En los límites del imperio: En el espejo de Crimea

In by Andrea Pira

La crisis ucraniana ha devenido en la reincorporación de la península y República Autónoma de Crimea a Rusia, de donde la había sacado el mediocre gobernante soviético, Nikita Kruschev en 1954, en una de esas decisiones estúpidas que solía tomar el “hombre del zapato en la ONU”, como es más conocido en España. Todo este proceso ha sido seguido con lupa desde Taiwán por razones bastante obvias, aunque cada hijo de vecino lo interpreta a su manera. Por supuesto, practicamente desde los primeros días en que los golpistas ucranianos se hicieron con el gobierno y Crimea anunció su intención de pedir su ingreso en Rusia, los independentistas taiwaneses expresaron su preocupación ante la inacción de EEUU y la maestría de Putin en el manejo de situación, pues calculaban que si efectivamente Washington era incapaz de impedir la anexión, se crearía un precedente muy peligroso para Taiwán, pues supondría que China puede anexionarse la isla por la fuerza sin que EEUU intervenga.

El razonamiento de los independentistas taiwaneses es aparentemente muy sólido pero contiene muchos problemas. En primer lugar está el precedente. Algunas personas saben que existe la historia, pero es algo así como el Quijote, que todo el mundo sabe que existe pero no lo ha leído. Estos señores se nota que no han leído ni una página de un tratado de historia universal, porque si lo hubieran leído, habrían encontrado decenas de precedentes de anexiones y separaciones provocadas por la acción e inacción (impotencia) de unos estados frente a otros. El segundo problema de estos chicos de la independencia de café, es que son hegeliano-kantianos y con un toque de Rousseau, es decir, la crema del idealismo estratosférico.

Creen, son creyentes, que existe el derecho internacional como una especie de estructura que flota por encima de los estados y que el espíritu (¡ojo!) que infunde fuerza a esta estructura es la voluntad humana a través de la democracia. De ahí que no entiendan ni jota de lo que está pasando en Ucrania. Creen que las naciones tienen derechos de autodeterminación por virtud de no se sabe muy bien qué (por virtud de los 14 puntos del kantiano presidente Wilson, claro), más allá de la propia fuerza que tengan para “autodeterminarse” (atención a la palabreja). Los independentistas de café creen que una decisión tomada por democracia procedimental no es un mero juego aritmético sino expresión de la voluntad general de un pueblo de ser independiente de otro, todo ello de manera pacífica claro, porque lo que moderno y lo “humano” es ser pacifista.

Por supuesto, todo su pacifismo y su idealismo político quedará puesto en solfa al día siguiente de un referéndum de independencia en Taiwán cuando hablen los fusiles y los tanques, que son los verdaderos depositarios del poder político, cosa que no entienden millones y millones de personas de esta generación educadas en el infantilismo y el panfilismo de la ideología ONU. Si alguna enseñanza deben sacar los taiwaneses de lo que ha venido ocurriendo en Ucrania es que no vivimos en un mundo de derecho ideal que flota por encima de las naciones y que se decide democráticamente, sino que la realidad es la de un estado de naturaleza en el que impera la ley del más fuerte, la de una lucha de estados, y más concretamente de imperios o plataformas socio-políticas que compiten entre sí por recursos naturales y por llevar adelante sus planes y programas que implican, necesariamente, una reordenación de la “humanidad” desde sus propios presupuestos.

Taiwán es, objetivamente, parte del Imperio Estadounidense, pues sin su paraguas militar sería desde hace tiempo, parte de China. Y su actual statu quo es en realidad un sombreado, una situación de formalismo jurídico que oculta su verdadera naturaleza. Taiwán, para su desgracia (o no), no tiene nada que decidir con respecto a China o EEUU, porque no es objetivamente soberana. Igual que no lo es Crimea, que si finalmente consuma su unión a Rusia lo será, no por virtud del referendum democrático, sino por la fuerza que Rusia tenga de mantener el nuevo estatus frente a EEUU y la Unión Europea.

Iker Izquierdo es un periodista español basado en Taipei. Acá puedes leer la presentación a su blog "En los límites del imperio".

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