Parecía una ironía: el fin de semana pasado aterrizaba en China el francés Nicolas Anelka, la mayor contratación en la historia del fútbol chino -superando la del argentino Darío Conca-, pero los medios deportivos y aficionados estaban más pendientes de otro suceso, menos futbolístico. Ese mismo día la noticia era otra: comenzaban a caer las condenas por el escándalo de corrupción que sacudió a la liga china hace dos años. En total, 39 dirigentes, presidentes de clubes y árbitros fueron condenados a penas de hasta 12 años de cárcel.
Durante varios años, el fútbol chino tuvo más de circo que de competencia deportiva con todas las de la ley. El negocio era simple y calculado: el equipo A pagaba al equipo B para que perdiera. El equipo B luego apostaba dinero en las páginas de apuestas en Internet y aumentaba sus ganancias. Así se repetía con otros partidos, beneficiando a todo el que aceptara estar en la movida y entrar una red con muchos tentáculos: árbitros, directores técnicos, jugadores y hasta los intermediarios entre el gobierno -que hasta hace poco controlaba prácticamente la totalidad de la liga- y los equipos.
Juntos, se dice, decidieron varios partidos del campeonato de 2006 en la serie B china, manejando como titiriteros el desempeño del fútbol nacional, con ascensos y descensos que podrían incluso llegar a anular las pasadas temporadas.
Entre los caídos en desgracia figuran varias reconocidas personalidades del fútbol chino. Yang Yimin, el ex vicepresidente de la Federación China de Fútbol, fue condenado a diez años y medio de prisión por haber recibido 1,2 millones de yuanes (US $200.000) en sobornos. Para hacerlo aún más inverosímil, los sobornos provinieron de 20 equipos diferentes. Zhang Jianqiang, el director de arbitraje de la Federación china, fue condenado a 12 años por recibir sobornos de casi medio millón de dólares.
La lista de caídos es larga: Lu Jun, el más importante árbitro chino y oficial durante el Mundial de Corea del Sur y Japón en 2002. Du Yungi, ex presidente del Qingdao Hailifeng, fue condenado a ocho años. Wang Po, el presidente del único equipo profesional del Tibet, también recibió una pena de ocho años. Wang Xin, entrenador del Liaoning Guangyuan, siete años y una multa de 3 millones de yuanes.
En estos dos años desde que comenzó la investigación, curiosamente, la liga china ha visto la inversión de millonarias cifras, con frecuencia siguiendo el modelo del “magnate dueño” que llevó a sus máximas proporciones -al menos en tiempos recientes- Roman Abramovich en el Chelsea. Con la llegada de futbolistas y entrenadores de talla mundial como Anelka y Conca la liga china intenta ahora reconstruir su credibilidad, aunque aún quedan varios juicios -incluyendo el de otro ex vicepresidente de la Federación y un ex entrenador nacional- por terminar.
Ahora la liga quiere comenzar un nuevo año y pasar la página con estrellas de la talla de Nicolas Anelka.