Los periodistas encuentran cada vez más dificultades para ejercer su profesión en China. La víctima más reciente de las trabas burocráticas es el corresponsal de The New York Times, Austin Ramzy.
Hace pocos días, el corresponsal del diario The New York Times en Beijing, Austin Ramzy, publicó una foto en Twitter. En ella se ve la sala de embarque de un aeropuerto y una pantalla que dice: “Vuelo de China Air 189 a Taipei, abordando”. A simple vista pareciera que el periodista está aprovechando las vacaciones de año nuevo chino para pasear unos días en Taiwán. Sin embargo, la realidad es otra: fue expulsado de China Continental.
Ramzy venía tratando de renovar su visa desde junio pasado, cuando dejó su puesto en la revista Time y empezó a colaborar con el periódico neoyorquino. Pero, a pesar de su insistencia y de haber seguido el procedimiento al pie de la letra, la entidad encargada de asuntos consulares no le otorgó más tiempo en Beijing. Además, si bien se pudo quedar en la capital gracias a la visa que tenía desde que trabajaba con Time, nunca pudo transferir su acreditación del semanario al New York Times.
Fuentes oficiales en China dicen que se trató de un proceso en que no se cumplieron los requerimientos debidos, y que incluso habían sido generosos y le habían otorgado una extensión de un mes al estadounidense. Pero a muchos les cuesta trabajo pasar por alto la relación entre las trabas que sufrió el periodista, y el gran reportaje que recientemente publicó el diario sobre las fortunas de los familiares de políticos de alto nivel en paraísos fiscales. Pareciera que las autoridades están castigando a The New York Times por sus revelaciones.
No sería la primera vez que el periódico sufre a manos de las regulaciones oficiales chinas. Ramzy es el segundo corresponsal del Times que debe salir de China Continental en un lapso de un año. Además, desde que en 2012 publicaron una investigación sobre la fortuna de la familia del entonces vicepresidente y ahora presidente Xi Jinping, la página web del diario está bloqueada, al igual que la de Bloomberg.
Algo similar experimentaron los sitios de Internet de diarios como El País de España, Le Monde de Francia y The Guardian de Inglaterra –todos parte del Consorcio Internacional de Periodistas Investigativos– cuando hicieron eco de los artículos sobre las fortunas escondidas en paraísos fiscales. Sin embargo, al poco tiempo se levantó la restricción y las páginas empezaron a funcionar normalmente.
La expulsión de Ramzy llega en un momento crítico, pues tan solo el mes pasado el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó China e insistió en que se mejoraran las condiciones de los corresponsales extranjeros. Su exigencia no parece haber calado lo suficiente, y el jueves Ramzy se vio forzado a abandonar Beijing.
El secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, expresó su decepción con el suceso y afirmó que China no debería limitar la habilidad de los periodistas para hacer su trabajo. “Nos preocupa que varios periodistas estadounidenses han esperado meses e incluso años para recibir sus credenciales y para procesar sus visas. Estas restricciones no son consistentes con la libertad de expresión y distan enormemente del tratamiento que se le da a los corresponsales extranjeros en Estados Unidos”, dijo en un comunicado oficial.
La partida de Ramzy ha causado tanto revuelo como tristeza entre la comunidad de corresponsales de Beijing, pero el periodista seguirá reportando desde Taiwán y espera volver pronto a la capital. Entre tanto, se mantiene optimista y a su llegada a Taipei publicó otra foto en Twitter de un precioso atardecer con un breve texto: “Por ahora, no está mal”.
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