Los estudios muestran un escenario optimista sobre el presente y el futuro de las inversiones directas de origen chino en los diversos países de América Latina. Se presenta a su vez un diagnóstico pesimista mediante argumentos complementarios que permitirán a los lectores sacar sus propias conclusiones sobre el presente y el futuro de las relaciones financieras entre China y los principales países de América Latina.
Los estudios de casos nacionales sobre la presencia de empresas transnacionales de origen chino reunidos en el presente volumen han servido de base para la elaboración del escenario optimista sobre el presente y el futuro de las inversiones directas de origen chino en los diversos países de América Latina. Sin embargo, y con el ánimo de entablar una polémica constructiva, nos proponemos presentar un diagnóstico pesimista mediante argumentos complementarios que permitirán a los lectores sacar sus propias conclusiones sobre el presente y el futuro de las relaciones financieras entre China y los principales países de América Latina. Consideramos que, pese al abandono de la retórica marxista, los dirigentes políticos chinos siguen guiándose por objetivos y medios definidos por Deng Xiaoping desde el principio de las reformas económicas, tendientes a desarrollar una economía de mercado socialista. En términos políticos el objetivo central sigue siendo el mantenimiento del predominio político del Partido Comunista de China (PCCh).
Introducción
Los cánones metodológicos demandan que, en la evaluación de cualquier proceso social, se elaboren cuando menos tres escenarios: uno optimista, otro pesimista y, entre ambos, el más probable, situado entre los dos primeros. Los estudios de casos nacionales sobre la presencia de empresas transnacionales de origen chino reunidos en el presente volumen han servido de base para la elaboración del escenario optimista sobre el presente y el futuro de las inversiones directas de origen chino en los diversos países de América Latina. Con el ánimo de entablar una polémica constructiva, nos proponemos presentar un diagnóstico pesimista en contrapunto del de Carlos Moneta y Sergio Cesarín contenido en el capítulo introductorio. Con ello, buscamos ofrecer argumentos complementarios que permitirán a los lectores sacar sus propias conclusiones sobre el presente y el futuro de las relaciones financieras entre China y los principales países de América Latina.
Para cumplir con nuestro cometido, digamos que, a nuestro entender, pese al abandono de la retórica marxista, los dirigentes políticos chinos siguen guiándose por los objetivos y los medios necesarios para alcanzarlos, definidos por Deng Xiaoping desde el principio de las reformas económicas tendientes a desarrollar una economía de mercado socialista. En términos políticos el objetivo central sigue siendo, sin duda, el mantenimiento del predominio político del Partido Comunista de China (PCCh).
Por otra parte, considerando que la política exterior es la prolongación de la política doméstica, partimos del supuesto de que una y otra están conformadas por medios para alcanzar los mismos objetivos políticos, es decir, la hegemonía del Partido. Sobre esta base, nos proponemos analizar tres tópicos que, a nuestro parecer, son esenciales para comprender el lugar de las economías latinoamericanas en la política financiera internacional del gobierno chino, pues en nuestra opinión ese lugar es tan solo marginal y, al depender de las condiciones del mercado, nada garantiza la irreversibilidad de los incrementos en las exportaciones de inversiones directas chinas, ni el boom de la demanda china por materias primas de origen agropecuario y minero.
El primer tópico está relacionado con el socialismo de mercado, es decir, con el perfil de la economía china que, con mucha frecuencia, es dejado de lado y que, por regla general, al hacerlo, se obstaculiza el comprender de manera cabal el funcionamiento específico de esta.
El segundo tema es el de las condiciones actuales de la economía doméstica china y del papel de la inversión extranjera directa en el proceso de industrialización acelerada y en la proyección de la economía china como el centro de una red productiva especializada en la exportación de manufacturas. Buscamos demostrar que, para el gobierno chino, la tarea central del momento es la supresión de las disparidades sociales generadas por la rápida modernización económica.
La tercera cuestión consiste en la función de la economía china como fuente de inversiones directas; nos interesa mostrar que el auge de China como exportadora de capitales es, a la vez, reciente y endeble. Reciente porque la competencia con las principales potencias desarrolladas en los mercados financieros data apenas de 2007; endeble porque el lugar destacado de China en esos mercados es el resultado de un incremento substancial de las exportaciones de capitales de origen chino combinado con una reducción drástica en el mismo rubro para las principales potencias industriales, resultante de la crisis financiera global de 2007-2009. Nos proponemos demostrar que, necesitando los recursos financieros disponibles para resolver las disparidades sociales domésticas, las exportaciones de inversión directa están más sometidas a una lógica política que económica.
En ese marco, nuestro trabajo concluye con el análisis del lugar marginal ocupado por los países latinoamericanos en la estrategia de internacionalización económica del gobierno chino. Mostramos que la política financiera hacia países como Brasil, México y Colombia tienen una finalidad política análoga a la correspondiente a los países desarrollados: apaciguar los ánimos de los actores insatisfechos con la rápida penetración comercial de China en los mercados de esos países o en los destinos de sus exportaciones. En contraste, la política financiera hacia países como Argentina, Chile, Perú, Venezuela y Uruguay atiende más a una finalidad económica: garantizar el abastecimiento de materias primas para proseguir con la industrialización acelerada. Todos los estudios de caso incluidos en el presente volumen muestran que la exigüidad de las inversiones directas chinas ha tenido un impacto limitado en las exportaciones de materias primas hacia el mercado chino. El boom exportador latinoamericano tiene como causa principal el acelerado crecimiento de la demanda china, cierto, pero conjugado con la reorientación de la producción hacia la satisfacción de esa demanda, por parte de los productores latinoamericanos.
Sobre el socialismo de mercado
El éxito fulgurante de los chinos en el campo de la economía suele acaparar de tal modo la atención de los observadores internacionales que estos terminan descuidando el análisis de los principios ideológicos y políticos rectores de los procesos económicos. Para superar esta situación, nos parece necesario remontarnos a las ideas centrales de Deng Xiaoping, artífice de las reformas que están en la base de los triunfos económicos, con el fin de explicar el perfil de la economía china.
Deng siempre reivindicó el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Zedong como el marco teórico-ideológico sobre el cual sustentaba sus diagnósticos de las especificidades de la situación china y las medidas de práctica política derivadas de ella. A primera vista, parecería que una concepción teórica derivada del desarrollo del capitalismo en los países europeos fuese aplicada, sin más, a una sociedad asiática atrasada desde todos los puntos de vista. No obstante, la mayor de las virtudes tanto de Mao como de Deng fue haber sintetizado el racionalismo del marxismo con la concepción holística del mundo propia del taoísmo y con la visión gregaria de la sociedad inherente al confucianismo.
En efecto, en un discurso pronunciado en un momento clave en el inicio de las reformas económicas, Deng afirmaba que “el punto fundamental del Pensamiento de Mao Zedong es buscar la verdad a partir de los hechos e integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la Revolución China.” Podemos decir que la propuesta metodológica apunta hacia la síntesis de la dimensión universal del marxismo y del carácter singular de las condiciones propias de China; ahora bien, a contrapelo del marxismo doctrinario derivado de las concepciones de Friederich Engels, los marxismos de Mao y de Deng están marcados por la concepción holística del mundo propia del taoísmo; en efecto, según esa concepción, todos los fenómenos del mundo se interrelacionan y se determinan mutuamente, manteniendo una dinámica permanente de cambio y de recreación. A partir de esa concepción, ambos dirigentes del Partido Comunista de China (PCCh) fueron capaces de conjugar “la verdad” del marxismo y “los hechos” propios de la situación china, para definir las tareas políticas concretas de la revolución, de la construcción del socialismo y de las reformas económicas.
En otra parte de su discurso, Deng proponía un nuevo eslogan político: “emancipemos nuestros pensamientos, utilicemos nuestras cabezas, busquemos la verdad a partir de los hechos y unámonos como uno solo y veamos hacia el futuro.” Las dos primeras propuestas reproducen los principios metodológicos esbozados por René Descartes: pensar por sí mismos y someter todas las experiencias a la lógica de la razón; la tercera propuesta recupera la esencia del famoso opúsculo de Mao Zedong sobre la contradicción y vuelve a insistir sobre la síntesis del racionalismo y del taoísmo; finalmente, la cuarta propuesta, “unámonos como uno solo,” solo es posible en el contexto de una sociedad cuya cohesión está determinada por las reglas de conducta del confucianismo y en la cual el individuo es comprendido a partir del lugar que ocupa en la estructura social y no solo en función de su individualidad.
Ahora bien, después del fatídico período de la Revolución Cultural, para Deng, la gran tarea era la modernización de China; así, parafraseando a Mao afirmaba: “ahora, en nuestra construcción nacional, debemos asimismo actuar en concordancia con nuestra propia situación y encontrar una senda china hacia la modernización;” el diagnóstico sobre la situación “propia” de China era, en 1979, sencillo: una base económica débil y una población grande combinada con poca tierra cultivable.
La modernización, al ser un fin esencialmente económico, exigía medios políticos para ser llevada a cabo. Sin embargo, en la concepción dialéctica de la unidad de los contrarios, la diferencia inicial existente entre el fin y los medios necesarios para alcanzarlo deja el lugar, en un segundo momento, a una igualdad lógica entre el fin y los medios. Sin duda, la consecución del fin exige que los medios sean adecuados (es decir, iguales) al fin; no obstante, en un tercer momento, la diferencia vuelve a ser restablecida, pues el fin económico deviene un medio y los medios políticos se transforman en fines. Así, la finalidad económica es, al mismo tiempo, un medio para alcanzar un fin político que es simultáneamente el medio para conseguir la finalidad económica inicial.
Las sutilezas de la dialéctica marxista-taoísta permiten comprender la unidad de los “cuatro principios cardinales” propuestos en el discurso de Deng: a) mantener el camino socialista; b) reivindicar la dictadura del proletariado; c) reivindicar la dirección del PCCh; d) reivindicar el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Zedong.
Deng recurría a la retórica marxista para formular su discurso. Es cierto que, con el tiempo, los dirigentes chinos de las nuevas generaciones han dejado de lado la jerga acartonada de los manuales marxistas y, en un nuevo movimiento pendular, han incorporado a su discurso las referencias culturales denostadas durante la revolución cultural. Así es que, aun cuando Confucio es, hoy día, la figura emblemática de la China que ha devenido una potencia económica, sus dirigentes siguen esforzándose por comprender el mundo a partir de la síntesis de las universalidades propias de las ciencias –sociales o naturales– y de las particularidades de la situación china.
El desafortunado concepto de la dictadura del proletariado, formulado por Karl Marx a partir de la experiencia de la Comuna de Paris, siguió siendo reivindicado por Deng hasta el final de su vida, aun cuando lo matizara recurriendo a la noción de democracia socialista considerada como algo inherente a la modernización del país. No obstante, los nuevos dirigentes han optado por evacuar la dictadura del proletariado de sus discursos, con el fin de adecuarse a la retórica democrática, predominante después del desfondamiento del bloque socialista. Siguiendo el ejemplo de Mao y Deng, los nuevos dirigentes se esfuerzan por desarrollar un discurso sobre la democracia a partir de las condiciones propias de China, es decir, a partir de la dirección política del PCCh y del carácter socialista de la economía. Es aquí donde entra en juego la dialéctica de los contrarios ya mencionada: el mantenimiento del carácter socialista de la economía sigue siendo concebido como un fin económico, cuya consecución exige la dirección del PCCh como el medio político necesario.
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Ramírez, Juan José. “La marginalidad de América Latina en la política financiera internacional china”.
Carlos Juan Moneta y Sergio Cesarín (Editores), Tejiendo Redes. Estrategias de las empresas transnacionales asiáticas en América Latina. UNTREF-UIBE, Beijing; EDUNTREF, Buenos Aires, 2012.
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