Sinología: Las crisis en los mares de China

In by Andrea Pira

China tiene varias disputas territoriales con otros países, pero el más reciente conflicto por las islas Diaoyu/Senkaku con Japón se ha convertido en un tema clave de la agenda política de ambas naciones. La entrada en vigor de legislaciones nacionales para adecuar el ámbito de las aguas territoriales y de las llamadas zonas económicas exclusivas por Naciones Unidas añade un nuevo factor de discordia. Además, el regreso de Estados Unidos a la zona configura un nuevo panorama bipolar.

China disputa las islas Natura con Indonesia, las islas Paracel con Taiwán y Vietnam y las islas Diaoyu /Senkaku con Taiwán y Japón, entre otros reclamos. La disputa por las islas Natura, explotadas actualmente por lndonesia en colaboracón de la compañía norteamericana Exxon, se cataloga como un conflicto de baja intensidad.

Por su lado, China ha ocupado casi en su totalidad las islas Paracel (Xisha en chino) que disputa territorialmente con Taiwán y Vietnam. En 1991 se registraron 70 muertos en enfrentamientos con Vietnam, que se suman a los 72 muertos y el hundimiento de tres barcos de Hanói en 1988.

La discordia territorial por las islas Diaoyu / Senkaku, a 200 kilómetros de China continental y a 200 kilómetros de Okinawa, enfrenta a Taiwán y China con Japón, quien ejerce el control de facto. Dos factores relativamente recientes agudizan la trascendencia de estos contenciosos.

De una parte, la entrada en vigor de las modificaciones introducidas en las legislaciones nacionales para adecuar el ámbito de las aguas territoriales y de las llamadas zonas económicas exclusivas al nuevo derecho del mar adoptado por Naciones Unidas. De conformidad con él, tanto China como Japón delimitaron la extensión territorial de estos conceptos.

La ley china de 25 de febrero de 1992 incluye todas las islas en disputa y sus aguas adyacentes en el ámbito de su soberanía territorial. Algunas de estas zonas están actualmente bajo control de otros países como Indonesia, Filipinas o el propio Japón. Todos dirigieron entonces sus protestas contra Beijing por haber adoptado unilateralmente esta decisión y por incluir en ella la previsión de recurrir al uso de la fuerza cuando lo estime oportuno para salvaguardar este espacio de toda incursión considerada ilegítima o no autorizada.

Al reivindicar todos estos espacios territoriales, Beijing enviaba un claro mensaje de su escasa disposición a la negociación. El otro factor que puede actuar como catalizador de las crisis es la existencia de una creciente rivalidad por la adjudicación y el control de las concesiones para explotar los recursos petrolíferos y de gas existentes en estas aguas y revelados en 1968 por la Comisión Económica de Naciones Unidas para Asia y el Medio Oriente.

En Sinología ofrecemos un extracto del texto Las crisis en los mares de China: implicaciones geopolíticas y en materia de seguridad donde se analiza a profundidad este conflicto.

La disputa de las islas Diaoyu/Senkaku

En este contencioso, Taiwán (República de China) y China (República Popular China) mantienen posiciones similares. Para Beijing y Taipéi, tanto desde el punto de vista geológico como histórico, las islas Diaoyu son chinas. Al parecer, la existencia de una fosa marina de varios miles de metros que separa estas islas del archipiélago de Okinawa evidenciaría su vinculación geológica a Taiwán.

Desde el punto de vista histórico, argumentan diferentes consideraciones:

1. En documentos pertenecientes a la dinastía Ming (1368-1644) estas islas aparecen incluidas en los mapas que indican el ámbito territorial de la nación china y de ellos se deduce que en 1372 las islas fueron descubiertas por sus navegantes que las utilizaban para ayudarse en las travesías.

2. En un libro del reinado de Yong Lee (1403-1424) titulado "Un viaje tranquilo con las velas al viento" también se alude a ellas como chinas. Durante todo ese período, las islas Diaoyu estuvieron bajo la administración de la provincia primero de Fujian y más tarde de Taiwán.

3. En 1556 fueron incorporadas a la defensa marítima de China. Durante más de cien años fueron frecuentadas por los aborígenes de Taiwán y otros, tanto para pescar como, sobre todo, para recoger varias especies de hierbas utilizadas en la medicina tradicional china.

Beijing, por otra parte, afirma poseer documentación fidedigna (mapas publicados en Japón en 1783 y 1785) que acreditan sin lugar a dudas que las islas formaban parte territorialmente de China y eso explicaría el por qué Japón nunca cuestionó esta soberanía hasta la guerra de 1894-95.

Precisamente esta guerra y su penoso resultado para China dieron un vuelco a la situación. En el Tratado de Shimonoseki (también conocido como Ma Guan) China cedía a Japón el dominio sobre Taiwán y las islas de los alrededores que administraba, entre otras las Diaoyu. Este elemento es importante porque sirve a la posición china para argumentar que el destino de las islas Diaoyu debe ir parejo a la devolución de Taiwán. En la conferencia de El Cairo (1943) en la que participaron Estados Unidos, Inglaterra y la China de Chiang Kai-shek, se adoptó la decisión de restituir a China todos los territorios que le habían sido usurpados en el pasado por Japón, incluidas las islas del Pacífico.

Más tarde, en el Tratado de Paz de San Francisco, firmado en 1951 entre Japón y los Aliados, las islas Diaoyu se asignaron a Japón, si bien temporalmente y con otros territorios los poderes administrativo, legislativo y judicial serían ejercidos por Washington (artículo 3). Los gobiernos chinos, tanto de Taiwán como de Beijing, nunca reconocieron oficialmente este tratado.

Japón, por su parte, elude las disquisiciones de carácter geológico o histórico y fundamenta sus derechos a la propiedad de estas islas primeramente en el orden estrictamente legal derivado del ejercicio de la ocupación de una "tierra de nadie", y en segundo lugar, recurriendo a los hechos: el control ejercido en la zona por la Armada nipona desde hace más de cien años.

El Ministerio de Asuntos Exteriores resumía en una nota hecha pública el 3 de agosto de 1972 la posición nipona:

1. La dinastía Qing nunca llegó a administrar efectivamente este territorio.

2. Las islas objeto de disputa eran totalmente inhabitables dado su carácter volcánico.

3. El gobierno japonés, en una decisión ministerial adoptada el 14 de enero de 1895 dio cobertura legal a la ocupación y las situó bajo la dependencia administrativa del distrito de Okinawa.

4. En el Tratado de Shimonoseki, China no pudo ceder estas islas pues no eran suyas, no formaban parte de su territorio (al contrario de Taiwán o las islas Penghu).

5. En consecuencia, en el Tratado de San Francisco no se incluyen estas islas como parte del territorio que Japón debe devolver a China, quedando temporalmente bajo la autoridad de la administración estadounidense. No cabe pues vincular la problemática de Taiwán y la de las islas Diaoyu, afirman las autoridades japonesas.

Pero resulta innegable que cuando Tokio se decide a ocupar estas islas sus relaciones con China son altamente conflictivas (abiertamente bélicas) y además administrativamente, las sitúa en dependencia no de Okinawa sino de Formosa mientras duró la anexión de la actual República de China. Conviene tener presente que la anexión del archipiélago Ryukyu se produce en 1879, apenas unos años antes. Para los gobiernos chinos, la devolución de Okinawa a Japón no implica igual destino para las islas Diaoyu.

Para Taiwán y China, la permanencia de la ocupación japonesa de las islas Diaoyu es consecuencia de un arreglo entre Tokio y Washington. Cuando el 17 de junio de 1971 se firma el acuerdo de reversión a Japón de Okinawa, las islas Daito y el archipiélago de Ryukyu, territorios que Estados Unidos venía administrando desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las islas Diaoyu se incluyen también en el acuerdo.

Durante los años sesenta del siglo pasado, la presencia americana congeló el problema. En el Tratado de Paz firmado por Taiwán y Japón en 1952 nada se dice acerca de las islas Diaoyu. Como en él se recoge básicamente la abolición de las cláusulas del Tratado de Shimonoseki, los dos gobiernos chinos aseguran que debe entenderse admitida también, implícitamente, la devolución de estas islas ya que la liberación de ambos territorios están indisolublemente asociados.

El gobierno de Beijing asegura que en 1958 el primer ministro Zhou Enlai se pronunció concretamente a favor de la devolución de las islas Diaoyu. El cambio de situación se produce a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. En 1968 se desvela la existencia de importantes reservas energéticas en las cercanías de las islas y desde entonces se suceden las crisis: Japón-Taiwán en 1970, 1972 y 1990; Japón-China en 1978 y 2011-2012.

En julio de 1970, Taiwán otorga una concesión a dos empresas petroleras estadounidenses para efectuar prospecciones en la zona. El siguiente paso consiste en la tentativa de colocar una bandera en la mayor de las islas que rápidamente es retirada por los japoneses.

Taipéi, por último, confirma la inclusión de las Diaoyu en el ámbito de su dominio administrativo, tal como figuraba a raíz de la firma del tratado de Shimonoseki y tres diputados de la Asamblea Nacional visitan las islas.

Las tensiones con Japón no solamente avivan el nacionalismo en Taiwán sino que alrededor de estas reivindicaciones se va vertebrando una tímida oposición independentista al Kuomintang (KMT), fundamentalmente nucleada alrededor del llamado "Movimiento en Defensa de las Diaoyu" (Bao Diaoyutai Yundong) que nace en 1972, en el fragor de la segunda crisis, y que constituirá una importante referencia del proceso de democratización del sistema político taiwanés.

En 1990, el intento por parte de un grupo de extrema derecha nipona de restaurar un faro construido en 1978 motivó nuevas y contundentes protestas de Taiwán. Desde un punto de vista pragmático e inmediato, la primera preocupación de Taiwán consiste en garantizar los derechos de pesca que habitualmente y desde largo tiempo atrás realiza en esta zona.

Hasta ahora Tokio vino consintiendo sin problema la realización de estas actividades pero las inseguridades y conflictos que pueden originarse con la aplicación de las nuevas delimitaciones de aguas territoriales y zonas económicas exclusivas desataron muchos temores en Taipéi.

Actualmente ambos países negocian un acuerdo en esta materia, con un desarrollo que experimenta frecuentes altibajos en función de la gravedad de la coyuntura. Cuando afloran las primeras rivalidades entre Japón y Taiwán por las islas Diaoyu, aun reconociendo su pertenencia a Taiwán y por ende a China, la actitud de Beijing es más bien moderada.

Esta conducta es probablemente inseparable del proceso de aproximación a la comunidad internacional y de la necesidad de mitigar su aislamiento.

En 1971, la República Popular China se incorpora a la ONU. En 1972 restablece sus relaciones diplomáticas con Japón. Las reclamaciones sobre las islas fueron también esquivadas cuando en 1978 se firmó entre ambos países el Tratado de Paz y Amistad.

La decisión mutua de congelar este contencioso es el resultado de una pequeña crisis provocada en la víspera de la firma del Tratado cuando una flotilla de barcos de pesca se adentró en las cercanías de las Diaoyu para evidenciar la existencia de pretensiones por parte de China a las que no estaba dispuesta a renunciar Japón considera estrechamente vinculadas la creciente intensidad de las reivindicaciones de Taiwán y China acerca de las islas Diaoyu y el descubrimiento de recursos energéticos en la zona.

Algunas compañías petroleras señalaron que en el área de estas islas se acumula el equivalente a entre 10 y 100 mil millones de barriles de petróleo e igualmente importantes reservas de gas. Fue esta circunstancia, y no otras consideraciones menores, la que activó el interés y las demandas chinas.

Tokio insiste sin éxito en que lo lógico es que si durante la administración americana no presentaron reclamaciones, cuando esta cesa a favor de Japón, todos los territorios en fideicomiso deben revertir a su país. Sin entrar en las causas de fondo, Beijing responsabiliza a Tokio del incremento de la tensión por sus intentos de alterar el estatus de congelación del contencioso al consentir y amparar las acciones de grupos derechistas.

Pero lo cierto es que las crisis y reclamaciones se plantean repetidamente y con creciente intensidad desde 1970 hasta hoy, transformando ésta en otra área de extrema sensibilidad.

Sabido es que las relaciones entre China y Japón no han sido históricamente fáciles. El pueblo chino no olvida los millones de muertos registrados durante la Segunda Guerra Mundial, entre otras razones, porque Japón no acaba de reconocer plenamente su responsabilidad (con flecos pendientes como la limpieza de las armas químicas que aún subsisten en el norte de China o la indemnización de las esclavas sexuales) ni de interiorizarla socialmente e insiste en rendir culto a jefes militares que, desde la perspectiva de Beijing o Taipéi, solamente pueden ser considerados como criminales de guerra.

En los últimos años se intensificaron las relaciones económicas y comerciales en el interior de este triángulo, pero los desencuentros políticos no cesan. Para China, Japón es un socio principal. Y para Taiwán, es más que un gran cliente. Pero a pesar de eso, cierta fragilidad preside sus relaciones políticas.

Por otra parte, la última escalada, surgida tras los anuncios de “compra” de las islas por parte de Japón, a instancias de líderes de la derecha nipona en medio de una crisis político-electoral que no parece tener fin (de hecho, el ex gobernador de Tokio Shintaro Ishihara ha confirmado la creación de una nueva formación para concurrir a los comicios anticipados de diciembre), ha derivado en expresiones de acercamiento entre ciudadanos de Taiwán y de China.

Miles se han manifestado con sus respectivas banderas en algunas ciudades de Estados Unidos, Asia y Europa, revelando un hecho hasta entonces inédito mientras Taipéi sigue recelando de la oferta continental de coordinar posiciones en esta materia frente a Japón.

Cabe señalar igualmente que por el momento este cúmulo de tensiones no parece dificultar el avance en el proceso de diálogo económico entre Japón, Corea del Sur y China, pero no así en la configuración de un marco de confianza política y estratégica que pudiera resultar esencial para dotar aquel de la credibilidad necesaria.

Ambos procesos parecen deambular por rutas distintas y hasta contradictorias.

La cuestión de las islas Diaoyu/Senkaku se está convirtiendo para todos en un asunto de política interna de considerable importancia y periódicamente regresa al primer plano de la noticia.

La inestabilidad de la política japonesa en los últimos años contribuye a la instrumentalización de este problema en el orden interno para favorecer determinadas opciones electorales. Y si bien podríamos decir lo mismo para China en atención a su oportunidad para opacar otras tensiones, una excesiva exposición en un entorno especialmente sensible a las expresiones de arrogancia y rigidez puede resultarle en extremo perjudicial para dar por buena su apuesta por la emergencia pacífica.

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Xulio Ríos es director del IGADI y del Observatorio de la Política China. Coordinador de la Red Iberoamericana de Sinología, es asesor de Casa Asia y colaborador de diferentes medios de comunicación, como los diarios El País, La Vanguardia, El Periódico o El Correo.

Este artículo fue publicado en Icaria, 2012

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