En un momento de crisis económica, España confía en recibir más inversión China. La presencia empresarial en España es inferior a la de otros países europeos como Alemania o el Reino Unido. El papel de España como puente hacia América Latina, Europa y África y los emprendedores chinos puede contribuir a aumentar esta presencia de empresas chinas en España en los próximos años.
En 1541, los conquistadores Francisco de Orellana y Gonzalo Pizarro partieron de la ciudad de Quito para encontrar una supuesta ciudad secreta construida con oro, que sería históricamente conocida como “El Dorado”. Esta leyenda llevó a los expedicionarios a recorrer miles de kilómetros y llegar hasta la desembocadura del Amazonas, en el actual Brasil. Cincuenta años antes, el descubridor Cristóbal Colón había alcanzado las costas americanas, en la creencia de que llegaba a China, tierra entonces rica en mercancías de enorme valor, como las especias o la seda.
Hoy, transcurridos más de cinco siglos desde aquellos viajes, sumida en una de las crisis más graves de su historia reciente, España vuelve a mirar hacia América y Asia, confiando en que el crecimiento de estos mercados emergentes impulse también el suyo propio. En los medios periodísticos españoles proliferan, en ocasiones con poco rigor, noticias sobre ambiciosos proyectos de inversión chinos en España, como se si tratara de un nuevo “El Dorado” que no se acaba de encontrar, puesto que las estadísticas de inversión, como veremos, son muy modestas. Al mismo tiempo, esta relación histórica de España con América, desde los tiempos de Colón y Orellana, constituye un atractivo adicional para las empresas chinas a la hora de plantearse su implantación exterior, tal como veremos con algunos ejemplos. La búsqueda del preciado metal, ya sea en Oriente o en América, vuelve a ser una prioridad para los españoles.
España ha sido tradicionalmente un destino de inversión atractivo en Europa, especialmente durante sus años de fuerte crecimiento económico. En 2004, España aparecía clasificada como el 13º país del mundo y el 5º de Europa más atractivo para invertir, según la encuesta anual de la consultora AT Kearney a varios miles de directivos y empresarios. Sin embargo, en las ediciones de 2007 a 2010, el efecto de la crisis y el creciente interés por los mercados emergentes desplazaron a España de la clasificación. De hecho, las cifras de inversión extranjera directa en España confirman también este menor atractivo del país para las empresas foráneas, así como la reducción general en los flujos internacionales de inversión como consecuencia de la crisis global en 2008-09, según se puede observar en el Gráfico 1 (consultar gráfico en el texto completo).
Como es bien sabido, hoy día el grueso de la inversión en los países desarrollados se articula en el ámbito regional e intraindustrial, especialmente a través de fusiones y adquisiciones de empresas. Por ello, el 75-80% de los flujos de inversión que llegan a España proceden de otros países europeos. En este contexto, la inversión china tiene un peso muy modesto, incluso si consideramos la que pueda llegar de forma indirecta a través de las filiales europeas de grupos chinos, un fenómeno que ya tienen en cuenta las estadísticas del Ministerio español de Industria y Comercio. El Gráfico 2 (consultar gráfico en el texto completo), nos muestra los flujos anuales de inversión desde China y Hong Kong, tanto de forma directa como indirecta (a través de otro país europeo). Hemos creído oportuno incluir Hong Kong, pues desde este enclave se materializa también una parte substancial de la expansión internacional de muchas empresas chinas.
El Gráfico 2 (consultar gráfico en el texto completo) confirma las modestas cifras de inversión china en España, con niveles máximos de 12 millones de euros anuales desde Hong Kong y unos 5 millones desde China continental. En 2009 se observa un incremento muy substancial de la inversión desde China, duplicándose desde poco más de dos millones de euros a unos cinco millones y medio, aunque siguen siendo cifras muy reducidas si las comparamos con los 29.096 millones que entraron en total en España durante 2009 en forma de inversión directa. Podemos encontrar una serie de explicaciones a este fenómeno.
En primer lugar, podríamos afirmar que China es todavía un actor emergente en el panorama internacional de los flujos de inversión, aunque gana terreno a pasos agigantados. Entre 2004 y 2009, el flujo de inversión directa china hacia el exterior ha pasado de 5.500 a 43.300 millones de dólares, según se observa en el Gráfico 3. Por muy espectacular que resulte esta progresión, la cifra de inversión china en el exterior representaba apenas el 4% del total mundial en 2009, tal como indica el Gráfico 3 (consultar gráfico en el texto completo), aunque este peso se ha doblado en un solo año y cuadruplicado en cuatro años.
En segundo lugar, la inversión china se ha dirigido hasta la fecha de forma muy mayoritaria a los países del entorno asiático y otros en vías de desarrollo y en menor medida hacia Europa, tal como muestra el Gráfico 4 (consultar gráfico en el texto completo). En tercer y último lugar, China no ha visto hasta la fecha a España como un destino clave para su inversión exterior, como argumentamos a continuación.
Diversos estudios confirman que los flujos de inversión internacional vienen muy marcados por aspectos, por un lado, de mercado y, por otro, por factores de tipo cultural. Tal como indicábamos antes, los sectores maduros y con elevadas barreras a la entrada exigen en muchos casos la adquisición de activos y empresas en el exterior, tal y como ocurre en el contexto europeo, lo cual se refleja en las elevadas estadísticas de inversión. Knickerbocker (1973) justificaba ya las oleadas de inversión por conductas oligopolíticas en mercados maduros, mientras que Caves (1971) consideraba que la compra de empresas es la opción preferida en estos sectores de competencia imperfecta.
Por otro lado, la proximidad geográfica y cultural favorece las inversiones directas e influye en la elección de la modalidad de inversión, tal como pusieron de relieve autores como Dunnnig (1981) o Kogut y Singh (1988). Este argumento parece confirmarse si comparamos el peso de la inversión china con el de la inversión mexicana en España. En ambos casos se trata de países emergentes, relativamente nuevos en los flujos internacionales de capital, pero la inversión mexicana es muy superior a la china. El Gráfico 5 (consultar gráfico en el texto completo) resulta claramente revelador, pues la inversión mexicana alcanzó los 223 millones de euros de promedio entre 1993 y 2009, lo que representa el 0,76% del total; en 2009 llegó a casi 900 millones (el 3% del total). En cambio, la inversión combinada desde China y Hong Kong se situó en 1993-2009 en una media de apenas cinco millones de euros, es decir, el 0,024% del total.
Al comparar con otros países europeos en el Gráfico 6 (consultar gráfico en el texto completo) confirmamos también que España se encuentra muy por detrás de Alemania y Reino Unido, destinos preferidos de las empresas chinas. Francia contó en los últimos años con una cifra relativamente modesta de inversión china, aunque en el pasado protagonizó operaciones históricas, como la compra de Thomson por parte de TCL, mientras que Rusia ha acaparado recientemente un protagonismo cada vez mayor.
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Soler, Jacinto. “Empresas chinas en España, esperando el Dorado”.
Carlos Juan Moneta y Sergio Cesarín (Editores), Tejiendo Redes. Estrategias de las empresas transnacionales asiáticas en América Latina. UNTREF-UIBE, Beijing; EDUNTREF, Buenos Aires, 2012.
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