El ensayista gallego y director del Observatorio de la Política China, Xulío Ríos expone en su texto el interés de España y China en forjar no solo relaciones económicas sino también culturales. En gran medida el creciente interés de China en España se debe a las relaciones comerciales de Latinoamérica con el gigante asiático.
Para obtener un diagnóstico del estado de las relaciones entre España y China en la actualidad, sin entrar por lo tanto en consideraciones de índole histórica más o menos remotas, debemos significar los trazos más sobresalientes de dichas relaciones. Para ello nos centraremos en abordar los principales dominios.
En primer lugar, en lo político, conviene destacar como nota característica esencial la existencia de una gran fluidez en las relaciones bilaterales. El intercambio de visitas institucionales al máximo nivel, un síntoma que refleja el tono vital de dicha relación, forma parte de la cotidianeidad. Prácticamente todos los miembros del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), a excepción de Zhou Yongkang, han visitado España en los últimos años. También muchos otros altos funcionarios del gobierno y del PCCh. Igualmente, del lado español, desde la Jefatura del Estado a la Presidencia del Gobierno, ministros, etc., las visitas constituyen un hecho normal. Durante su mandato, Rodríguez Zapatero visitó China en cuatro ocasiones y fue el único dirigente europeo invitado al foro Boao, el Davos asiático, de 2011. El presidente Hu Jintao sentenciaba en una escala reciente en Canarias a su regreso de la cumbre del G20 (Los Cabos, México), que las relaciones entre China y España se encuentran en el mejor momento de su historia. Mariano Rajoy tiene prevista su primera visita a China en 2013.
No es este el único dato relevante. Debe señalarse que la relación de España con China es, ante todo, mucho más que una relación económica. El ministro de asuntos exteriores Jiang Jiechi o el primer ministro Wen Jiabao lo han dicho con claridad: España es el mejor amigo de China en Europa. Ello se debe en buena medida a una gestión cuidadosa de las llamadas “3T” (Tiananmen, Taiwán, Tíbet) muy atenta a la sensibilidad china, con posicionamientos muy próximos a sus planteamientos, cosa que China agradece especialmente, más en un contexto como el europeo donde abundan los matices y las discrepancias. Baste recordar la reciente gira por el continente del Dalai Lama que fue recibido al máximo nivel en algunas capitales, actitud altamente improbable en Madrid.
China y España comparten desde 2005 una Asociación Estratégica Integral, lo que nos sitúa al nivel formal de Francia, Alemania o Reino Unido, aunque no exactamente al mismo nivel si bajamos los escalones y nos adentramos en otros segmentos de la relación bilateral que nos ofrecen un contenido de menor enjundia y que no se corresponde con la dimensión alcanzada en el plano político.
En el marco de la UE, España comparte los objetivos de la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) en relación a China: apoyo para completar su transición, fomento de la apertura política, defensa de los derechos humanos, definición de un marco de relaciones económicas mutuamente provechoso, hacer de China un actor responsable en el orden internacional. Los hemos tenido presentes durante la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010, añadiendo puntos de vista propios como la postulación del reconocimiento de China como una economía mercado o del levantamiento del embargo de armas que pesa sobre China desde Tiananmen (1989), evidenciando que esa sintonía no se limita al ámbito bilateral sino que España no tiene complejo en proyectarla en los escenarios regionales e internacionales, lo que con independencia del éxito o no de dicha vocación, agrada a China y refuerza su convencimiento en la sinceridad de la actitud oficial española.
China figura como país destacado en los Planes Asia-Pacífico que el gobierno español ha aprobado desde 2000 en adelante (un total de tres), de los que se han derivado planes sectoriales en varios ámbitos con el objeto de superar carencias estructurales de valor cualitativo. Es verdad que no se han superado del todo dichas deficiencias pero sin duda han aportado un cierto dinamismo en el que conviene perseverar.
Por otra parte, cabe referirse al Foro España-China, creado en 2003 como ente aglutinador y contexualizador de las relaciones bilaterales, enfrentado siempre al doble reto de dotarse de más contenidos sustanciales y de lograr una participación más amplia, plural y equilibrada.
Por último, me gustaría destacar el creciente papel de la diplomacia pública, a la que China concede cada vez más importancia. En tal sentido, es aconsejable ampliar y diversificar los vínculos de forma que esa sintonía que existe en la cúspide de la pirámide pueda impregnar el conjunto de las relaciones bilaterales, buscando complicidades y tejiendo redes que fortalezcan el entendimiento y aporten la tan anhelada regularidad. Queda mucho por hacer en este ámbito.
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