanzada previamente. Entonces, en la opinión de China, los acuerdos entre China y Venezuela son altamente comerciales”.

A pocas semanas de las elecciones presidenciales en Venezuela, no parece que un cambio de gestión pueda representar un viraje en las relaciones con China, pero sí podría traer un reequilibrio en las negociaciones con Estados Unidos que, por temas de producción petrolera, podría incidir en el comercio con Beijing. Para Henrique Capriles Radonski, el principal contendor de Chávez por la presidencia, “cualquier cambio drástico con respecto a la realidad actual resultaría peligroso y no hemos visto que haya rechazo a la relación [con China], sino rechazo al deterioro de la relación con Estados Unidos”, señala Luis Vicente León, presidente de la encuestadora venezolana Datanalisis.

Revisión de acuerdos

Capriles promete meter la lupa en los acuerdos suscritos con China y con otros países “para garantizar que estén dentro del marco legal”, según sus propias palabras. “Se revisarán las características, condiciones y legalidad de los acuerdos suscritos por este gobierno”, señaló a China Files en una entrevista por correo electrónico. “Sólo así podremos calibrar su verdadera dimensión y sus implicaciones a futuro. Si hubiesen condiciones no acordes al interés nacional, se entraría a una fase de negociación con el país para evaluar las condiciones y posibles modificaciones, siempre en el marco de la legalidad”, añadió.

Los acuerdos entre Caracas y Beijing han sido una constante en el último lustro. En 2007 ambos países decidieron crear el Fondo Mixto Chino Venezolano que, con capital binacional, se destinaría a proyectos como el Satélite Simón Bolívar, cinco líneas de metro, un tren y una autopista.

China, a través de su Banco de Desarrollo, giró el primer préstamo por US $4.000 millones, y el Fondo de Desarrollo Nacional venezolano aportó US $2.000 millones. El acuerdo firmado a tres años -y prorrogable hasta por 15- definía que Venezuela debería enviar no menos de 100 mil barriles por día a China durante el tiempo que durara. Un segundo acuerdo fue firmado en 2008 con los mismos valores. Esta vez Venezuela debería cumplir con un envío diario oscilante en una banda de 107.000 a 253.000 barriles diarios.

Los recursos han generado polémica en el país por ser considerados una carta blanca para el presidente Chávez. Capriles Radonski señala que “se obviaron aspectos legales” en ese último acuerdo en el que el Banco de Desarrollo chino figura como ‘prestamista’, dos instituciones públicas venezolanas como ‘prestatarios’ y se establece una garantía constituida por la entrega de barriles diarios de petróleo hasta que las obligaciones asumidas por ‘el prestatario’ hayan sido cumplidas.

“El problema es que el artículo 93 de la Ley de la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Sector Público prohíbe expresamente contratar operaciones de crédito público con garantías o privilegios sobre bienes o rentas nacionales”, advierte el candidato opositor.

Erica Downs, investigadora especializada en petróleo del Instituto Brookings, señaló en un informe de 2011 que Beijing habría expresado al gobierno venezolano su malestar por el uso de US $8.000 millones del fondo sin una previa consulta a su contraparte china. Wang Peng dice no tener información relativa al Banco de Desarrollo chino, pero indica que, en su opinión el Fondo ha sido bien manejado. “De lo contrario China no habría decidido ampliarlo”, señala.


Divisa china en escena

La experta del Instituto Brookings afirma que los préstamos respaldados por energía tienen características atractivas indiscutibles: por su gran tamaño, amplio plazo de paga, disponibilidad y rapidez constituyen opciones de gran interés para países como Venezuela. A su vez, para China también resulta ventajoso negociar directamente de gobierno a gobierno.

El 23 de agosto de 2010 ambas naciones suscribieron un acuerdo en Beijing que convirtió a Venezuela en el mayor acreedor del Banco de Desarrollo de China. La entidad bancaria daría luz verde a una línea de crédito por US $20,8 mil millones. La mitad del préstamo se fijó en moneda china (70 mil millones de yuanes) y la otra mitad en dólares.

Esta variable generó polémica en Venezuela por considerarse el préstamo como una camisa de fuerza económica que, si bien otorga liquidez, obliga a consumir el dinero únicamente en el mercado chino.

Rodrigo Cabezas, miembro de la Comisión de Finanzas del oficial Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), asegura que la decisión no subordinó a Caracas ni implicó “desventajas”. “Una parte del componente del financiamiento proviene de China, por lo que comprarlo en moneda nacional es favorable. Además, Venezuela compra de China otros productos como partes para la construcción de viviendas y electrodomésticos”, señala.

Este préstamo garantizó para China un mínimo de 200.000 barriles de petróleo por día en 2010, 250.000 en 2011, y no menos de 300.000 desde este año y hasta la fecha en que se honre la deuda.

Aumento de producción

Aunque el ministro de Petróleo venezolano Rafael Ramírez anunció en agosto el aumento de la exportación de barriles de 460 mil a 640 mil por día, cumplir la promesa de enviar 1 millón de barriles a China en 2015 no parece posible a juicio del economista José Guerra. “La única forma sería duplicar la producción o sacrificar la venta a Estados Unidos”, explica.

Esta última posibilidad ha sido varias veces descartada debido a las implicaciones técnicas y económicas. El petróleo venezolano es pesado y requiere refinerías especiales para su tratamiento. Éstas han sido construidas mayoritariamente en Estados Unidos, quien también cumple con el prerrequisito de una alta demanda de crudo.

Aunque China puede igualar en interés de compra, en abril de este año se inicio la construccion de la primera refineria de crudo venezonlano entre PDBSA y CNPC y se espera que inicie operaciones entre el 2014 y 2015. Se ha hablado de la posibilidad de construir otras dos refinerías, pero nada se ha concretado hasta la fecha y expertos como Wang Peng creen que sería una inversión muy riesgosa para China.

El aumento de la producción petrolera ciertamente está entre las propuestas de la campaña electoral en curso. Sin embargo, José Guerra duda que esto pueda lograrse en menos de tres años debido a los problemas operacionales que enfrenta la estatal Pdvsa tras las reformas que Chávez realizó en la empresa a comienzos de la década.

Capriles no resta importancia a la necesidad de comerciar con Beijing, ampliando la relación a algo más que una venta de petróleo. José Guerra también cree que Venezuela tiene potencial para ofrecer otros productos –del sector metalúrgico y agrícola – que podrían contribuir a diversificar las ventas.

En todo caso, en febrero de este año ambos gobiernos suscribieron otros 14 acuerdos de cooperación bilateral que se traducen en un nuevo financiamiento para Venezuela de US $10.000 millones, elevando la línea de crédito a US $38.000 millones, de los cuales –según el ministro Rafael Ramírez- el país habría pagado ya la tercera parte.

Venezuela no parecen entender lo distinto de los modelos y objetivos entre estas dos naciones”.

Paula Ramón es una periodista venezolana que vive en China.


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