“No se puede ser artista y no ser político”: Patricia Calvo, fotógrafa y artista mexicana

In by Andrea Pira

Patricia Calvo es una artista mexicana de 39 años que llegó a Beijing en 1998. Ha estudiado temas relacionados con arte en países como Brasil, México, Italia, Irlanda y China, país que le otorgó una beca para estudiar una maestría en grabado tradicional chino. Luego de terminar su maestría- que incluyó algo de caligrafía- Patricia ha seguido pintando y haciendo grabados, pero ahora se dedica más a la fotografía.
A través de los años ha documentado los inmensos cambios y transformaciones de las metrópolis chinas y asiáticas, en donde la influencia de la economía china ha marcado cambios estructurales en su composición arquitectónica y social.

Valora la inteligencia y valentía de Ai Weiwei, pero sus artistas chinos preferidos son Qiu Zhijie y Liu Xiaodong. Gabriel Orozco –mexicano- y Francys Alys –belga nacionalizado mexicano- componen su paleta de influencias artísticas, y afirma que quiere regresar pronto a su país para dar un poco de lo que ha aprendido en el exterior, y a través de la fotografía devolverle algo a la sociedad mexicana.

“China es un país que me ha hecho crecer; ha sacado lo mejor y lo peor de mí. A pesar de ser muy crítica, es un país al que le debo muchísimo”. Es la mayor de cuatro hermanos y desde hace seis años sus padres y su hermana menor viven también en Beijing.

Dice que es medio china, pues ya lleva 15 años viviendo en el país, y asegura que “China es una inversión de tiempo”, y que “lo único auténtico de China son los mismos chinos”.

Ha fotografiado lo que ella denomina la diáspora China, que se refiere a la dispersión de chinos por todo el mundo, pero especialmente en Cuba, isla donde pasó algunos años de su niñez. “Los chinos siempre habían estado allí, pero nunca se habían visto. Siempre estuvieron, pero ahora son reconocidos”.

Cuenta que mientras vivió en la isla, una cubana gruesa, caderona, guapísima, solía cuidarla mientras sus padres viajaban, y un chino, bajito, delgado, de ojos azules, solía visitarla. Para enamorarla le llevaba dulces a ella y sus hermanos, y a la cubana le regalaba flores y porcelanas chinas. La relación entre la cubana y el chino continúa hasta hoy, y para Patricia esta anécdota de amor intercultural fue la que definió su interés y en últimas su destino.

¿Quiénes son los protagonistas de los retratos que hizo en Cuba?

Mi trabajo se centra en los chinos que fueron a Cuba antes de la Revolución de 1949. Allí establecieron su vida, crearon casinos, restaurantes, etc., y sólo diez años después llegó Fidel. El destino quiso que escaparan de un régimen en China para insertarse en otro en una tierra muy lejana.

Mi trabajó se centró en estos chinos, en los hijos de esa revolución. Conocí a las familias, los problemas al enfrentar en nuevo régimen y el difícil regreso a casa de algunos. Muchos se quedaron, pues las diferencias culturales ya no les permitían establecerse de nuevo en China. Aun así la comunidad china de La Habana es mucho más folclórica que el chino de Beijing; al estar lejos de casa muchas veces se realizan prácticas tradicionales que no harías estando en tu país.

Por ejemplo, muchos chinos que viven en el exterior llevan esposas desde China, se siguen casando entre ellos mismos. En Cuba no fue así, la mezcla racial y cultural se dio desde un primer momento. De ahí nacen estos retratos. Conocer a la gente y vivir con ellos fue la parte más interesante del trabajo. El producto final es más fácil, pero la experiencia es mucho más sugestiva.

Severo Sarduy, escritor cubano, decía que la conformación social cubana se da a partir de la mezcla entre blancos, africanos y chinos. Una de las mejores características del sistema cubano es precisamente la mezcla cultural, y el desarrollo de la convivencia y de respeto entre razas, pues si bien existe algo de racismo, en Cuba es mucho menor que en la mayoría de países de Latinoamérica.

Su trabajo fotográfico ha sido muy importante desde que está en China, ¿cómo inició este proceso?

Yo empecé fotografiando edificios, antes, durante y después de ser demolidos. En China este proceso es sumamente rápido, por eso el cambio en las construcciones es tan impresionante. Un edificio puede ser construido, derribado y nuevamente construido en un lapso de tiempo muy corto. Esto hace que los cambios en las ciudades sean tan visibles.

También hice foto-reportajes sobre puentes, tanto en China como en otras ciudades de Asia. Cuando llegué a Beijing no había un solo puente, ahora se ven por todos lados.

En este momento estoy terminando un proyecto sobre Sanlitun, donde precisamente quiero mostrar el cambio que este barrio ha tenido durante los últimos 15 años. Todas estas transformaciones son parte del desarrollo económico del país, el cual ha tenido repercusiones en la mayoría de ciudades importantes en China, pero también en países a su alrededor.

He trabajado en Filipinas, Tailandia, Camboya, siempre analizando los cambios de las ciudades grandes, pues las dinámicas antropológicas son muy interesantes.

¿Qué cambios sociales giran en torno a las transformaciones en infraestructura?

Hace cinco o seis años me encontraba en un edificio en uno de los nuevos barrios construidos en Beijing. Una chica seis o siete años menor que yo ingresó al ascensor conmigo, y su vestimenta me hizo entender que ella hacía parte de esa nueva cultura china, que las ciudades y la gente estaban cambiando muy rápidamente.

Ella estaba con su hija, lo que me hizo pensar que entre ellas también existirían diferencias generacionales inmensas. Obviamente su hija no conoció los barrios en los que su madre vivió, y desde ya está inmersa en una cultura que si bien es china, gira entorno a otros ideales.

Usted llegó a China antes de que el Distrito de arte 798 fuera lo que es hoy. ¿Cómo vivió este cambio?

El barrio artístico no existía cuando llegué a Beijing. La única universidad en el centro de la ciudad en ese entonces era la universidad de artes, pero ya la estaban demoliendo. Por eso fuimos trasladados muy cerca al barrio 798, donde había otras fábricas y eran muy cercanas al lugar donde empezó el movimiento artístico del barrio.

Un autobús nos recogía todas las mañanas y nos trasladaba al lugar. Empezamos a ver las primeras exposiciones y nos fuimos integrando gradualmente al desarrollo del barrio. Pudimos observar de primera mano el comienzo de estos artistas a través de este nuevo espacio. Fue muy interesante presenciar y participar de ese amanecer, pues en ese momento había artistas con mucho significado. El arte empezaba a expresarse de manera personal, era una retrospectiva que diferenciaba al individuo de la sociedad.

Durante siglos China ha sido una sociedad muy comunitaria, y desde la creación del arte moderno se empezó a destacar la individualidad del artista, algo nuevo tanto en arte como en mentalidad.

¿Cómo analiza el desarrollo del barrio?

El barrio ha cambiado bastante. En el momento en que empezó fue importante como lugar para desarrollar y mostrar nuevas formas de expresión artísticas. Ahora sólo hay dos o tres galerías que yo considero pertinentes. Creo que el lugar se convirtió en el “Disney Land” del arte en China, y muchos artistas que encontraron una forma de arte vendible también encontraron un lugar popular para mostrarse. En este sentido muchos chinos se han convertido en los “serial killers” del arte, pues encuentran una idea y la repiten hasta que deje de ser viable económicamente.

Por otro lado, está bien que el espacio se haya convertido en una vitrina porque se presta para mostrar nuevos artistas, ideas y movimientos. Además esto también ha generado que artistas emergentes conozcan y se interesen en otros tipos de arte. Antes la mayoría viajaba sólo a Europa o Estados Unidos, ahora también hay un interés por movimientos artísticos latinoamericanos, aunque la ignorancia sobre la región sigue siendo amplia, lo que es normal.

En este descubrimiento, el color ha tenido una importancia significativa. En China los tonos rojos y grises generalmente predominan en las obras –hablando de una manera muy general-, pero con la observación de otros tipos de arte, especialmente latino, la variedad de colores ha aumentado lo que genera una nueva perspectiva interna.

Parte del arte contemporáneo chino se centra en el arte político. Artistas como los Hermanos Gao o Wang Guangyi han sabido desarrollar sus ideas políticas a través del arte. ¿Cuál es el papel de la política en el arte?
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El artista es un ser político. Hay que tener una opinión bastante fuerte y clara. No hablo de ideales políticos específicamente, pues hay que ser crítico incluso con lo que personalmente puede ser considerado como justo. Pero hay que tener en cuenta que muchas veces son los mismos artistas los que generan los movimientos políticos.

El arte mueves las masas, y si se utiliza bien, es posible despertar interés sobre cosas que están enterradas genéticamente. Cuando generaciones y generaciones han vivido espantadas, generalmente se despierta el miedo y no la opinión. Por eso hay que despertar a través de otros medios.

En un país como China es muy importante que existan artistas como los Hermanos Gao. Su arte puede gustar o no, pero lo fundamental es tener una postura política. Así pintes florecitas debes tener una opinión fuerte.

Este arte ha tenido una gran acogida en países occidentales, y su comercialización es cada vez mayor. ¿Qué opinión le genera esta apertura económica artística?

Es el momento de China. Antes fue Europa y Estados Unidos, que sigue siendo fuerte. Yo criticaba esta comercialización del arte, me parecía que algunos producían mucha basura sólo para ganar dinero. Pero en últimas creo que los que tomaron la oportunidad hicieron lo correcto. Obviamente el mercado los sobrevaloró, lo que para algunos significó también olvidar las bases y la razón de hacer arte, algo que no debe ocurrir.

Aun así, me parece que está bien que estos artistas hayan surgido económicamente. Enfrentémoslo, a mí también me hubiera gustado.

“La última cena” de Zhen Fanzhi marcó un récord en ventas en el mercado del arte asiático. ¿Cuál es su opinión sobre esta obra?

Yo tuve la oportunidad de ver esa obra cuando esteba en desarrollo. Creo que ese cuadro genera muchos comentarios porque toca el tema religioso. Ahora los chinos están inclinándose un poco más hacia la espiritualidad, algo que no se hizo durante muchos años comunistas, y si bien el cuadro no me enloquece, creo que está bien pintado.

La idea es buena, las máscaras te dan la posibilidad de que la Ultima Cena te sea servida en la mesa, de que la religión le llegue a cualquiera. Creo que el artista trabaja muy bien la ironía dentro de su obra, pero también juega con un aspecto espiritual del que muchos chinos están cada vez más interesados. Además de la parte política, porque demuestra que quienes no son religiosos son adeptos a algún partido político.

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[Crédito foto: espanol.cri.cn] [Crédito fotos texto: china-brain.com]