La vida de Johana Gómez de la Torre no siempre se ha ceñido a los planes. De pequeña, soñaba con estudiar agricultura. Tal vez estaba influida por haber crecido rodeada de naturaleza en su natal Ecuador, o por el hecho de que sus padres tienen un mariposario en donde el público puede apreciar las más bellas variedades. Pero algo cambió en el camino y la joven terminó dedicándose a la cocina en Beijing.
Tras años en academias culinarias y con el título de chef bajo el brazo, se dedicó al restaurante del mariposario, donde se veía a largo plazo. Sin embargo, al cumplir 30 años se le presentó una oportunidad de oro y decidió emprender una nueva aventura: instalarse en China.
Como no se había especializado en un tipo de cocina particular, aprovechó su estadía en el gigante asiático y empezó a tomar clases de cocina oriental en The Hutong Kitchen, un centro que usa la cocina como forma de intercambio cultural en Beijing. Pronto eso también cambió. Hoy sigue yendo a clases, pero ahora es ella quien dicta las lecciones sobre cocina latinoamericana en la capital china.
Empezó a dictar un bloque de clases de cocina el año pasado, y la acogida ha sido tal que este año volvió más fuerte con un nuevo bloque de sazón latina. Este domingo (febrero 16 de 2014 en The Hutong Kitchen) lo dedicará a los sabores colombianos y enseñará a preparar ajiaco, buñuelos y hasta guarapo. China Files habló con ella.
Cuando era más chica, la cocina no estaba entre sus planes. ¿Qué hizo que cambiara de idea?
Mi experiencia en cocina consistía en cocinar con mis hermanos. Como mis padres se mudaron para tener el mariposario, mis hermanos y yo nos quedamos solos en la ciudad, y cocinábamos entre nosotros. Al principio no era tanto por gusto, sino por necesidad.
Yo quería estudiar agricultura, así que cuando me gradué del colegio me fui a Israel a trabajar en los Kibbutz. Estuve unos meses trabajando en los campos y me encantó, pero en últimas me di cuenta de que no era a lo que quería dedicarme por el resto de mi vida.
Estando allá conseguí empleo en un restaurante. Yo nunca había tenido experiencia laboral en cocina, así que tenía uno de los trabajos menos glamurosos: pelar cebollas y lavar papas; luego pasé a las frituras. Eran trabajos horribles, pero me encantaba la movida de la cocina. Al final de mi estadía allá ya era la encargada del departamento de ensaladas.
Entonces, ¿fue su experiencia en Israel la que la alentó a dedicarse a la cocina?
No. Tras el año en Israel estuve otros dos viajando, y siempre buscaba trabajos en cocina. Pero cuando volví a Ecuador empecé a estudiar arte.
¿Y qué pasó con eso?
Me di cuenta de que tampoco era lo mío. Y ahí ya me adentré en la cocina de manera profesional. Estudié dos años en el Culinary Trainer School, aparte de otros dos que estudié en la universidad. Cuando terminé me dediqué con mi hermano al restaurante del mariposario de mis padres.
¿Cómo así que con su hermano?
Sí. Él también se dedica a la cocina, así que los dos nos dividimos las funciones. Al principio era un café pequeño, pero en la medida en que fuimos aprendiendo, empezamos a incluir más cosas. Yo me encargo de crear el menú, de los platos fríos y la repostería, y el se encarga de las carnes.
¿Por qué dejó eso para venir a Beijing?
Llegué por curiosidad. Siempre me llamó la atención Asia, así que un día surgió la oportunidad a través de una agencia de empleo y me vine a China. ¿Cuál fue su primera impresión de este país? Tenía una idea muy distinta de los chinos. Creía que era un sitio muy calmado y tranquilo, pero ¡Beijing es una jungla! Todo sucede muy rápido y la vida puede ser una locura, pero hasta ahora he estado muy bien.
¿Y cómo llegó a The Hutong Kitchen?
Yo empecé como alumna. Participé en una serie de comida india, otra malaya y otra tailandesa. Ellos nunca supieron que yo era chef profesional hasta mucho después. Cuando se enteraron me propusieron dictar una serie de cocina latinoamericana. Empecé con Ecuador, México y Brasil. Ahora queremos hacer Colombia, Perú y Venezuela. Colombia empezará esta semana.
En Beijing la cocina latinoamericana todavía es relativamente desconocida. ¿Cómo ha sido la acogida?
Nos fue muy bien: en las clases tenemos un límite de diez personas, y a mi primera sesión se presentaron 15. Yo estaba muy nerviosa porque era la primera vez que yo dictaba clases, pero la gente salió muy contenta.
Es cierto que nuestra cocina es más bien desconocida, a excepción de la mexicana. Además, siento que a los chinos no les gusta mucho experimentar con la comida. Pero hay cada vez más espacios. Aunque la mayoría de los alumnos de The Hutong Kitchen son extranjeros, también ha habido chinas.
A mí me gustaría abrirle más campo a nuestra cocina acá, así que empecé a hacer ferias de comida en los bazares navideños. Pronto me di cuenta de que los chinos no prueban lo que no conocen, pero ven como los extranjeros comen de todo, así que en algún momento se animan. Y cuando se anima uno, se vienen todos. Así que, por difícil que sea al principio, creo que se podría abrir un mayor espacio para nuestros sabores.
¿Quisiera tener su propio restaurante acá?
Ahora que la cocina latina está creciendo y posicionándose en el mundo, creo que pegaría acá. Alguna vez se me cruzó abrir un negocio aquí, tal vez con comida fusión donde se encontrarían nuestros sabores y los asiáticos. Pero creo que lo más difícil es tener el socio chino correcto.
Por ahora quiero seguir dando clases y compartiendo con los adultos de Hutong Kitchen y con los niños chinos en otro instituto, a quienes enseño recetas muy básicas. Ya en el futuro habrá parte de mí que quiere regresar a Ecuador, pero todavía tengo ganas de quedarme en Asia.
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[Fotos: Juan Camilo Fonnol, Johana Gómez de la Torre]