La otra orilla: La lentitud del poeta, nuevo libro de Fan Ye

In by Andrea Pira

Nuestro colaborador Juan Manuel Arévalo tuvo la oportunidad de entrevistar a al escritor y traductor Fan Ye, a propósito de su nueva publicación: La lentitud del poeta. A continuación presentamos una mirada a la literatura hispanoamericana desde los ojos de un chino profundamente enamorado del español.

Juan Manuel Arévalo

Hace dos meses conocí personalmente a Fan Ye y su juventud me inquietó inicialmente. Parece más joven de lo que es, que es común en Asia, pero aún sabiéndolo me impactó. Sin embargo, luego de estar algunos minutos observando sus maneras corteses y apacibles para sentarse y saludar al público, e iniciar el diálogo con la mujer y el hombre que lo acompañan y entrevistan para la presentación de su libro, lo que resaltaba ya no era su juventud, sino las buenas maneras y pausas de este profesor universitario, traductor oficial para el mercado editorial chino de Gabriel García Márquez, entre otros pesos pesados de las letras hispanoamericanas. Fan Ye al parecer es capaz de irradiar al mismo tiempo juventud, madurez y oficio. La charla es sólo en chino y yo sólo entiendo fragmentos ayudado por una colega que me sirve de intérprete, así que dedico una parte de la hora larga de conversación a escrutarlo.

Lleva alianza matrimonial de oro en su mano izquierda, usa lentes para leer con un marco grueso de madera y diseños orientales grabados en los costados, zapatillas deportivas, vaqueros índigo oscuro, y su camiseta negra (que tiene una rayuela amarilla y grande estampada en el pecho y las palabras "Julio Cortázar") está parcialmente cubierta por una especie de cárdigan con botones y cierre de cremallera al mismo tiempo, pero que lleva abierto en su totalidad. Su mirada es tranquila, afable, real y proyecta una madurez que contrasta bien con esa sencillez muy cuidada de universitario que exhibe. Me parece que es un hombre tradicional y moderno, cuida bien cada detalle para expresar esa sencillez culta que es al tiempo actual, cercana y distante. Sus palabras son en general amables y reflexivas sobre los autores que comenta en su libro, y en ellas siempre que puede resalta con cariño y en susurro el respeto que siente por la literatura.

En la sala somos al menos cincuenta personas y luego del diálogo cruzado con las personas que le entrevistan y que en ocasiones se impacientan ante sus pausas para pensar antes de responder, se nos va más de una hora en medio de la conversación amena que incluyó preguntas y disertaciones desde un público estudiantil en su mayoría. Luego se crea la consabida fila, en este caso larga y feliz por la juventud de quienes desean pedirle su autógrafo y tomarse una foto con él. Se muestra sincero y entrañable con el público. Me hago casi al final llevando conmigo el libro mientras converso y me entero que esta librería no es como yo pensaba una nueva sede de la tradicional e independiente librería Jì fēng shū diàn de la calle Shanxi Nanlu. Debido a la agresiva burbuja de la renta inmobiliaria que todos padecemos acá, y que sumada a la caída en sus ventas por la dura competencia de las grandes cadenas de librerías, más las ventas que se llevan ahora los gigantes del internet, sufrió jaque mate y tuvo que entregar su habitual y bella locación de dos décadas de la calle Shanxi Nanlu, y trasladarse a este local en el subsuelo para sobrevivir. Me pregunto cuánto más resistirá esta pausada venta de literatura, de memorias desde el subsuelo, ante el vértigo inmobiliario que también debe pensar que la literatura es inútil y por tanto no hace parte del mercado ni de la economía. Lo que sigue son las preguntas y respuestas de la entrevista que concertamos.

¿Cómo fue ese primer contacto que le acercó a la orilla de la literatura en español? ¿Qué lo motivó posteriormente, al punto de hacerle trazar sus rutas de estudio y trabajo profesional por los territorios de la enseñanza y la traducción de la literatura de América Latina y de España?

Según Cortázar, un encuentro casual es lo menos casual en nuestras vidas. Yo diría que el encuentro entre un libro y una persona es un misterio. Empecé con “Instrucciones para subir una escalera” en el tercer año de la universidad (si mal no me recuerdo: vivir para contarla, sí, pero también contar para recrearla) y poco después, “Las armas secretas”: “Curioso que la gente crea que tender una cama es exactamente lo mismo que tender una cama, que dar la mano es siempre lo mismo que dar la mano, que abrir una lata de sardinas es abrir al infinito la misma lata de sardinas. «Pero si todo es excepcional»…”. Me sentía como si me hubiera encontrado con un viejo amigo perdido desde hacía mucho tiempo. Leí a Cernuda en un momento que no quiero recordar. Su voz me dejó una herida encendida, bien escondida y siempre abierta.

En el reciente lanzamiento de su libro en Shanghái, nos decía usted una frase que me gustaría retomar para que la desarrolle: “el respeto a la literatura” ¿Qué quería señalar con eso a sus lectores y qué relación guarda con su reciente libro en el que comparte esas valiosas y personales sensaciones humanas durante la lectura de esos autores?

No me acuerdo si alguna vez se me hayan escapado estas palabras… pues siempre soy, o voy intentando ser, lo más prudente posible con las palabras. Me asustan las expresiones más o menos altisonantes como “el respeto a la literatura” y prefiero esconder mi respeto “debajo del papel” para hacer al lector más cómplice. En nuestra época, las ciudades como Beijing o Shanghai tienen un ritmo, un pulso acelerado y todo el mundo comparte el lema de “el tiempo es oro.” Pero en mi modesto libro, no en vano denominado La lentitud del poeta, intenté reivindicar otra opción. Ya hemos corrido mucho y es momento de detener la marcha, “para esperar a que nuestra alma nos alcance”, según Margaret Atwood.

La traducción literaria debe ser muy importante para cualquier potencia económica que vive en abierto intercambio comercial y cultural a nivel global. ¿Qué lugar considera usted que ocupa la literatura extranjera hispanoamericana en el mercado editorial chino, y cómo es valorado el trabajo del traductor y del editor de literatura extranjera en el mercado local de su país?

La traducción es “muy importante para cualquier potencia económica que vive en abierto intercambio comercial y cultural a nivel global”, sí; pero la traducción LITERARIA, no necesariamente. La gran utilidad de la literatura consiste en su inutilidad.

La traducción obliga a crear algo nuevo e igual al tiempo que cierra y abre los resquicios de un lenguaje en el otro. Ante este desafío ¿cuáles son los medios que jamás faltan en su mesa de trabajo de traductor para sobrellevar bien esa travesía?

Buenos diccionarios para consultar. Buena literatura, para “calentarse”, (cómo no, la traducción también es un acto erótico: sujeto siempre deseante, deseo nunca completamente satisfecho…).

Usted ha traducido algunos de los autores más importantes de la poesía y la narrativa mundial desde Cernuda y Huidobro hasta narradores como Julio Cortázar y García Márquez. Este tipo de autores han influenciado a millones de lectores de todo el mundo. Trabajar con sus textos debe haberle permitido tener momentos de sensibilidad humana especial, pues llevar a su lengua maquinarías como Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez o Todos los fuegos el fuego de Julio Cortázar sin duda dejará en usted momentos memorables. ¿Con cuál fragmento de esas obras mantuvo experiencias especialmente significativas que desee compartir con nosotros como lector, como traductor?

Por ejemplo, la chica Nigromanta de los últimos capítulos de Cien años de soledad, quien “rescató de un charco de vómitos y lágrimas” al Aureliano Babilonia desolado por la muerte de Amaranta Úrsula. “Lo llevó a su cuarto, lo limpió, le hizo tomar una taza de caldo. Creyendo que eso lo consolaba, tachó con una raya de carbón los incontables amores que él seguía debiéndole, y evocó voluntariamente sus tristezas más solitarias para no dejarlo solo en el llanto”. Pocas líneas como éstas nos dejan entrever la ternura del gran Gabo. Violentamente dulce.

Sé que alguna vez comentó que con Gabriel García Márquez nunca tuvo contacto directo. Qué considera más conveniente usted para la labor del traductor que se enfrenta a estas dos lenguas: tener contacto directo con los autores que se traduce, con sus editores o por el contrario se debe tener una distancia prudente de todo lo externo al texto en sí mismo y así concentrar el esfuerzo en la propia mirada del traductor.

Cualquier encuentro (otra vez, en el sentido cortazariano) puede ser benéfico, sea contacto directo con el autor, sea contacto (no menos directo) con el texto.

Aprender a traducir y aprender a ser traductor posiblemente no es la misma cosa. ¿De qué manera el traductor trasciende los límites de la escritura y se hace traductor?

No me considero persona idónea para responder esta pregunta: Borges se denomina a sí mismo “poeta menor” y Vargas Llosa, “escribidor”, en lugar de escritor. Y yo, un traductor-siempre-en-proceso.

¿Cuáles considera los errores más comunes de los traductores de narrativa y poesía del español al chino?

…sabiendo que jamás me he equivocado en nada, sino en las cosas que yo más quería. (Luis Rosales)

Según el propio Cortázar, quien también fue profesor y traductor, el lector activo es fundamental para la experiencia literaria. ¿Qué consejos puede dar al estudiante de español para disfrutar y gozar de la experiencia literaria hispanoamericana acá en China?

Consejos no tengo sino dos citas ajenas. Hace muchos años, un profesor andaluz me dice: “La literatura no sirve para nada. Pero ayuda a vivir.” Y la muletilla de un amigo caribeño: “Sin miedo.”

Fan Ye (Beijing, 1977). Profesor de la Universidad de Beijing, doctor en Filología Hispánica. Fue Investigador visitante en El Colegio de México (2004-2005) y codirector del Instituto Confucio de la Universidad de Granada (2008-2010). Como traductor, ha publicado Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (2011), Todos los fuegos, el fuego (2009), Historias de cronopios y de famas (2013) de Julio Cortázar, así como otras traducciones de los poetas españoles y latinoamericanos: Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado; Sor Juana Inés de la Cruz, Vicente Huidobro, Alfonsina Storni, César Vallejo, Pablo Neruda, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, etc. Además ha editado una antología de poesía china reciente: La niebla de nuestra edad: 10 poetas chinos contemporáneos (en colaboración con Javier Martín Ríos, 2009).  

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[Crédito foto: Archivo Juan Manuel Arévalo]