Abortos forzados, esterilizaciones a mujeres jóvenes, obligación de llevar aparatos intrauterinos y costosas multas por tener más hijos de lo permitido son algunas de las controversiales medidas estatales que se instauraron para hacer cumplir la política del hijo único en China. Sin embargo, según cifras publicadas este mes por el gobierno y estudios realizados por expertos, es posible que todos estos esfuerzos hayan sido innecesarios e incluso contraproducentes para lograr un crecimiento económico sostenido.
La reforma introducida en 1979 por Deng Xiaoping, que implicaba una de las estrategias de control de natalidad más ambiciosas de la edad moderna, era defendida según principios maltusianos: si la población de China llegara a aumentar exponencialmente, la nueva masa de habitantes consumiría inexorablemente los recursos del país.
A primera vista, la aplicación de la medida parecería haber arrojado resultados contundentes: la tasa de natalidad, que era de aproximadamente cuatro hijos por mujer en 1975, a partir de 1990 bajó a poco menos de dos. Hoy, 35 años más tarde, el reto no es reducir la natalidad, sino aumentarla, pues la proporción de personas en edad laboralmente activa ya llegó a su pico, e incluso comenzará a caer.
Desde hace un año se han introducido las reformas más amplias de las últimas tres décadas a la política del hijo único. El Tercer Plenario del Partido Comunista decidió, en noviembre de 2013, extender la posibilidad de tener dos hijos a aquellas parejas en las que al menos uno fuera hijo único.
"Se estimaba que con la flexibilización de la política del hijo único se incrementarían en uno o dos millones el número de nacimientos anuales, pero hasta ahora sólo el 6% de las parejas elegibles aplicaron para un segundo hijo", dijo Zhao Yanpei, oficial de la Comisión Nacional de Salud y Planeación Familiar, días atrás.
Esta simple afirmación puede ser una alarmante campana de advertencia para el futuro de la segunda economía del mundo. "Esto es algo grave para el gobierno de China", dijo el economista francés Jean-Joseph Boillot, autor de Chindiáfrica: China, India y África frente al mundo de mañana. "Una de las proporciones más importantes en economía es la de fuerza de trabajo joven en relación con el resto de la fuerza de trabajo. En China esta proporción está cayendo muy, muy rápidamente."
Según cifras de la ONU citadas por el economista, para 2020 podría reducirse en 7%. La situación se agrava porque durante los últimos 20 años China perdió aproximadamente el 35% de la fuerza laboral joven por la emigración.
Tras la publicación de la reforma de la política del hijo único se especuló con que podría darse un boom de nacimientos, pero no lo hubo, e incluso el resultado fue decepcionante con respecto a los objetivos oficiales. Menos del 3% de las 11 millones de parejas elegibles para tener un segundo hijo aplicaron una solicitud este año, según datos de la Comisión Nacional de Salud y Planeación. Para agosto de 2014, de las 690.000 parejas que aplicaron, a 620.000 se les otorgó el permiso.
"China tiene unos prospectos demográficos muy malos y es tonto pensar que van a cambiar reformando la política del hijo único. El gobierno procede como el viejo Partido Comunista. La situación no se va a solucionar diciéndoles a las parejas «ahora no tengan un hijo, ahora tengan dos o tres»", afirmó Boillot, que incluso fue más lejos al desestimar la eficacia demográfica de las políticas natalicias de China: "También es tonto pensar que la política del hijo único fue el motivo para la caída en la tasa de fertilidad. Durante el período de Mao hubo un boom de natalidad a causa de la mejora en la salud. Pero luego, como sucede con cualquier otro país, la demografía comenzó a cambiar según las nuevas condiciones sociales. Con la introducción de la política del hijo único de Deng Xiaoping se acelera la tendencia de caída que ya estaba presente, pero no es la causa de la caída ni del nuevo régimen demográfico".
Para demostrarlo, Boillot llama la atención sobre las estadísticas anuales publicadas por las Naciones Unidas entre 1955 y 1980. Éstas demuestran que la caída más pronunciada en las prácticas reproductivas se dio antes de la política del hijo único.
El gobierno de China es consciente de que hay factores sociológicos y culturales que explican la baja fertilidad: "Existe una preocupación en torno al costo de la crianza de los hijos y su educación, y el desarrollo profesional. Muchas parejas jóvenes no están apuradas por tener hijos", dijo Zhou.
"A pesar de que tengo los medios económicos, no quiero un segundo hijo", dijo Zhang Xiaodong, una profesora de escuela media en Tianjin que tiene 27 años y un solo hijo. Ella tiene hermanos y su esposo es hijo único, de manera que podrían aprovechar la nueva reforma para tener el segundo. "Pero no lo quiero porque no tengo tiempo para dedicarle por mi trabajo. El proceso de revisiones médicas y la atención que requiere es demasiado exigente", añadió. El cambio cultural del que Zhang forma parte no es muy distinto del que han tenido economías avanzadas y urbanizadas.
Sin embargo, el gobierno no descarta que las reformas eventualmente sean exitosas: "Para que las cifras de nacimientos se incrementen hay que darle un tiempo a la política. No será hasta el segundo o tercer año de estas reformas que se podrá ver si hubo un cambio en la tasa".
Hay mucho en juego si los planes del gobierno fracasan. China está al borde de un abismo demográfico que tiene el potencial de sepultar sus décadas doradas de extraordinario crecimiento económico. Según Boillot, los peligros de esta fuerte caída son, primero, que la población productiva no logre pagar las pensiones y el sistema de salud; segundo, que China no tenga suficiente mano de obra joven para crear el cambio que desea hacia una economía con mayor fortaleza en el sector de servicios, y tercero, que no haya suficientes consumidores en el mercado para mantener las tasas de crecimiento anteriores.
Una posible salida a la situación es adoptar el estilo norteamericano de renovación demográfica y liberalizar la inmigración, opina el economista. Por lo pronto, lanza un fuerte pronóstico si la tendencia se mantiene: "Yo adivino que durante los próximos 10 a 20 años el PBI de China pasará a ser de máximo 4% o 5%, y luego la economía crecerá por tan sólo 2%".
Artículo producido para La Nación, Argentina
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