La visita del presidente Juan Manuel Santos a China fue una gran oportunidad para demostrar que de parte del gobierno colombiano existe una voluntad política de afianzar los vínculos con el país asiático, además de que representó aquello que los chinos llaman un ‘viaje de confianza’, que permite el contacto cara a cara, y eso en el contexto chino cobra gran importancia. Sin embargo, se trata de una relación aún por construir, que requiere la elaboración por parte del gobierno colombiano de una política seria hacia China que potencie los intercambios económicos, así como los educativos, culturales y científicos.
Aunque Colombia estableció relaciones diplomáticas con China hace 32 años, éstas no han sido tan sólidas y fructíferas como con otros países de la región, especialmente debido a cuatro factores. Primero, las pocas visitas de alto nivel y el bajo o nulo despliegue de las mismas en Colombia, a excepción de la del vicepresidente Xi Jinping en el pasado reciente. La venida de Hu Jintao al país poco antes de ser presidente de China, de Jia Qinglin (2005) y de Li Changchun (2012), quinto y cuarto hombres más importantes de China, muestran el nivel de importancia que se le ha dado a las visitas de ese país.
En la evolución de la relación América Latina-China, la cooperación económica, la balanza comercial y la inversión muestran un aumento a un ritmo exponencial; sin embargo, en dicho contexto la relación de Colombia con China es débil comparada con la de sus vecinos, según estudios de la Cepal y el Colegio de México, ubicándose con relativa frecuencia después de Brasil, México, Argentina, Chile, Venezuela y Perú.
Dicha posición no se corresponde con el tamaño de nuestro país, su ubicación geoestratégica y su potencial económico. En gran parte se ha debido a la falta de conocimiento de Asia, lo que ha significado, según expertos chinos, “falta de audacia” del empresariado colombiano para adentrarse en China. Pero el contexto internacional muestra indefectiblemente que China es cada vez más importante que el G-7 para la economía mundial. En ese sentido, la relación con el gigante asiático no debe entenderse solamente en términos de qué le compramos y qué le vendemos, sino cómo nos podemos asociar y diversificar en proyectos a mediano y largo plazo. Vale la pena seguir el ejemplo de Brasil, que elaboró su Agenda China en 2008; de Chile, con su Plan de Políticas sobre China, o de México, con el Grupo de Trabajo sobre China.
Otro aspecto clave por mejorar es el papel de la Cancillería, si se la compara con otras de Latinoamérica. El tamaño de las embajadas, la formación y el nivel de los funcionarios han sido factores decisivos en el acercamiento a China. Resulta muy diciente que mientras Cuba tiene 22 funcionarios en su embajada en Beijing, México y Venezuela tienen 12 cada uno, Ecuador 11, Chile 7 y Costa Rica 8, Colombia apenas tiene 6. A su vez, para cancillerías como la cubana y la ecuatoriana, el aprendizaje del idioma chino es un requisito para todos sus empleados. Funcionarios con doctorado y ex ministros conforman el cuerpo diplomático de embajadas como la costarricense y la ecuatoriana en Beijing. Según el embajador ecuatoriano en China, Leonardo Arizaga, “nuestra embajada en Pekín es una de las dos más importantes en el mundo para el Ecuador”.
Un cuarto elemento consiste en no circunscribir las relaciones solamente al intercambio comercial bilateral. Se requiere un acercamiento integral a la región, donde tanto el diálogo político como el intercambio cultural y el fomento del conocimiento y la investigación sean igualmente importantes.
Hacia una agenda de trabajo con China
Primero, hay logros y compromisos adquiridos en materia de comercio, inversión, energía, agricultura y alimentos que comprometen a Colombia a fortalecer su relación con China más allá del intercambio mercantil, si se quiere fortalecer la relación con la gran potencia emergente de este siglo. Esto implica para el país la necesidad de generar las bases para un verdadero desarrollo industrial con tecnología e innovación y significa, ahora sí, mirarse a 20 y 30 años hacia adelante, una lección sobre la que los chinos son expertos.
De otra parte, según el Presidente, “los 9 memorandos que firmamos sientan las bases para el Acuerdo de Libre Comercio, si se logra negociar, pues nos abre el mercado chino”. Esto prácticamente centra la visión colombiana de las relaciones con China en la firma de un TLC, lo cual implica perder la mirada de contexto.
Cabe estudiar cómo ha sido la experiencia de los países latinoamericanos que lo han firmado con esa nación. No es que el TLC per sé nos abra las puertas con ese país. Los casos de Chile, Perú y Costa Rica así lo demuestran: en materia comercial ya tenían un mercado muy fuerte con Asia y además no fue una iniciativa separada del aumento de las visitas de alto nivel, del intercambio cultural y del fomento a la investigación sobre China en la Academia.
Chile es el gran visionario en las relaciones con el Pacífico. La alianza entre universidades públicas peruanas en asociación con sus pares chinas ha solicitado desarrollar programas de investigación conjunta en temas relacionados con la innovación y el desarrollo de tecnologías de la información. Costa Rica tiene anualmente más de 100 becarios en China aprendiendo mandarín dentro de los acuerdos gobierno a gobierno, mientras Colombia tiene entre 30 y 40 becas anuales. El Presidente Hu Jintao en su reunión con el mandatario colombiano formuló 4 puntos para impulsar las relaciones chino-colombianas que muestran la visión de China.
Primero recomendó mejorar la confianza mutua en política y abogó porque funcionarios de alto nivel, de gobierno, legislaturas y partidos políticos de los dos países fortalezcan el diálogo, con el objetivo de entenderse mejor y apoyarse en temas de interés mutuo. Esto tiene un gran valor en la construcción de las relaciones con China, ya que los diálogos persona a persona fortalecen el clima de confianza, y ésta “es más valiosa que el oro y cualquier moneda”, según Ma Zhegang, director del Instituto de Estudios de Problemas Internacionales de China.
El mandatario chino dijo también que “China y Colombia deben alcanzar de manera conjunta el desarrollo común en lo económico”, lo que implica desarrollar la visión de socios, no de contrapartes. Se trata de perspectiva que es típica de los países de Oriente y a la que si Colombia se abre, el país puede servir como una plataforma de enlace no sólo con otros países latinoamericanos, sino también con Estados Unidos y la Unión Europea aprovechando su privilegiada ubicación geográfica, es decir, asociándose y haciendo triangulaciones. El caso de Costa Rica es un ejemplo: es parte de las cadenas de valor en materia tecnológica con países del Asia Pacífico.
Como tercer punto, Hu reclamó enriquecer el contenido de los intercambios para ampliar la cooperación en las áreas de cultura, educación, radiodifusión, televisión, cine y reducción de desastres. Y señaló que es preciso intensificar los contactos entre jóvenes, sectores no gubernamentales y gobiernos locales. Aquí es claro el énfasis en áreas vinculadas con el ámbito de la cultura. Esto amplía considerablemente el enfoque de las relaciones entre ambos países. En efecto, uno de los objetivos importantes del XII Plan Quinquenal (2011- 2015) es acelerar el desarrollo de las industrias culturales.
Todo lo anterior lleva a tener en cuenta el contexto chino a la hora de evaluar los acuerdos y la relación con ese país: de una parte, el discurso del mandatario chino tiene una perspectiva integral, donde se abordan todos los ámbitos de relación. El presidente de Cofco en su conversación con el mandatario colombiano reveló no solo el buen concepto que tienen los chinos sobre el país, sino que a la vez expresó esa visión de totalidad: “es un país geográfica, política y económicamente correcto y tiene recursos humanos y naturales".
El ámbito económico es el mayor punto de identificación en este momento, pero ello no significa que se descuiden otras áreas. Esto es claro en la política china: aunque el gigante asiático se viene acercando a América Latina desarrollando sinergias en el plano económico, está elevando el diálogo político y los intercambios culturales.
Resta que Colombia asuma con responsabilidad y conocimiento los compromisos adquiridos, teniendo en cuenta que en las relaciones con Oriente, la palabra es antecedida por los hechos, porque pone a prueba nuestra capacidad de materializar lo que decimos.
Diana Andrea Gómez es la directora del Centro de Estudios de China en Bogotá (Colombia).
Este artículo fue publicado en El Espectador en dos entregas.