El Estado inversionista chino: el nuevo paradigma de la economía mundial

In by Simone

En las últimas semanas, el mundo ha seguido de cerca las cifras de crecimiento de China, especulando sobre las posibles consecuencias que podrían tener en el orden económico mundial, en las alianzas comerciales con él establecidas y en el futuro de la inversión. Esta semana Beijing publicó la cifra oficial del crecimiento del primer trimestre de su economía, que alcanzó un 8,1%, más de medio punto porcentual por encima del 7,5% anual que había anticipado el premier Wen Jiabao.
Si bien el crecimiento experimentado en el mismo período del año anterior fue del 8,9%, la por muchos llamada “desaceleración” de China no es sino una natural consecuencia del complejo panorama de la economía internacional -situación que se ha visto últimamente acrecentada por la compleja crisis que está viviendo España-, y de la necesidad de modificar el modelo de crecimiento económico, buscando terminar con la dependencia de las exportaciones, para dar lugar a un mayor consumo interno.

De esto, pueden concluirse dos cuestiones fundamentales. Primero, está teniendo China un excelente desempeño comercial, sin perjuicio del complicadísimo escenario internacional. Exigirle las mismas cifras de crecimiento (de dos dígitos) que había presentado en los últimos años parece algo realmente absurdo y olvidaría las características de la economía mundial, marcada por el fenómeno de la globalización y la interdependencia, en donde todo evento macroeconómico -tanto positivo como negativo- influye instantáneamente en las diferentes zonas del planeta.

Segundo, el gran compromiso que muestra China, no sólo respecto de su equilibrio interno sino también frente al orden económico internacional. La preocupación por cumplir las metas de crecimiento (según la tasa del 7,5% anual fijada) no hacen sino revelar la conciencia que tiene Beijing del rol fundamental que actualmente juega en la estabilidad mundial, siendo expresión de ello su activa participación en el rescate de las economías europeas más afectadas.

En resumen, estamos siendo testigos de las primeras señales de que es bastante poco probable de que se produzca una repentina desaceleración de la economía china, lo cual significa que Beijing continuará ofreciendo al mundo los beneficios de su gran crecimiento. Pero, ¿cómo maximizarlos? ¿De qué forma pueden potenciarse las alianzas comerciales establecidas y, sobre todo, la inversión? ¿Cuál es el camino que en este sentido debe seguir América Latina?

La necesidad de entender y adecuarse al nuevo paradigma

El hecho de que China mantenga un alto nivel de crecimiento es fundamental para las distintas economías latinoamericanas. En los últimos años, China se ha convertido en un gran socio comercial de muchas de ellas, a tal punto de haber pasado a ser el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú.

Sin embargo, suele verse con bastante recelo la naturaleza de dicha relación. Es ya conocida de sobra la crítica de que su presencia en dichas regiones sólo tendría por objeto el “apoderarse” de sus recursos naturales, mientras que habría una escasísima presencia de capitales chinos en la región.

Aún así, en el año 2010 pareciera haberse dado inicio a una nueva tendencia en lo relativo a la inversión extranjera de China en América Latina, que aumentó en niveles significativos especialmente en Brasil, Perú y Argentina.

¿Es posible encontrar un elemento común en la “explosión” de inversiones por ellos experimentada? Aparentemente, los países antes mencionados han sido adelantados en la comprensión del surgimiento de un nuevo paradigma: el “estado inversionista chino” como fuente de inversión.

Ya no se trata de empresas privadas que vienen a invertir a la región, ni tampoco de lo que en algún momento se conoció como el Estado empresario. El nuevo proceso consiste en la completa movilización del propio Estado chino, que sale en busca de destinatarios de su inmensa capacidad de inversión, contando para dicho efecto con un inigualable excedente de reservas y, asimismo, “representando” a nada menos que más de 1.300 millones de habitantes que es necesario alimentar, vestir, educar y desarrollar.

Según un estudio realizado por el China-Brazil Business Counsil (CBBC), el 93% de las inversiones chinas en Brasil durante el año 2010 fue llevado a cabo por empresas estatales, el 6% por empresas que provenían de provincias y sólo el 1% por empresas privadas (Ver “The China Analyst” y “China and Latin America: Value” de Javier Cuñat).

Por ello, ya no es suficiente aplicar única y exclusivamente la lógica del libre mercado a la hora de captar inversión proveniente de China. Tampoco basta con la creación de normas jurídicas que sólo pongan su acento en la autonomía de los cuerpos intermedios. Es el momento de crear una institucionalidad sólida, que comprenda tanto elementos públicos como privados, que esté en condiciones de comprender las necesidades y la forma de funcionamiento de dicho ente empresarial de naturaleza sui generis.

Finalmente, no nos podemos quedar atónitos ante las cifras de crecimiento experimentadas por China, ya que es bastante temprano para pensar que ella ha comenzando un proceso de contracción. Hay un hecho claro: Beijing recién está despertando de un largo sueño y es momento de comenzar a entenderlo.

Ignacio Tornero Ochagavía es egresado de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile y ex alumno de la Universidad de Nanjing en China.

[Foto cortesía de Randomix]

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