China Poblana: Sobre el sinocentrismo y su convergencia con el resto del mundo

In by Andrea Pira

La conformación de la palabra sino-centrismo nos refiere a parte de la identidad de los chinos que ha sido gestada a lo largo de los años. Si lo definimos de una manera simple sería la concepción de que la cultura china es el centro del pensamiento y de las instituciones emanadas a través de sus fases históricas. La construcción de éste sentimiento es similar al eurocentrismo, a diferencia de que éste tuvo una mayor influencia en el mundo; mientras que el sinocentrismo ha limitado zona a la región asiática.

El primer aspecto en dónde localizamos dicho sinocentrísmo es en la manera en que se conoce a China como el “Reino del Centro” 中国 (Zhongguo). A través de dicha significación es que durante las primeras civilizaciones asiáticas y durante el periodo imperial, los chinos se autodenominaron como una cultura superior a las demás de la región; permitiéndoles establecer esquemas de tributación hacia el Zhongguo. Parte de la justificación de dicho sentimiento tiene sus raíces en cómo se construye el primer imperio chino.

Después de las primeras protocivilizaciones establecidas en la región, llegamos al Periodo de los Reinos Combatientes (Qin, Zhao, Wei, Han, Yan, Qi y Chu) del 475-221 AC, que se caracterizó por aportar grandes conocimientos en temas de milicia; de igual manera, durante la fase de las Primaveras y Otoños se identifica una serie de conocimientos dentro del mundo de la filosofía y las artes, pues es dentro de éste periodo que se estima la presencia de Kong Zi (551-479 AC) y un desarrollo en la caligrafía que se había originado con los Shang (1600 AC). La llegada de Qin ShiHuang (El Emperador Amarillo) demarca una serie de pronunciamientos a su alrededor y su gobierno, señalándolo como el soberano más poderoso y con el ejército más moderno y numeroso de la época, no existía algo similar en otra latitud. El triunfo de los Qin y la conformación del primer imperio trajeron consigo el establecimiento de una serie de instituciones que comenzaron a crear la identidad del pueblo chino. Medidas como establecer una moneda y escritura imperial nos habla de no sólo un poderío militar, sino de índole política, económica y social. Gran parte de la justificación de éste tiene su base en el pensamiento filosófico oriental, fundado en los “Grandes Maestros”. Primero, Laozi con “El Arte de la Armonía”, quien hace hincapié en el estado natural de las cosas y el equilibrio de ellas; además de centrar la función del gobierno en el pacifismo daoísta, refiriendo a la guerra y a la violencia como síntomas de inestabilidad del poder. Bajo éste planteamiento, el arte de gobernar recae en no desordenar un estado por más grande y complejo que éste sea. Por ello, hoy en día, los académicos chinos de Relaciones Internacionales buscan un puente entre la filosofía china basada en el I Ching (Yijing, libro de las mutaciones) y el constructivismo de Alexander Wendt (Yaqing 2013).

Otra aportación literaria de suma importancia en la visualización de la política es el “Arte de la Guerra” de Sun Zu, llamado por algunos como el arte de la manipulación, con una connotación peyorativa. Sin embargo, ésta joya de la literatura dinástica, nos habla de la premeditación para determinar la conducta política y militar, conjugando la racionalidad y la moral (basada en Laozi y Kong Zi), y dando como resultado la victoria del conflicto a través de métodos no violentos, sino por medio de la sabiduría.

Bajo estos tres pensadores de la época, se construye el concepto del “Mandato del Cielo”. El primer paso para descifrar el Tianxia es retomar el significado de la raíz de la palabra. Iniciaremos con el caracter 天 (Tian), que quiere decir Cielo- Naturaleza. La palabra Tian se encuentra relacionada con la naturalidad en una escala divina. Su papel legitimador es de recordatorio religioso que legitima a soberanos, y la autoridad neutral que legitima los daos sociales rivales de los moralistas confucianos, yangistas y mohistas (Laozi, 2010: 29).

La conjugación de la conexión del Cielo, Tierra y Hombre da como resultado la armonía social, por lo que la base de la armonía en la Naturaleza nos detona el misticismo que existe dentro de la obra de Laozi; sin embargo, retomaremos también a Kongzi. De aquí surge el primer concepto político, el “Mandato del Cielo” (天命) que refiere a una concepción natural de Tian, cuyo principal papel es el origen de la legitimidad política.

Pareciera que existe una similitud entre el absolutismo europeo y el “Mandato del Cielo”; sin embargo, a pesar de tratarse de gobiernos monárquicos la orientación y la legitimidad es distinta. En el caso oriental no existe un poder absoluto del emperador, pues a pesar de que la relación es vertical el gobernante debe velar por su pueblo. El tianming se puede definir como un modelo de gobierno basado en el orden cósmico, que retoma el tianli (principio celestial) y el renqing (sentimiento/ benevolencia humana).

Las dinastías son confiadas a Tianming (mandato del cielo), en donde el soberano se debe a un código moral. Se genera una correspondencia entre el tianming, el gobernante y los gobernantes, en la que el lugar como soberano se gana a través de la dignificación; en caso de que exista una mala política, el Cielo retira el mandato a esa dinastía. Al existir un buen gobierno, Tian no intervendrá y se manifestará mediante la armonía entre el hombre y la naturaleza, coadyuvando a la sustentabilidad de la casa dinástica. En caso contrario, el Cielo daría advertencias sobre el fin del gobierno mediante catástrofes naturales como muestra de la alteración del equilibrio entre el ying y yang. Un ejemplo del retiro del mandato es el caso de los Zhou occidentales, dinastía que termina su gobierno con un terremoto. Por otro lado tenemos el caso de los Ming, quienes llegaron al poder del Zhongguo al encomendar su obra al Cielo. La historia narra que cuando Zhu Yuanzhang logró derrocar a sus enemigos y por aclamación popular es invitado a tomar el trono, entregó su mandato a Tian mediante un ritual el 23 de enero de 1368. Cuentan los anales que el inicio de la dinastía Ming se manifestó con la salida del sol después de varios días de intensas nevadas. Ante tal acontecimiento se legitimó al soberano, y como consecuencia el inicio de esta casa gobernante se vio enmarcado con la creación del “código Ming”, como parte del compromiso entre la élite gobernante y el pueblo.

Este mandato cósmico persistió hasta el final de la era imperial, en dónde las últimas casas dinásticas provocaron una serie de crisis que llevarían al pueblo a un periodo de humillación. Parte del origen de los “100 años de humillación”, se debe al sinocentrísmo que se había hecho presente en la élite gobernante y que al mismo tiempo había provocado un aislacionismo en función de la superioridad china con el resto del mundo. La civilización china menospreció la evolución de la cultura europea y cómo con el fin de la Edad Media permearía de manera progresiva el globo. Por lo tanto, el siglo XIX estuvo enmarcado por un momento oscuro dentro del sinocentrísmo, ya que el “Mandato del Cielo” sucumbió ante la influencia extranjera.

Tras la historia de conformación de la República Popular de China y los periodos trágicos, como el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, el sinocentrísmo volvió a aparecer en escena al tiempo de que China reanudó sus nexos con el exterior. La manera en que se ha dado su apertura de forma gradual, es una forma en que el sinocentrísmo y la escena internacional convergen para que China se posiciones dentro de ella.

La necesidad de generar al exterior una imagen fuerte en función de un solo gobierno y un territorio, pero al mismo tiempo amigable y abierta a la cooperación es una clara expresión de éste sentimiento. Si bien el gobierno de Beijing se ha desarrollado dentro de los esquemas occidentales, ello no ha limitado a que de la misma forma imponga sus limitantes y reglas al respecto. La consolidación de China como una potencia económica y la creciente influencia que tiene en los países africanos y latinoamericanos le ha permitido colocarse en un nuevo papel dentro del sistema.

Así como China recibe un conjunto de críticas sobre la manera en que ha llevado su gobierno, básicamente en como interviene en lo político, económico y social; la respuesta por parte de oriente no se ha hecho esperar, y desde los think tanks chinos se han realizado críticas sobre el “mundo fallido” en el que nos encontramos sumergidos. En efecto, el proceso de globalización que comenzó a desarrollarse a finales del siglo pasado ha traído una serie de desafíos a nivel mundial, como lo es la pobreza.

Pareciera que nos encontramos sumergidos en un punto de la historia antigua de China, en el que se cuestiona su posible liderazgo global. ¿Será acaso Xi Jinping el Qin Shihuang del siglo XXI? Pues pese a que China juegue las reglas internacionales (a su modo), al interior del partido y de la academia china se gestan un conjunto de alternativas para recolocar a China dentro de la historia de la humanidad.

“Si sois verdaderamente capaces de aplicar estas […] medidas, los habitantes de los países vecinos se volverán hacia vosotros como si fueseis su padre y su madre. Si es así, ya no tendréis enemigo en el mundo. Sin enemigo sobre la tierra, sois el administrador designado por el Cielo”. MenZi


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