La otra orilla: Trabajo Amargo

In by Andrea Pira

¿Por qué un hacendado colombiano viajó a China para reemplazar a los esclavos africanos con trabajadores asiáticos? ¿Qué tienen en común un mártir del comunismo en Shanghai y uno de los máximos exponentes de la literatura afrocolombiana? En esta pieza, Juan Manuel Arévalo hace un detallado recuento de los primeros cronistas colombianos en China. El presente en Hispanoamérica no es prisionero del pasado sino más bien de las imágenes construidas de este pasado. Hace falta algo más que un desdén perentorio para exorcizarlas: hay que comenzar por interrogarlas seriamente y por examinar los mecanismos de su producción y su razón de ser.[1]

La producción cultural colombiana de mediados del siglo XX nos permite acercarnos a los vacíos y horrores de la memoria de la guerra fría cultural colombiana. La lengua no es sólo la compañera del Imperio, como declarara Nebrija en su Gramática, sino que lengua y cultura son, sobre todo, migraciones y exilios, aspectos que se deben tener en cuenta si se quiere hablar de conflictos de representación en la cultura colombiana.

Debido a la visita del presidente colombiano en el 2012 a China, se publicaron textos oficiales y artículos de prensa para trazar ejemplos de contactos culturales históricos entre los dos países, tarea nada fácil dada la nefasta política internacional colombiana con China y otros países comunistas durante el siglo XX. Sin embargo, los textos de algunos importantes intelectuales liberales que sí mantuvieron contactos solidarios y respetuosos para con el pueblo y la República Popular de China no fueron reseñados. En 1952, en plena Guerra Fría, algunos colombianos viajaron hasta Pekín para participar en una conferencia de paz y disculparse en nombre del pueblo colombiano firmando un acuerdo simbólico de paz en plena guerra con Corea del Norte. El escritor y político liberal Jorge Zalamea y el escritor e investigador cultural Manuel Zapata Olivella se encontraban entre el grupo que representó a Colombia en China. De ese encuentro, quedaron dos publicaciones literarias que también representan al pueblo colombiano y que establecieron contactos de apertura e intercambio cultural, pese a la prohibición oficial del gobierno de la época.

No deja de llamar la atención este nuevo vacío de las memorias literarias nacionales, sobre todo, porque el único texto de literatura comentado en los medios y que representó a manera de efeméride literaria, no oficial, la visita del presidente Santos a China fue un libro de viajes editado en Paris en 1864 y cuyo autor fue el empresario colombiano Nicolás Tanco Armero. El libro fue reeditado en el 2013 en Medellín por el Instituto Confucio y la Universidad EAFIT. El autor fue un joven conservador neogranadino, proveniente de una acaudalada familia de la época que le educó en Europa. El motivo de sus viajes a China, nunca mencionado en el libro, fue dedicarse durante un tiempo al tráfico humano desde Asía hacia América. Nicolás Tanco Armero contrataba culis chinos para venderlos en Cuba y otros países americanos. Culi traduce literalmente en chino: trabajo-amargo.

El motivo de los viajes a China de Nicolás Tanco Armero se debe a los altos costos y a la perdida del marco legal para traficar con africanos a mediados del XIX en el mundo y en Colombia. Hecho que obligó a los hacendados a buscar soluciones más rentables que la esclavitud africana para suplir las necesidades de fuerza de trabajo. La solución encontrada y con la que se permitió bajar los costos de mano de obra, según investigadores de la época, hasta en un cincuenta por ciento, fue la contratación legal de culis chinos o de otros pueblos de Asía. Basados en un vacío legal, la trata de hombres libres se volvió más rentable que la esclavitud. Dado que ahora se les podía exigir que pagaran sus propios gastos. Se les contrataba por periodos de ocho años, renovables por el contratante, con la condición de cancelar primero los altos costos de su viaje y la manutención y vivienda durante el contrato laboral. Por esa razón, algunos investigadores concluyen que en la práctica fue peor que la diáspora africana. Las argucias legales a las que fueron sometidos, los maltratos y las altas tasas de mortalidad que fueron hasta del 50 por ciento durante los inhumanos desplazamientos, así lo demuestran. Los cientos de miles que sobrevivieron poco a poco fueron integrándose socialmente y constituyen hoy una más de las partes fundamentales de nuestras identitarias riquezas étnicas latinoamericanas.

Nicolás Tanco Armero no fue el único colombiano dedicado a este negocio desde Cuba. De una carta del empresario colombiano Francisco de Paula de Castro al hacendado cubano Francisco Ximeno, fechada en Trinidad el 15 de agosto de 1860, se puede extraer que el tratante colombiano de Castro, intenta por segunda vez convencer al hacendado cubano para que invierta en el negocio. En la primera propuesta, había intentado venderle esclavos africanos de manera ilegal, idea que fue rechaza por los hacendados de Matanzas. En esta nueva carta, les propone traer culis, según él, con menos riesgo moral y mayor utilidad. Según la publicación de la Biblioteca Nacional José Martí en Cuba, que recoge esta información y reproduce la carta, el colombiano de Castro fue el menos competente de los tres colombianos vinculados al negocio de culís desde Cuba, el más exitoso fue Don Nicolás Tanco Armero. La carta de Castro explica las bondades del negocio.

“es decir toda la parte proporcional de los gastos, de la expedicion (sic); incluyendo además en ellos la parte de las perdidas, o par(sic) mejor decir, las menos ganancias se hacen, debida a las muertes que ocurren durante la navegación. Para que la expedición sufriese perdidas por esa causa, sería preciso que muriesen muchos mas de la mitad de los chinos que embarcasen. Suponiendo que en China se embarcasen 600 hombres, y que solo 300 llegasen a Cuba, estos, vendidos a razón de 15 onzas cada uno cubrirían todas las perdidas y dejarían todavía una brillante utilidad”. [2] 

Desde luego que no importa para la interpretación o valoración de un texto de viajes la profesión de su autor o el motivo de su viaje. Sin embargo, para fortalecer las relaciones culturales entre China y Colombia, deberíamos ampliar la muestra de nuestro capital literario relacionado con la China actual. En la revista La historia de la gente sin historia de la Biblioteca Nacional José Martí de Cuba, encontramos además una jocosa referencia a la profesión de Don Nicolás. El investigador Pérez de la Riva mediante un extracto del famoso periódico habanero Don Junípero del siglo XIX, dirigido por el bilbaíno Víctor Landaluze, conocido por ser uno de los primeros periódicos en español del tipo satírico-jocoso y con caricaturas críticas y moralizantes. El día 17 de abril de 1864, el mismo año de la publicación del libro de Don Nicolás Tanco Armero en París. Libro de viajes en el que nunca, curiosamente, se dice con certeza el motivo del viaje a China o la profesión del autor. Don Junípero publica en sus páginas una cuarteta satírica dedicada a Don Nicolás Tanco Armero:

“en Bogotá le llamaban algunos años después Don Nicolás Tan-co chino que es un percance cruel”. [3]

Al leer el libro de viajes de Don Nicolás Tanco Armero, el lector encontrará la mirada de un neogranadino aún lleno de prejuicios, algo que es comprensible, pero no excusable para su época. Don Nicolás narra desde un nosotros euro centrista y colonialista. Algo que deja mucho que desear como modelo de intercambio cultural actual e incluso en el siglo XIX. Don Nicolás describe al pueblo chino como semi bárbaro en el mejor de los casos. Es un joven de una provincial elite conservadora, católica y educado en Europa, que no está interesado en variar el horizonte de sus prejuicios ante los métodos científicos sociales de observación objetiva que desde la ilustración se enseñan y practican. Don Nicolás Tanco Armero describe hábilmente y con gracia sus propias proezas y relaciones sociales, otorgando vida a la interesante crónica de sus viajes, pero entrecruza en su discurso, en ocasiones, desafortunados comentarios que dan poco rigor a la información y marcan la subjetividad de las observaciones del texto.

“No poseen los chinos instrumentos náuticos ningunos y aun sus cartas marítimas no sirven para nada[…] Tampoco tienen instrumentos matemáticos, y todos sus cálculos los hacen por métodos prácticos y erróneos […] Los principios de los chinos en materia de medicina y cirugía son también bastante raros. Es increíble hasta que punto llevan las supersticiones en este pueblo, y las ridiculeces que les hacen cometer.” […] “Un país donde no existe idea alguna de la estética, de lo bello en la simple forma de una pintura y de una estatua, naturalmente no podrá distinguirse cuando se trata de monumentos grandiosos como templos y palacios. Se ha observado que esto mismo ocurre en todos los países de origen mongólico y del Asía occidental, y es imposible que formen el gusto por las obras magníficas del arte hasta que no rocen con las naciones creadoras e imaginativas”.[4]

El libro posee extensas e interesantes referencias e información de los países que visita, aunque sin explicar del todo sus fuentes o el grado de observación realizado. El narrador del texto se ve como un representante de la cultura occidental y comparativamente observa la pobreza urbanística y estética de las ciudades chinas, pero según la lectura, nunca visitó las grandes ciudades chinas, simplemente conoció algunas pequeñas ciudades puertos. Hong Kong en ese momento tiene 400.000 habitantes según su libro, pero de acuerdo a datos de la prensa inglesa de la época eran 125.000 habitantes. Desde una focalización colono occidental, nos habla de la gracia y belleza de “nuestras ciudades en Europa y América”, mientras el lector sabe que Bogotá podrá ser la capital de la Nueva Granada, pero en 1851 solo tenía aproximadamente 40.000 habitantes y durante las décadas del cambio de siglo llegó a los 128.000 habitantes.[5] A medidos del XIX Nueva York tiene aproximadamente 800.000 ciudadanos en sus calles y París, donde estudió, poco más del millón en ese mismo momento. Sin embargo, Pekín, la capital del imperio Chino, supera en ese momento los dos millones de habitantes, según los datos de un artículo que fue publicado en The Daily Dispatch, [6] el 25 de diciembre de 1860, donde es posible leer descripciones del fastuoso urbanismo imperial de Pekín, una ciudad que son dos ciudades, una ciudad para el Emperador, al mismo tiempo que se describe el contraste de pobreza y magnitud de la otra ciudad.

Dejemos de lado sus comentarios sobre China y veamos ahora la relación de Don Nicolás Tanco con la Nueva Granada. Luego de su formación, llega muy joven a Bogotá, desde la Francia de las libertades. No se menciona con exactitud, dónde, ni qué estudió. Él mismo menciona que se involucra al llegar en la política nacional. Al punto, que por insultar al presidente liberal José Hilario López, recientemente elegido, fue encarcelado durante tres meses. Al salir de prisión, decide abandonar su breve carrera política y se marcha a Cuba. El libro resume así el suceso:

“Un partido acaba de triunfar en la Nueva Granada en el año de 1851: este partido, denominado rojo por unos y liberal por otros, se enseñoreó de la republica por medio de la intimidación, […] arruinados los propietarios pudientes, y oprimidos el saber y el talento, vejados los ministros de la religión, las mujeres insultadas villamente […] En vista de semejante estado, ¿quién podía resolverse a continuar habitando la Nueva Granada? Quién tuviera algunos medios ¿podía dejar de ausentarse de una tierra tan desdichada?”[7]

Historiadores sociales del XIX como Jaime Jaramillo Uribe o Germán Colmenares han analizado este período del XIX colombiano. En sus investigaciones se demuestra que el cambio político y económico del liberalismo buscó fortalecer la contratación libre de mano de obra, entre otras cosas, emulando las libertades conseguidas en la segunda republica francesa de 1848. El partido liberal logró ganar las elecciones, por primera vez, gracias a que se comprometió popularmente en eliminar algunas de las prácticas coloniales que se mantenían a pesar de la independencia. El gobierno del presidente José Hilario López ejecutó algunas de las siguientes reformas: prohíbe la esclavitud[8] en el territorio nacional, otorgó libertad y derechos inmediatos iguales a esclavos e indígenas. Por primera vez, en la Nueva Granada, se otorga el sufragio universal a todos los hombres de la república, antes sólo votaban quienes cumplían unas condiciones económicas y educativas (saber leer y escribir). Incluso durante esos gobiernos liberales, se intenta otorgar el derecho al voto a la mujer. Además, el nuevo gobierno otorga por primera vez libertad de cultos en el país. Poniendo fin, al monopolio de la iglesia católica en lo concerniente a religión y educación. Por primera vez, el gobierno impone textos escolares científicos como los del inglés Jeremy Bentham. Intentando con ello hacer menos teológica la ciencia que se enseña para hacerla más útil y técnica. En lo económico, se permite el libre comercio y asociación en muchos nuevos sectores, acabando con algunos monopolios. Dando así, un impulso definitivo a la producción y exportación de cultivos como el tabaco. En abierta competencia, el tabaco, superó por primera vez las cifras de exportación del oro que seguía siendo desde la colonia el producto de mayor impacto en las exportaciones y el que empleaba principalmente la esclavitud como mano de obra. No hay duda de que los libros de viajes de Nicolás Tanco Armero y él en sí mismo son personajes interesantes y valiosos para nuestro archivo literario colombiano relacionado con China y demás países sobre los que escribió en sus libros de viajes. Pero, ampliar la mirada para representar pluralmente la mayor cantidad de miradas es sin duda una adecuada manera de potenciar la obra de Tanco Armero y las de otros colombianos que buscaron igualmente el intercambio cultural de nuestro país con China.

   

Las otras dos obras literarias sobre China fueron escritas un siglo después de las de Nicolás Tanco Armero. Libros publicados por intelectuales nacionales que fueron fundamentales para alcanzar la tardía modernidad de nuestra literatura nacional. Sus obras en lo general se caracterizaron a pesar de sus grandes diferencias por convertirse en pilares de la diversidad y pluralidad que hoy vemos como algo común en la actual mentalidad de la cultura colombiana, pero no siempre fue así durante el siglo XX. Estos dos libros no fueron los más importantes de sus obras. Sin embargo, fueron pequeños actos de resistencia pacífica ante el bloqueo al intercambio cultural a medidos del siglo XX con China. Reunión en Pekín (1952) de Jorge Zalamea y China 6 a.m.(1955) de Manuel Zapata Olivella son libros de intelectuales y políticos colombianos, pues no se debe olvidar que Jorge Zalamea fue ministro de Educación de Alfonso López Pumarejo en la década del treinta y Zapata Olivella ocupo cargos directivos en el mismo ministerio en los años sesenta. Sus obras literarias y sus acciones humanas trataron de corregir los errores de la nefasta política internacional colombiana durante el siglo XX, no sólo para disculparse con China y otras naciones comunistas de mediados del XX, sino sobre todo, para con el capital simbólico y humano del pueblo colombiano.

El ensayo político Reunión en Pekín (1952) de Jorge Zalamea y el libro de crónicas China 6 a.m. (1955) de Manuel Zapata Olivella fueron lazos literarios de respeto humano en medio del bloqueo impuesto desde los Estados Unidos y la Europa central durante la guerra fría y el macartismo. El motivo de esta conferencia fue precisamente hacer un llamado a la paz de Asia y los países del Pacífico, un primer acercamiento a los prolegómenos de posteriores asociaciones que pasaron de las relaciones culturales y de los buenos gestos a cerrar posteriormente cruciales acuerdos comerciales para la economía de los países del Pacifico, acuerdos como el actual APEC, del que somos simples observadores. México y otros países latinoamericanos a pesar de la solicitud norteamericana se negaron a enviar sus tropas a la guerra contra Corea del Norte.

En octubre de 1952, ningún medio colombiano cubrió la Conferencia de Paz en Pekín, sobre el evento sólo se encuentra una breve nota que publicó El Tiempo, sobre las advertencias del grave perjuicio que pondrían sufrir los ciudadanos americanos que intentaran asistir a la conferencia de Paz. Sin embargo, se reunieron en Pekín más de cuatrocientos delegados de ambos sexos, de todas las tendencias políticas, religiosas y académicas y representaron a más 37 países y simbólicamente a más de mil seiscientos millones de seres humanos. Entre el 2 y el 12 de octubre de 1952 en Pekín, se rompió simbólicamente el bloqueo comercial y mediático con el que la crispación del macartismo controlaba los hilos del continente americano. Se intentó hablar de paz, Picasso pintó un cuadro sobre Corea y la famosa paloma, símbolo de las soluciones de paz, fue su símbolo para el evento. China deseaba demostrar que no estaba interesada en intervenir militarmente en más conflictos y que no se preparaban para una tercera guerra mundial, como se estaba diciendo desde el muro de los medios macartistas sobre Rusia y China. En ese momento, China busca las negociaciones para el intercambio de prisioneros en busca de un armisticio mientras continúan los combates. En su interesante y riguroso ensayo, Jorge Zalamea con la calidad literaria y crítica acostumbrada en él, describe los motivos de la reunión y efectos simbólicos y reales de la conferencia ante la negligencia internacional y polaridad de los medios occidentales. Todo esto, mientras detalla los entresijos del telón de fondo de la guerra fría y el incumplimiento, o la libre interpretación digamos, que dieron los EEUU y el Reino Unido a los acuerdos de la Carta del Atlántico del 14 de agosto de 1941, en la que se comprometían a respetar y no intervenir en otros países y colaborar en el desarrollo pacífico entre naciones. Pero el escenario en Asía era todo lo opuesto, la guerra de Corea, además de la intervención en Vietnam, el uso de armas prohibidas, el bloqueo económico. Jorge Zalamea a mediados del XX y en pleno macartismo advierte:

“Esto quiere decir que el capitalismo ha buscado en la producción de la guerra los beneficios que, por su propia torpeza, no podía obtener ya en la producción de paz[…] Sobre la acumulación de informaciones fidedignas y de documentos irrebatibles que nos han proporcionado los delegatarios de los pueblos en la Conferencia pro Paz de las Regiones del Asia y del Pacífico, —con clara y serena conciencia del valor de cada una de nuestras palabras, podemos afirmar que la única amenaza para la paz del mundo y la felicidad de los pueblos, es la feroz obstinación con que unos pocos centenares de capitalistas quieren obtener el máximo de utilidades, así sea al precio del patrimonio espiritual de los hombres.”[9]

Sobre la conferencia de paz de 1952 en Pekín, existen notas de prensa y publicaciones en muchos países. Un periódico del sindicato de trabajadores de la industria pesquera canadiense The fisherman, publica las notas del viaje escritas por un miembro del partido laborista canadiense llamado Elgin Neish, quien participa en la conferencia y cuya intención es abrir acuerdos comerciales en Pekín. Canadá siempre ha mantenido relaciones y acuerdos comerciales con China a pesar de que igualmente su gobierno oficialmente se oponía a la conferencia. En una de las cartas del señor Neish se menciona a la delegación colombiana. En ella se describen a dos médicos colombianos que asisten, uno de ellos puede ser Manuel Zapata Olivella:

“Story of Colombia: The Colombia group is made up of one scientist, a doctor who is specializing in nutrition, and another young medical doctor as well as a small man who represents a large group – the peasants of Colombia. The Minister of Defence has made the proclamation prior to these men leaving for the Peking Peace Conference, “That all those who attend the Peking Peace Conference will be deemed as traitors and will be dealt with as such upon their return to Colombia. The stories they tell of what is going on in Colombia are almost unbelievable. There have been over 60,000 people killed in less than three years by the government in an effort to hold the people in check. They say there have been hundreds of Lidices in Colombia.” [10]

Jorge Zalamea ya había sido encarcelado y le habían clausurado su quincenario por publicar textos literarios y periodísticos que hacían evidente el desenfreno de la violencia del gobierno conservador, mucho antes de asistir a la conferencia de Pekín en 1952. Al escritor y médico Manuel Zapata Olivella a su regreso a Bogotá lo encarceló el SIC del gobierno conservador de Laureano Gómez. La obra que Manuel Zapata Olivella publicó tres años después de la conferencia de Pekín fue un libro de crónicas, aunque él los llama relatos. En el libro se recogen veintiocho breves textos en los que el autor, mediante un estilo sencillo y con la oralidad caribeña que lo caracteriza, relata testimonios y perfiles de la gente común, buscando un horizonte de lectores populares que se interese en el desconocido día a día de la reciente Republica Popular de China. Desde sus crónicas se señalan algunos de los problemas y esperanzas de los campesinos, de los dueños de propiedad privada que aún no han sido colectivizados, de los cargadores de rickshaw, estudiantes, niños, maestros, ancianos. Busca rescatar testimonios de la experiencia de un pueblo que se enfrenta a un nuevo orden político y social, un hecho histórico de gran importancia a nivel mundial. Además, señala desde los cambios sociales mínimos hasta señalar grandes proyectos de infraestructura, como los descomunales movimientos de tierra para encauzar y prevenir las famosas inundaciones del río Huái y la construcción de universidades por los propios estudiantes y los profesores en varias partes del país. Información que sin duda haría parte de un programa oficial de comunicación de la conferencia, pero no por ello, deja de ser observación testimonial. Crónicas que desean señalar esfuerzos y sacrificios de la gente que depositó sus sueños en un nuevo sistema de gobierno al que se entregaron con un esfuerzo físico y emocional inusual para el cronista, todo en medio de las dificultades de la guerra contra Corea y sus aliados, el bloqueo económico y la recuperación de su larga guerra civil. La revolución aún es joven y se siente aún en el texto una mirada candorosa entre los testimonios y los hechos narrados por Manuel Zapata Olivella. A pesar de esto, no deja de ser un testimonio histórico de esfuerzo y sacrificio humano.

Antes de que el Che fuera el Che, pues apenas en ese mismo año de l952, emprendió su mítico viaje en moto por Latinoamérica. Otros médicos e intelectuales colombianos, combatían pacíficamente con su escritura, pues creían en el derecho a que los pueblos y los individuos podían buscar e intentar nuevos modelos y paradigmas sociales para sus países en medio de la Guerra Fría del siglo XX. Dos intelectuales y escritores colombianos disímiles que representan la pluralidad de las mentalidades de la sociedad colombiana a mediados del XX y en medio de una época violenta y cruel de nuestra historia reciente. Sin duda, su esfuerzo abrió puentes y caminos de entendimiento y respeto entre los pueblos de China y Colombia.

Manuel Zapata Olivella dedica una de sus últimas crónicas a su visita a Shanghái. En ella comenta la impresión que le produce conocer las fotos y la historia de Wang Xiahoe. Un mártir comunista de Shanghái que murió poco antes de que terminara la guerra civil. Wang Xiahoe fue un hombre muy joven que dejó una hija pequeña y a su esposa embarazada al morir. Capturado mientras intentaba dañar un generador eléctrico, el día 21 de abril de 1948 por el KMT, fue juzgado el 27 del mismo mes y sentenciado a muerte el día 30. Aproximadamente a las 10 de la mañana fue ejecutado públicamente en la prisión de Tilanqiao en Shanghái. Su hija menor, Wang Peimin, nació tres semanas después de la ejecución. En el documental sobre Shanghái I wish I knew (2010) del talentoso director chino Jia Zhangke, se recupera nuevamente la historia de Wang Xiahoe, coincidiendo con la crónica de Manuel Zapata Olivella. En el documental, Wang Peimin, la hija menor de Wang Xiahoe, nos cuenta que gracias a esas fotos que le hicieran a su padre durante su ejecución ella pudo recuperarlo y tener un padre para sobrevivir. Dado que, su madre ante la experiencia prácticamente enloqueció. Manuel Zapata Olivella nos dice que Shanghái no tiene fastuosos palacios, ni infinitas murallas, pero tiene anónimos mártires sonrientes y que con eso basta para entender lo que sentía aquella gente por sus ideas y por su pueblo.

“Me ha bastado, repito, con mirar estas fotos, como las que reproducen los últimos momentos de Wang-Shao-Ho(sic), para comprender y sentir el pueblo de Shanghai(sic)” [11]

*Nota: Las imágenes en B/N son fotogramas que pertenecen al documental I Wish I Knew (2010) de Jia ZhangKe.

[1] Germán Colmenares: Las convenciones contra la cultura, Bogotá, Ed. Tercer Mundo, 1997, p. 18.

[2] Pérez de la Riva, Juan: Documentos para la historia de las gentes sin historia: El tráfico de culíes chinos, La Habana, Separata de la revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Año VI – No2, p. 89.

[3] Ibíd., p. 79.

[4] Tanco Armero, Nicolás: Viaje de Nueva Granada a China y de China a Francia, Medellín, Ed. EAFIT, 2013, p. 439 a 444.

[5] Jaramillo Uribe, Jaime: Ensayos de historia social. México DF, Ed. Alfa omega, 2001, p. 212.

[6] http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A2006.05.0176%3Aarticle%3D28

[7] Tanco Armero, Nicolás: Viaje de Nueva Granada a China y de China a Francia, Medellín, Ed. EAFIT, 2013, p. 51.

[8] Jaramillo Uribe, Jaime: Ensayos de historia social, México DF, Alfa omega, 2001, p. 348-149.

[9] Zalamea, Jorge, Reunión en Pekín, 1952, ND, p. 135.

[10] Isitt, Benjamin: Fellow Traveller: A British Columbia Fisherman Writes Home from the Eastern Bloc 1952, Labour/Le Travail, 63 (Spring 2009), p. 105–130.

[11] Zapata Olivella, Manuel: China 6 a.m., Bogotá, Ed. SBL, 1954, p. 128.

[Fotos: Juan Manuel Arévalo]

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