Aunque su comportamiento despierta críticas, en los principales destinos los buscan porque sus gastos en viajes aumentan cada año Un pasajero activó el deslizador inflable del avión "para salir más rápido" después de que aterrizó. Otro, que viajaba por primera vez en una aeronave, abrió la puerta de emergencia antes del despegue porque se "sentía muy sofocado". Una turista se lavó los pies en una fuente del Museo del Louvre. Un adolescente escribió "Ding Jinhao estuvo aquí" sobre la pared de un templo de 2700 años de antigüedad en Egipto. Una mujer extendió su ropa interior para secarla en la sala de espera del aeropuerto de Chiang Mai, en Tailandia. Y en pleno vuelo los viajeros de dos filas contiguas se enfrascaron en un combate a puños a causa del llanto de un bebe. Los turistas chinos están protagonizando titulares por su mal comportamiento.
Pero mientras los chinos se adaptan a viajar a otros países, el mundo debe acomodarse para recibirlos, ya que el gasto que hacen en el extranjero aumenta año tras año.
"El comportamiento de los turistas chinos está cambiando a medida que adquieren más experiencia", dijo Chen Xu, investigador de la Academia China de Turismo. "Y al tiempo que eso pasa, suelen interesarse por destinos más exóticos, como Nueva Zelanda, el norte de Europa y América Latina."
Por ahora a los chinos les cuesta la adaptación. Incluso llegaron a ser excluidos de ciertas atracciones. El 3 de febrero se prohibió la entrada de turistas chinos al templo budista contemporáneo Wat Rong Khun (Tailandia), cuya remodelación fue diseñada y financiada en 1997 por el artista Chalermchai Lositpipat. Ese día, una mujer que integraba de un tour había defecado en un excusado decorativo estilo Marcel Duchamp, y arrojó el papel higiénico sucio a una fuente de agua.
El templo tan sólo volvió a estar abierto al público chino cuando Lositpipat estableció que los guías de los grupos se harían responsables por limpiar o reparar cualquier daño ocasionado por los turistas.
[Lea también: "Turistas chinos son ricos en dinero pero pobres en tiempo": experto]En los principales destinos, parece haber una relación de amor y odio hacia los turistas chinos, cuya cantidad se multiplicó durante las últimas dos décadas. Según cifras de la Administración Nacional de Turismo de China (ANTC), en 1997 hubo 8,43 millones de chinos que viajaron al extranjero. Para 2012, la cifra escaló a 83,18 millones y en 2014 fueron unos 100 millones.
Este mes se volvió a batir el récord de la cantidad de chinos que viajaron al extranjero durante la temporada del Año Nuevo, entre el 15 y el 25 de febrero. Según la ANTC, este año hubo 5,18 millones de pasajeros, un aumento del 10% respecto a 2014.
Pero al tiempo que aumenta esta cantidad, se agrava la preocupación no sólo fuera de China, sino también dentro, por el comportamiento de algunos de sus turistas.
"¿Este tipo es tonto? ¿Por qué patea la campana?", comentó un usuario de Weibo, el Twitter de China, sobre la noticia de que un turista le había dado un puntapié a la campana de un templo antiguo en Tailandia. "No entiendo en lo que piensa esta gente. Si una persona comete algo inapropiado, puede afectar la imagen de todos nosotros", agregó.
"Cada vez perdemos más la cara en los países extranjeros", se lamentó otro usuario. El "perder la cara", una expresión que denota quedar en evidencia ante una situación vergonzante, es una de las circunstancias más indeseables en la cultura china.
La importancia de que China presente una buena imagen en el exterior se hizo tan apremiante que incluso el presidente Xi Jinping hizo un llamado para que los turistas mejoren su comportamiento. "Debemos enseñarles a nuestros ciudadanos a ser un poco más civilizados cuando viajan al exterior", dijo durante una visita a Maldivas. "No arrojen botellas de agua al suelo, no destruyan los corales, consuman menos fideos instantáneos y disfruten de la comida local".
Los fideos, la comida instantánea por excelencia de China, fueron protagonistas del incidente que más molestó al gobierno y que motivó una respuesta oficial inmediata. El 12 de diciembre pasado, durante un vuelo de AirAsia de Bangkok a Nanjing, una pareja china que protestaba por los asientos asignados quemó a una auxiliar de vuelo al arrojarle un recipiente de fideos al rostro, y amenazó con hacer estallar el avión.
La nave tuvo que regresar a Bangkok, y la policía de Tailandia arrestó y deportó a la pareja. La ANTC anunció que en China habría un castigo para ellos y para cualquier otro turista que tuviera un comportamiento reprochable.
"La ANTC creó un sistema de ‘créditos’, que establece que si no te comportás de acuerdo con las normas o leyes del lugar de destino, te incluyen en una especie de lista negra", dijo Chen. "Como castigo, se imponen limitaciones para viajar. Se dice que no se tolera el comportamiento de los chinos, pero al mismo tiempo se les da la bienvenida porque generan ganancias".
El gasto de los turistas chinos en el extranjero, que aumentó 18% de 2013 a 2014, hasta 151.000 millones de dólares, motiva a muchos en la industria turística a ir más allá de una simple bienvenida.
España, por ejemplo, emprendió una campaña para hacer lugares ‘amistosos para chinos’. El Museo Thyssen-Bornemisza ofrece catálogos en chino, hay hoteles que tienen el servicio de canales de televisión en mandarín y varios restaurantes ajustaron el contenido de sus menús. A partir de este mes, los chinos son los turistas que más gastan en España: un promedio de 2.000 euros en un paquete turístico.
En otros lugares también hubo cambios. En Los Ángeles, ya se ofrece un curso para gerentes de hotel destinado a facilitar la experiencia de los huéspedes chinos, y VisitBritain, la oficina de turismo británica, lanzó una campaña en las redes sociales WeChat y Weibo para que los usuarios les den nuevos nombres a las principales atracciones e íconos culturales, desde los Beatles (a los que llaman pi tou shi, o caballeros de pelo largo), hasta Stonehenge (ju shi zhen, grupos de grandes piedras).
Artículo producido originalmente para La Nación, Argentina.
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