El largo camino del Quijote en China

In by Andrea Pira

La primera traducción del Quijote fue de 1612, siete años después de que fuera editado en Madrid por Francisco Robles. Desde la primera publicación de la obra en español, el inglés Thomas Shelton, especialista en lenguas romances, se sintió atraído por la historia del caballero loco y publicó “The History of the Valorous and Wittie Knight-Errant, Don Quixote of the Mancha”. Para ese año, el libro era ya un éxito en España, se perfilaba como un clásico popular y comenzaba a iniciar un camino que lo llevaría a conquistar Europa en una década. La traducción de Shelton llamó la atención del francés César Oudin, secretario y traductor oficial -del español, italiano y portugués- de Enrique IV. Oudin viajó a Madrid y se hizo de un ejemplar de la obra cuya primera parte publicaría en francés en 1614. Pero la marcha del Quijote hacia otros continentes se hizo más larga, especialmente en Asia.

Mientras Shelton y Oudin compartían en sus países las travesías del hidalgo caballero, China estaba bajo el mando del emperador Wanli, quien sería seguido por el emperador Tianqi en 1620, y se acercaba al fin de la Dinastía Ming (1368 – 1644), cuando Tianqi diera poder absoluto a Wei Zhongxian, el eunuco más poderoso que ha visto China y quien impondría un régimen de terror, en medio de una crisis económica y grandes hambrunas. Algunas décadas antes el poeta Wu Cheng’en había terminado lo que se transformaría en un clásico de la literatura china, Peregrinación al Oeste, y el intercambio cultural con el exterior aún era precario.

Si bien China fue uno de los primeros países asiáticos en tener una versión del Quijote, debió esperar hasta 1922, cuando apareció la primera versión aproximativa, convirtiéndose además en el primer libro de la literatura española traducida al mandarín. En Japón aparecería una versión recién en 1948, y en Tailandia en 2006.

Biografía de un Caballero Loco

Durante siglos, China fue un imperio cerrado culturalmente al occidente, más preocupado por mantener su equilibrio interno y beneficiarse del comercio internacional. A partir de fines del siglo XVII, con la continua llegada de misioneros europeos, se iniciaron algunas actividades de traducción en colaboración de letrados nativos. Sin embargo, predominaron traducciones en ciencias naturales.

El interés por la literatura occidental no se hizo notar hasta fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando comenzarían a trabajar en obras de la literatura anglosajona, y en menor medida, de la francesa. La primera versión del Quijote en mandarín tradicional llevó el título de Moxiazhuan, literalmente “Biografía del Caballero Loco”. Fue publicada en Shanghai y fue traducida desde el inglés por el escritor Lin Shu y su ayudante Chen Jialin. Ninguno de los dos sabía español y sólo Chen entendía inglés. Entonces diseñaron un modelo de trabajo conjunto: Chen leía, y traducía en voz alta, y Lin Shu, anotaba reinterpretando a su manera. Esta versión puede considerarse una traducción de una traducción de una traducción: del español al inglés, del inglés al chino hablado y del mandarín hablado al mandarín antiguo. Dicen que Lin Shu estaba viejo y enfermo e hizo la traducción de mala gana, siguiendo las indicaciones de un ayudante que tenía fama de vago y displicente.

El primer error que se le señala a esta versión –además de su traducción aproximativa- es la supresión del prefacio, en donde Cervantes da el tono a la obra y anuncia su plan. No contentos con eso, también se tomaron la libertad de agregar pasajes de su propia autoría cuando creyeron necesario. Uno de los tantos ejemplos se ve en el pasaje donde Andrés se encuentra por segunda vez con Don Quijote, días después de que el joven hubiera sufrido una terrible paliza cuando el Caballero hubiera tratado de salvarlo. El joven le acusa de meterse en sus asuntos, y le dice: “Dios le maldiga y a todos cuantos caballeros andantes hayan nacido en el mundo”. En la versión de Lin Shu, Andrés continúa la frase, adquiriendo un tono más político: “Los caballeros de este tipo deberían ser ejecutados por la ley para que ninguno pueda hacer daño a la sociedad”, y añadiendo: “yo haría lo mismo con los del Partido”. El dúo de traductores se encargó sólo del primer tomo y en China no supieron, por mucho tiempo, que existía una segunda parte. Uno de los más apasionados defensores de la obra por aquellos años fue el célebre escritor Lu Xun, autor de Diario de un loco quien comenzó a ensalzar la obra entre los letrados chinos. Lu, intelectual de izquierda y afín al Partido Comunista, definió al Quijote como "héroe ideal" y fue su gran defensor hasta el punto que se ganó el apodo de “Don Lu Xun” por parte de algunos enemigos.

Sin embargo, su interpretación condicionó la perspectiva bajo la cual fue leída durante años y quizás hasta el presente. La ausencia del segundo tomo ayudó a esta visión del Quijote como héroe ideal, pues es allí donde comete los atropellos más disparatados y donde finalmente, a su manera, se arrepiente. “Yo fui loco y ya soy cuerdo: yo fui don Quijote de la Mancha y soy ahora Quijano el Bueno”, dice el héroe en su lecho de muerte. A esta primera edición, durante los años treinta, le siguieron varias publicaciones piratas, que fueron de aparición fugaz, incluyendo la del escritor He Yubo quien se hizo eco de la historia general y sin leer el libro escribió un Quijote a su manera. De la historia general, esa versión conserva la locura del Caballero y el dúo con Sancho, pero las historias que atraviesan son completamente diferentes.

El largo camino

El libro de He Yubo muestra que el Quijote ya era bastante popular en China y que el libro era ya una imagen bien definida: la de un hombre viejo loco alto y flaco buscando aventuras seguido por un hombre bajo, fiel y bastante bruto. Esa popularidad hizo que en 1939, aunque el país estuviera sumido en la guerra con Japón, se presentara una nueva versión de la primera parte del traductor Fu Donghua. Aunque la traducción también fue hecha del inglés, fue una versión más cuidada y completa, en la que se incluía el prefacio y las partes eliminadas por Lin Shu, y se restituyeron a la versión original las adiciones voluntarias de los dos traductores.

Esa versión circuló por muchos años, pero aún faltaba la segunda parte y tener una traducción desde el español. El poeta y traductor Dai Wangshu, fue el primero en emprender esta tarea. El fundador de la Escuela Modernista de China, comenzó la traducción completa del Quijote hacia 1940. Era mucho mejor conocedor del francés que del español, pues había estudiado en Lyon. Pero gracias a sus numerosos viajes por España y su previa experiencia, la tarea estaba a su altura. Dai Wangshu ya había traducido entre otros a Chateaubriand, Remy de Gourmont, Julien Green, Radiguet, Supervielle, Paul Valéry, Aragón, Éluard y Sartre desde el francés, y a García Lorca, Ibañez, Azorín, desde el español, cuando encaró la novela de Cervantes. Trabajó durante un año y quienes tuvieron acceso al manuscrito aseguraron que se trataba de una excelente versión, en la que se respiraba el estilo conciso y claro del poeta. Sin embargo, el destino le jugaría una mala pasada. Durante la guerra sino-japonesa que duró desde julio de 1937 hasta septiembre de 1945, Dai trabajó como editor en Hong Kong, donde fue encarcelado por los japoneses y el manuscrito con la traducción se perdió, según parece, para siempre. Otras voces aseguran que el manuscrito se perdió en realidad en la Guerra Civil española, en donde el poeta participó como combatiente voluntario para los republicanos. Pero poco pudo saberse del manuscrito, pues Dai murió en Shanghai, poco después de terminada la guerra sino-japonesa, por una “sobredosis accidental de efedrina”.

El Quijote era ya uno de los libros occidentales más populares en China y para 1959, se celebró el 350 aniversario de la publicación del Quijote con una publicación de los dos tomos, traducidos igualmente por Fu Donghua, convirtiéndose en la primera traducción íntegra de la novela publicada en mandarín.

Poco después de la muerte de “El Gran Timonel” y a la reorganización y modernización que llevó adelante su sucesor, Deng Xiaoping, se presentó en 1979 una edición de la editorial de Literatura del Pueblo. Se trataba de la mayor editorial del país y esta edición, surgida al final de la Revolución Cultural tuvo un gran impacto y es, aún hoy, la versión más leída en China. Su traductora, Yang Jiang, tardó once años en aprender español tan sólo para poder acometer la traducción de la obra cervantina. Sin embargo el español que aprendió Yang estaba teñido de su conocimiento del inglés y el francés, lenguas que sí manejaba perfectamente. La traducción se vio plagada de errores que han sido señalados estos años por algunos hispanistas chinos. Por ejemplo cuando Cervantes dice “sujeto”, la traductora, incapaz de manejar la polisemia de esta palabra, piensa en el “subject” inglés y el “sujet” francés y así lo traslada al chino, usando el significado “tema”, produciendo en muchos casos -cuando el autor se refiere a la persona- errores que hacen casi incomprensible la versión china. En otras ocasiones “les faux amis” de las lenguas europeas que ella manejaba, la llevaban a producir entuertos de difícil solución. Por ejemplo cuando le tocó traducir la palabra “parientes”, ella lo interpretó como “parents”, que en francés y en inglés llevan el significado de “padres”, produciendo familias bien extrañas que se habrán considerado entre los lectores asiáticos como extravagancias españolas. A pesar de estas torpezas, la obra pudo hacerse el lugar que se ha hecho gracias a la pluma ágil de la traductora.

Yang Jiang, casi centenaria estos días, merece además una mención especial no sólo por su tarea como traductora del Quijote sino también como fundadora de un fondo “para estudiantes aplicados” que ella financia con los dividendos que procura su traducción de Cervantes. En las últimas décadas se sucedieron varias ediciones, intentando colgarse de lo que se convirtió un éxito de ventas. Entre ellas la de Tu Mengchao en 1995, de la editorial Yilin, la de Liu Jingsheng en el mismo año, la de Tang Minquan en 2000, de la editorial del Pueblo de Shanxi y la de Dong Yansheng, publicada en 1995, por la editorial de Literatura y Arte de Zhejiang, considerada como la versión “definitiva” del Quijote en chino, galardonada en el año 2001 con el premio Lu Xun «Arco Iris» a la Traducción Literaria.

Dong Yansheng, el último misionario

Dong Yansheng es quien tradujo la obra de Cervantes a más de 3 millones de caracteres del chino simplificado y cuya versión es hoy la más aceptada por los hispanistas chinos. Leyó el Quijote en su juventud, en la versión de Fu Donghua, y se quedó admirado con la historia del Caballero de la Triste Figura, al punto que Cervantes se convirtió en su autor favorito junto con Dostoievski, quien también fue muy traducido en China. Dong es la eminencia de español en China. Además de ser el último traductor del Quijote, es también el responsable del manual para aprender español, con el que estudian todos los aspirantes a hablar la lengua de Cervantes en el país.

En su enorme biblioteca, además de encontrar una especial selección de obras europeas, se encuentran varias versiones del Quijote, en mandarín y en otras lenguas, entre las que resaltan la de Martín de Riquer, ilustrada por Salvador Dalí, la edición ilustrada por Gustav Doré de Ediciones Populares Iberia, y la popular edición la Real Academia Española y publicada por Alfaguara, con la que se celebró en 2005, el IV Centenario de El Quijote. Casi escondida en uno de los anaqueles, se ve la suya, que es considerada por los hispanistas chinos como la mejor versión publicada en el país. Dong empezó a estudiar español a los 17 años por completa casualidad. Él había elegido ruso, pero su mejor amigo se había inscrito en español, por lo que cambió de parecer y decidió compartir los cursos y las nuevas experiencias de la vida académica con ese compañero que conocía desde la infancia.

Apenas recibido y después de haber viajado por España, empezó a trabajar como profesor de español en la Universidad de Beijing, la más distinguida universidad de China. Pero eran malos tiempos, comenzaba la Revolución Cultural de Mao -a quien Dong considera “el demonio”- y estuvo casi diez años sin trabajar. Después, volvió a la vida universitaria, alternada con traducciones varias desde el español, hasta que un día, a finales de 1993, llegaría la propuesta que modificaría su carrera. “Un editor se presentó en mi casa y me planteó si estaba dispuesto a sacar una nueva versión del Quijote. La propuesta me dejó totalmente pasmado, porque nunca había pensado en eso, suponiendo que se trataba de un cometido arduo que solo estarían en condiciones de arremeter los grandes genios. “Luego de reflexionar un poco, me dije, con probar, no perderé nada”, recuerda, contando que sólo empezó a trabajar cuando obtuvo del editor la condición de que le daría el tiempo necesario para el trabajo.

“Fue así como se inició mi martirio. La cosa no se me ocurrió, sino que sencillamente me ocurrió”, añade. Se entregó entonces a la lectura de la versión de Yang Jiang, la más conocida de aquel entonces, confrontándola, además, con el texto original. Esa experiencia lo armó de valor, ya que estaba seguro de que “por lo menos no cometería los muchos errores que pululaban por ahí”, cuenta. Recordando su complicado trabajo trasladando a Cervantes dice, “las dificultades se me pusieron delante como una cordillera de los Andes. Es decir, todo, toda la obra: su vocabulario, su sintaxis, sus metáforas, sus refranes, sus juegos de palabras y sobre todo su simbología y elucubraciones filosóficas”. Este traductor quijotesco ha ido siempre contra la corriente. En un país en el que la familia es un valor fundamental, ha decido no casarse. Además, se permite dudar del partido y sobretodo maldice contra Mao.

Dong es un experto en las diferentes versiones del Quijote y en encontrar desaguisados de los traductores aquí y allá. “Hay traductores demasiado alegres que justifican su chapucería diciendo que se trata de una recreación. No se puede negar que se encierra cierta dosis de creatividad en la traducción, sobre todo la efectuada entre el chino y cualquiera de las lenguas europeas. Pero se entiende la creatividad en este caso por los ingentes esfuerzos que haya que hacer por vencer los obstáculos aparentemente insuperables y de ninguna manera se tiene que utilizar como excusa de la irresponsabilidad”. Ahora Dong espera que se haga una nueva traducción al chino de la obra de Cervantes. “Siempre fui partidario de que se renueven cada cierto tiempo las traducciones de las obras monumentales de la literatura universal. ¿Acaso no van renovándose la mentalidad, el lenguaje y el gusto estético?”.

Artículo producido para la revista Enie, Argentina

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