“Los estadounidenses son malas personas, pero los japoneses son peores”, aseguró un anciano chino a un grupo de turista que recorrían la Gran Muralla. Esta frase, describe las relaciones políticas entre los dos países, el resentimiento que han dejado tantas invasiones de los nipones en el territorio chino. En diciembre de 1937 dos oficiales japoneses, Toshiaki Mukai y Tsuyoshi Noda, realizaron un brutal concurso. El primero en asesinar simultáneamente por decapitación a más de 100 personas con la katana (sable japonés) sería el ganador. Mukai y Noda llegaron a un empate (106 y 105). La solución fue una segunda ronda con la meta de 150 ciudadanos chinos, así sabrían quién sería el vencedor. Más controversial aún fue la serie de artículos en la prensa japonesa que celebraron el acto calificándolo como heroico. Ese ‘concurso’ es quizá el hecho más representativo de la conocida las masacres en la ciudad de Nanjing (que significa capital del sur).
También llamada la Masacre o Violación de Nanjing, ocurrió en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, desde diciembre de 1937 hasta principios de febrero de 1938. Nanjing era entonces la capital de China, una de las ciudades más prósperas y centro industrial de la época.
Los incidentes se dieron luego del primer intento en detener el avance japonés, cuando Chiang Kai-Shek venció con las mejores tropas del Kuommintang al Ejército Imperial Japonés en la Batalla de Shanghái.
Desterrados y en busca de una venganza por su derrota, se dirigieron a Nanjing, donde cometieron crímenes de guerra, violaron mujeres, saquearon y ejecutaron tanto a prisioneros de guerra como a civiles. En una de las conmemoraciones a la masacre en 1951, la agencia de noticias Xinhua reportó el testimonio de un testigo: “Los soldados japoneses violaron a una mujer embarazada en un hogar campesino, le cortaron el abdomen y sacaron su feto. Los japoneses fueron brutales”.
En los recuentos históricos, Japón siempre será un país que abusó de su poder tanto para China como para Corea del Sur y Filipinas. El número de muertes es un tema que hoy incomoda las relaciones políticas entre China y Japón. El país comunista asegura que fueron más de 300.000 asesinatos a civiles. Sin embargo el tribunal de Guerra de Tokio notificó que el número total de muertes fue de 250.000. Historiadores y nacionalistas japoneses aseguran que la masacre ha sido exagerada y usada con fines meramente de propaganda.
Posiblemente, la discusión cuantitativa tiene más un tinte de resentimiento acumulado con el tiempo, para China es un motivo de reclamar el abuso histórico, no son las muertes, sino todas las violaciones y abusos de la isla sobre China.
Una lista de invasiones japonesas atiborradas de imposiciones culturales (es posible que por esto ambos países comparten ciertos caracteres), un pueblo chino obligado a adoptar costumbres y tradiciones de Japón desde las escuelas. Los maestros eran japoneses, incluían métodos como golpear a los alumnos por leves equivocaciones (uno de los castigos consistía en permanecer arrodillado sobre la nieve durante horas), películas con primeros planos de los éxitos bélicos a los japoneses. Cuando los niños se cruzaban con un japonés, estos debían hacer reverencia. También establecieron que el arroz fuera un alimento reservado para los japoneses y gran parte de la población china solo podía subsistir de bellotas y sorgo.
Por mucho tiempo, los obreros chinos fueron explotados hasta muerte en las minas japonesas que extraían materiales, luego exportados a Japón. Esto sucedió específicamente en la invasión en Manchuria, una zona especialmente rica en recursos naturales.
Las violaciones a las mujeres demostraron la función de debilitar a toda una comunidad, castrarla. Los invasores japoneses buscaban a las mujeres chinas en Nanjing y en grupos las violaban. “El horror de las escenas es difícil de describir. Especialmente con las mujeres, sus rostros oscuros, con los dientes caídos, las mejillas rotas y sangre en su boca. Los senos habían sido cortados, el pecho y el abdomen abierto, mostrando los intestinos esparramados por el suelo. En los úteros golpeados habían bayoneta incrustadas". Así lo narra un testigo en el libro “Historia fotográfica de las atrocidades del ejército japonés".
Cuando la guerra terminó, los autores principales, casi todos soldados del Ejército Imperial Japonés, fueron juzgados y declarados culpables por crímenes de guerra por el Tribunal Militar internacional o Tribunal de guerra de Tokio (el órgano que juzgó los crímenes de guerra de Japón cuando terminó la segunda guerra mundial) y posteriormente fueron ejecutados.
Los tiempos han cambiado y la masacre hace parte de una historia más de los intentos de Japón en expandirse. Sin embargo, hoy , a los 70 años de conmemoración del suceso, China sigue instando a Japón a recontar la historia sobre su agresión. Así lo aseguró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hong Lei, en una declaración durante la visita de la canciller de Alemana, Angela Merkel, en Japón : "China ha mostrado generosidad hacia Japón al diferenciar a la minoría militarista que cometió crímenes y a la mayoría de los japoneses", declaró Hong. "El problema es que Japón debe mostrar sinceridad en lugar de ignorar la historia", afirmó.
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