Ravi Shankar: el sonido de India en el mundo

In by Andrea Pira

Si no hubiera sido por Ravi Shankar, posiblemente la imagen de India no tendría la dimensión que hoy tiene. No sólo fue uno de los músicos indios más importantes de la historia, sino que fue el responsable de llevar la música tradicional india a los palcos occidentales más importantes del mundo, desde el Madison Square Garden hasta Woodstock.

Ravi Shankar, el más grande sitarista del mundo y “padrino de la world music”, según George Harrison, falleció a los 92 años, el pasado 11 de diciembre, cerrando uno de los capítulos más grandiosos de la música india.

Muy a pesar suyo, en gran parte del mundo será recordado como el amigo de los Beatles y como uno de los protagonistas del movimiento hippie. Un error cultural más, derivado de la poca comprensión que tiene Occidente frente a Oriente, y de haber alcanzado notoriedad precisamente gracias a un grupo de personas que buscaban mundos lejanos, exóticos y físicamente inalcanzables, mediante el uso de drogas ligeras y la inspiración que les causaba sus notas en su sitar.

Con su música, los hijos de las flores se transportaban a una India imaginada e imaginaria, diferente a la frenética vida occidental. Esa juventud, huérfana de referentes sagrados y espirituales, que se lamentaba de una guerra ideológica con su sociedad y una guerra física que se libraba en lugares distantes lejos de casa, como fue Vietnam, se refugiaba en mundos místicos psicodélicos que llamaban India. Pero esa India, además de ficticia, era una totalmente diferente a la de Ravi Shankar. Una India que nunca fue totalmente entendida por sus masivos seguidores occidentales.

Una vida musical

Ravi Shankar nació en Varanasi –una de las poblaciones más antiguas del mundo- en 1920, cuando India aún era la joya de las colonias británicas. De cuna privilegiada, creció en una familia de brahmanes ortodoxos, la casta más importante de India. Su verdadero nombre, Ravindra Shankar Chowdhury, revelaba sus orígenes y para borrar este trasfondo, cuando llegó a los veinte años, decidió cambiarse el nombre a Ravi Shankar, para “sonar más indio”.

Desde pequeño estuvo en contacto cercano con la música. Pasó varios años de su juventud de gira en Europa e India como bailarín dentro del grupo de danza clásica de su hermano Uday. Viajó al París de Picasso o del director de orquesta, Toscanini, y conoció desde joven las corrientes internacionales de las artes.

Pero fue hasta 1938 que decidió abandonar el baile para ser músico, amparado por quien más adelante llamaría su “verdadero padre”: el músico multi-instrumentista y experto en el sarod -instrumento de cuerdas- Ustad Allauddin Khan.

Su padre, Shyam Shankar, estuvo siempre de viaje entre Calcuta y Londres, trabajando como abogado. Vio por primera vez a su hijo Ravindra, el último de cuatro hermanos, cuando tenía ocho años, y murió mucho antes de que este alcanzara algún tipo de reconocimiento. En su autobiografía, Ravi Shankar afirma haber pasado –en toda su vida– no más de un mes con su padre, y por lo tanto Khan pasó a ocupar esa figura paterna ausente.

Siguiendo las rígidas reglas del gurukul, -sistema de aprendizaje indio típico de la tradición védica basado en la relación entre el discípulo y gurú- Ravi Shankar se mudó a casa de su maestro por seis años y se dedicó a ser su siervo y alumno. A pesar de tener 18 años cuando tomó esta decisión, a diferencia de los otros músicos que son entregados a los gurús a los cinco o seis años, Shankar recuerda a Khan como el padre que nunca tuvo y su fuente de enseñanza. Allí permaneció hasta 1944, y a los 24 años se encaminó para perfeccionar su estilo y encontrar su propio camino como músico.

Fue en ese proceso que llegó el encuentro que lo catapultaría en Occidente. En 1966, mientras realizaba una gira en el Reino Unido, conoció a George Harrison, guitarrista de los Beatles. Harrison, que empezaba un recorrido personal en el que buscaba profundizar su música e iniciaba a acercarse a la espiritualidad india, se perdió en una larga conversación con el sitarista. Shankar recordó en una entrevista con la BBC, en el 2000, que Harrison era un joven muy tímido y curioso, y que habían hablado “toda la noche de música india y del sitar”.

Ese mismo año los Beatles realizaron su histórico viaje a India, que se convirtió en una exploración psicodélica que se reflejó en el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Durante su estadía, Harrison tomó clases de sitar con Shankar, usando luego el instrumento en la famosa canción “Within You Without You”, después de haber hecho un breve experimento en “Norwegian Wood”, en el álbum Rubber Soul.

Un músico superior

Ravi Shankar, sin embargo, no es famoso en India por haberle enseñado a los Beatles la música clásica india, o por haber guiado a los hijos de las flores en sus viajes psicotrópicos.

Él es reconocido porque logró poner nuevos parámetros dentro de una música clásica ancestral. Su interpretación de los ragas -escala modal en el que se crean las composiciones clásicas indias- terminó por codificar una nueva escuela de improvisación, concentrada en el ritmo. Esto hizo de Ravi Shankar el más grande y virtuoso revolucionario sitarista de la historia de las artes tradicionales indias. Fue un “genio musical”, mucho más comparable con la grandeza de Mozart o de Rachmaninov, que con el rock protesta con el que viene fácilmente relacionado en Occidente.

“Fue el primer hombre en hacer famosa la música india en el mundo”, explica a EL TIEMPO Sabyasachi Sarchel, profesor de sitar en la Universidad de Visva-Bharati di Santiniketan, en Bengala Occidental, que anualmente acoge decenas de estudiantes de todo el mundo para aprender los secretos de la música clásica india.

“Sus contribuciones a la tradición musical india son incalculables. Cuando alcanzó la madurez artística, revolucionó la afinación del sitar, creando así decenas de nuevas raga”, explica. “Además, fue el primero en darle importancia a la tabla”, añade. 

Quienes tocaban la tabla –instrumento de percusión- tradicionalmente se sentaban detrás del sitar, para darle todo el protagonismo a ese instrumento. Ravi Shankar amaba crear diálogos musicales desenfrenados con sus tablistas, trayendo la tabla a su lado y poniéndola en primer plano ante el público. 

“A menudo, durante un concierto, paraba de tocar y mantenía el ritmo simplemente con las manos, para acompañar el solo de su tablista. En la historia de la música india, él fue el primero en hacer esto”, cuenta el profesor Sarchel, recordando las presentaciones de Shankar en el auditorio de la Universidad. 

En Occidente

Los jóvenes de los sesentas lo atrajeron con su pensamiento idealista genuino pero que en la práctica era confuso. Fue por esto que cuando se enfrentó ante las masas de Woodstock o del festival de Monterey, tuvo un choque cultural traumático.

Shankar estaba acostumbrado al ambiente musical de India, donde después de una interpretación de una raga de 20 minutos sigue un silencio religioso, quizá interrumpido por un “sadhu, sadhu”, que significa en el contexto musical literalmente “maravilloso” y que puede ser entendido como el “¡bravo!” occidental. No estaba preparado para manejar la euforia lisérgica de los hippies americanos, habituados a una música menos sagrada.

Varias veces recordó públicamente la falta de respeto de ese público de jóvenes, ocupados en drogarse, gritar y correr detrás de las mujeres, en lugar de escuchar sus presentaciones. De hecho, nunca fue medido al expresar su odio frente a Woodstock. Para él, la música -su música-, era algo serio. Era una cosa sagrada.

Sin embargo, a pesar de haber grabado un notable álbum con el violinista Yehudi Menuhin y la banda sonora – junto al saxofonista Bud Shank- de la película bengalí Pather Panchali, de Satyajit Ray, el gran maestro del cine neorrealismo indio, fueron esos conciertos los que catapultaron su reconocimiento occidental y que lo llevaron a nuevas cooperaciones musicales con artistas de Occidente. Fue así que participó en proyectos de rock, jazz, fusión y música clásica con John Coltrane, Philip Glass, George Harrison o la orquesta sinfónica de Londres, pero sin abandonar su espíritu indio. Durante toda su carrera, nunca dejó de tocar y componer según las líneas guías de los ragas tradicionales.

En 1971, de nuevo junto a George Harrison, organizó el “Concierto para Bangla Desh”, en el Madison Square Garden, recordado como el primer concierto benéfico de la historia. Allí reunió, entre muchos otros artistas, a Eric Clapton, Ringo Starr y Bob Dylan, para defender la independencia bengalí de Pakistán.

En setenta años de trabajo musical, recibió decenas de condecoraciones, honores, galardones y premios Grammy. De todos, el que más orgullo le dejó fue el Bharat Ratna, “la joya de India”,  máximo reconocimiento civil de la Unión India, que le fue entregado en 1999.

El día de su muerte, el mundo recordó al “indio amigo de los Beatles”. En India, despidieron al “Pandit” Ravi Shankar, un título reservado sólo a los eruditos de las disciplinas tradicionales, y a quien será recordado como el más grande embajador de India del mundo.

Las mujeres de Ravi Shankar

Las mujeres jugaron un rol fundamental en la larga vida de Ravi Shankar, quien se reveló igualmente pasional en el amor, como en la música. En 1941 se casó por primera vez con Annapurna Devi, hija de su gurú Allauddin Khan, mientras mantenía una relación con su amante, la bailarina Kamala Shastri, quien luego se convirtió en su compañera “oficial”.

De otra relación extramarital con la cantante y productora musical estadounidense Sue Jones, nació en 1979 Geethali Shankar, mejor conocida como Norah Jones, quien decidió cambiarse de nombre a los 16 años en respuesta a un padre que no la reconoció por varios años.

Traicionó a Sue Jones con Sukanya Rajan, con quien tuvo a Anoushka, la hija que hoy en día llevará adelante las enseñanzas de su padre con la sitar.

Norah Jones sólo descubrió que Ravi Shankar era su padre a los 10 años, pero él la reconoció muchos años después. Cuando retomó relaciones con su padre, Norah pasó algún tiempo con él, pero realmente estrechó relaciones con su hermana Anoushka, llegando incluso a tocar juntas la canción “Breathing Under Water”, un experimento de música clásica india con electrónica, incluida en el disco solista de la sitarista en 2007.

“La música de mi padre tocó a millones de personas. Será enormemente extrañado por mi y por los amantes de la música de todas partes”, declaró Jones el día de su muerte.

Publicado en El Tiempo (Colombia).

[ Foto: dublab.com ]