En busca de una casa: China se avecina a una crisis inmobiliaria

In by Simone

El mercado inmobiliario chino se está volviendo imposible. Los posibles compradores se están viendo frustrados por dos factores: el aumento de los precios y la escasez de viviendas a costos asequibles. La especulación de las autoridades locales anda por los cielos: su negocio es vender tierras agrícolas a los constructores para llenar las arcas del Estado. Los constructores, con la complicidad del sistema tributario chino, prefieren construir parques industriales y viviendas de lujo en lugar de edificios populares. Así las cosas, comprar una casa es cada vez más difícil para la clase media, que rápidamente se expande.
Todos los miércoles Qu Guoliang y su familia protestan frente al palacio de la Autoridad de Vivienda de Shanghai reclamando su vieja casa. Ni siquiera, la de sus abuelos realmente. La vienen reclamando desde 1974 y en 1994 un tribunal dictaminó que pertenecía a la familia. Sin embargo, la casa nunca les fue restituida y fue demolida al año siguiente.

Al igual que ellos, más de un centenar de personas con el mismo problema –a quienes los diarios bautizaron los “buscadores de casas”- se reúnen todas las semanas en Shanghai. El Southern Metropolis Weekly estima que, con al menos unos 4.000 casos, Shanghai es la ciudad más afectada. 

"Los buscadores de casas no se reúnen sólo en Shanghai, sino en muchas otras ciudades", escribió el Global Times. En la mayoría de casos se trata de casas que fueron confiscadas durante los años cincuenta, cuando existía una escasez de vivienda en las ciudades.

Luego la historia siguió su curso: vinieron la Revolución Cultural, las reformas de Deng Xiaoping y la acelerada urbanización de los últimos años. Los antiguos habitantes de las casas cuestión se vieron obligados a vivir en otro lugar y sus casas fueron alquiladas a otros, cuando no destruidas.

El señor Qu y sus compañeros de lucha sólo buscan ser compensados por su pérdida, pero no lo serán porque son demasiados y porque el mercado inmobiliario chino se está volviendo imposible. El precio por metro cuadrado de un apartamento en Shanghai es ahora dos veces y medio mayor que lo que era en 2007, mientras que la mayoría de viviendas a buen precio no están a la venta. Y los nuevos edificios que se construyen difícilmente apuntan a vender a precios bajos.

El censo realizado en abril reveló que el 49,7% de la población china –1.300 millones de personas- viven en ciudades, en comparación con aproximadamente un 20% que en 1982, cuando comenzaban las reformas económicas. Es decir, la población urbana prácticamente se ha triplicado en 30 años.

La particularidad del fenómeno es que el Estado ha estado involucrado en muchos sentidos: es quien gestiona la construcción de nuevas ciudades, regula la reubicación de las personas desplazadas y responde activamente –a veces de manera violenta- a la nueva ola de los ocupantes ilegales. Pero, por encima de todo, especula con los precios.

Y las acusaciones de corrupción de sus funcionarios se han hecho comunes. Se les ha señalado de aceptar sobornos de los grupos constructores, así como de las personas que se ocupan de las investigaciones de mercado y la posible reconversión de terrenos agrícolas en suelo urbanizable.

Tao Ran, un profesor de la Universidad del Pueblo de Beijing y experto en cuestiones relacionadas con la tenencia tierra, señaló al periódico británico The Guardian que el problema es de base. La tierra es de propiedad colectiva y los agricultores no tienen derecho a vender el espacio que alquilan. La venta de la tierra se ha convertido en una de las principales fuentes de recaudo para los gobiernos locales, alcanzando en algunas áreas hasta la mitad de todos sus ingresos. Sin embargo, el sistema tributario está organizado de manera que la renta es mayor con el desarrollo industrial que con el residencial.

El problema es que el gobierno central no financia suficientemente los gobiernos locales y, como resultado, "algunas administraciones locales están literalmente excavando hoyos para llenar sus arcas", señaló Suisheng Zhao, profesor del Centro de Cooperación China-Estados Unidos y colaborador de la revista Journal of Contemporary China. Como consecuencia, sobran los condominios de lujo, los gigantescos edificios de uso gubernamental y los rascacielos. En las ciudades de provincia brotan los hoteles de cinco estrellas al lado de tugurios. Las ciudades se ahogan entre el polvo y el smog. Y mientras tanto, los ciudadanos corrientes no encuentran casa.

Tao Ran señala también que el sector manufacturero ya está sobrecargado, pero que de todas maneras el 50% de las nuevas áreas urbanas corresponden a parques industriales, mientras que sólo el 20 o 30% por ciento son para uso residencial. Los estándares internacionales de uso de tierra suelen recomendar que entre el 50 y el 70% sea domiciliario.

Hasta los grandes constructores han sentido los efectos de la burbuja. "Este es de lejos el año más difícil en términos de ventas", señaló Zhang Xin, responsable de las decenas de enormes complejos de oficinas de lujo que llevan el nombre Soho. Entre tanto, la crisis del mercado inmobiliario se agudiza. Las ventas andan por el suelo y los precios de las viviendas en las nubes. La burbuja está a punto de estallar, y el señor Qu y los demás “buscadores de casas” albergan pocas esperanzas de recuperar las suyas.

[Fotografía de Tania Di Muzio]