Guillermo Bravo nos deja la historia de L, una francesa muy bella, muy inteligente, poseedora de casi todas las cualidades del mundo, quien después de varios años de vivir en Beijing sin poder encontrar novio conoció a X, de quien se enamoró rápidamente. Pero la vida le dio sorpresas, como advierte la canción. Artículo basado en una historia real.
Antes de empezar con la triste historia de amor, permítaseme un sinuoso prolegómeno, como dice el otro.
Nunca recuerdo los sueños. Por eso cuando puedo retener alguno al menos por unos segundos lo agradezco como un regalo nocturno único. Anoche tuve dos sueños: en uno un perro le comía la mano a un amigo. Yo, como un cobarde, me subía a una pared, escapando. Me daba cuenta entonces de que estábamos en un laberinto. Aún tengo la imagen de mi amigo, con el muñón encendido en sangre.
En el otro sueño estábamos en un barco y sentíamos una explosión. Nos informaban más tarde que había ocurrido un atentado en el medio del mar.
Cuando desperté -por segunda vez en medio de la noche- creo que pensé lo siguiente: que triste que la palabra “atentado”, sea ahora tan clara. Que sepamos o creamos saber qué significa. Atentado es una palabra de nuestra época, de estos años, lo mismo que terrorista. También pensé que el terrorista de aquel sueño debía ser el más ineficaz del mundo, pues un atentado en el medio del Atlántico -donde creo que se sitúa esta fantasía nocturna- no puede cobrarse muchas víctimas -objetivo principal de estas acciones, obviamente-, más allá de algunos peces…Imaginé al autor de este atentado ridículo en una carpa, ante su jefe enojado:
– ¿Cómo se te ocurre poner una bomba en altamar?
– Disculpe, me equivoqué.
También pensé en que siempre, como occidente, hemos tenido un enemigo. Los rusos, los comunistas, ahora los terroristas y quizás mañana los chinos, o los australianos, si no nos invaden los ovnis. Es decir que si los terroristas de hoy dicen basta, abandonan sus actividades, se afeitan y se preparan un buen filet de cerdo, entonces…buscaremos otros enemigos. Es decir, no terminaremos con los ataques si de alguna manera los estamos deseando, los necesitamos. Pensaba también que los necesitamos porque estamos atados a ideas falsas, que deben ser mantenidas con otras ideas falsas. La primera es la de los países, que son una ficción y un acto de fe. Entonces se mantienen con boberías bestiales como los mundiales o las copas -por cierto, me dijeron que Argentina fue felicitada por la asociación de alcohólicos anónimos, porque hace muchos años que no toca una copa…-y con cosas atroces como los enemigos. Necesitamos los enemigos para mantener la mentira de los países.
***
Pero basta de ideas obvias. A la única que puedo contarle estos sueños y estas divagaciones nocturnas es a mi amiga L -llamémosla L, que es un buen nombre, ella es francesa y en francés L se pronuncia elle, es decir, ella. – Rubia de una belleza violenta, francesa como he dicho entre paréntesis, alta, firmes ojos verde-transparentes, llenos de inteligencia. Labios frutales casi africanos de tan generosos y curvas golosinescas. Mujer de una fina inteligencia y de una elegancia infinita. Con buen trabajo y casi todas las virtudes del mundo. Pero no encuentra novio en esta ciudad extraña.
Hace años que no. Las frustraciones la han vuelto cínica. Por un lado, no conocía a nadie. Por el otro, si se le cruzaba alguien o bien no le gustaba, o el chico era casado, con novia o gay.
Pero hace poco sí. Pasó por fin: se le cruzó un buen chico. O uno que ella creía atractivo y que podía ser…Era un profesor de inglés chino, alto, guapo.
Yo lo conocí y me pareció, en efecto, un chico simpático. Con alguna tendencia a mostrarse que personalmente me desagradó un poco. Pero todo bien, parecía un buen chico.
Y además si L lo había elegido, era por algo. Tal es la confianza que tengo en ella. L estaba feliz. Una energía nueva la hacía brillar. Sus ojos destillaban una fuerza tan optimista que su mirada se metía en las cosas que la rodeaban y las hacían vibrar. Era lindo estar cerca de ella, renovador. Uno de esos días fui a tomar un té a su departamento y pude verificar que el cambio también había llegado allí: había adornos nuevos, los muebles habían cambiado de lugar y una luz primaveral colmaba la sala.
-X -llamémoslo X- va a venir a vivir acá, estoy muy contenta-Me dijo al verme escrutar los cambios en el mobiliario.
La cosa iba en serio entonces, se habían conocido dos meses atrás y ya planeaban irse a vivir juntos…Pero también hay momentos horribles en esta vida, y no tardaron en llegar, como si, agazapados en el fondo de la historia, vinieran a reclamar un tributo que debería serles rendido sin tardanza.
Llegaron las vacaciones, o unos días libres, y él dijo que iría a su pueblito natal. No sé si fue de ella la idea de visitarlo allí o si él la invitó.
Él tomo el tren un miércoles, ella debía trabajar por lo tanto lo hizo un viernes a la tarde. L estaba feliz y se preparó acorde a la alegría que le proporcionaba ese viaje. Compró delicias francesas para sus nuevos suegros, entre ellas una torta que le salió bastante cara y que llevaría pacientemente sobre las faldas durante las cinco horas de viaje y llegó L hasta a investigar sobre el dialecto de la zona -ella habla chino perfecto, pero con un acento muy pekinés-.
El día que partió hacia el pueblito llevaba un hermoso vestido negro con florecitas rojas -lo sé porque la vi ese mismo día, pero a su regreso…-
A los pocos minutos de haberse sentado del lado de la ventanilla y ya con el tren en movimiento, una anciana que viajaba sentada al lado suyo la miró de arriba abajo y le preguntó de qué país era. Iniciaron entonces una conversación; la anciana estaba maravillada por la excelencia del chino de L.
Llegó el momento en que la anciana le preguntó hacia dónde iba, qué hacía en ese tren. L, entusiasmada como todo enamorado, empezó a contarle toda la historia. Su interlocutora dijo que era del mismo pueblo al que ella iba y de donde venía su novio, que era un pueblo pequeño y que muchos se conocían y pidió si podía aportar el nombre del afortunado.
Cuando ella aportó el precioso nombre, la anciana abrió grande los ojos y pidió que lo repitiera. “No puede ser, no puede ser”, exclamaba. Entonces mi amiga intuyó que algo andaba mal.
La señora tomó aire y luego relató: “Ese chico es un malo, se escapó del pueblo porque tenía muchas deudas…abandonó a su esposa y a su hijo” …Mi amiga no lo podía creer, pidió detalles y ella dolorosamente los fue dando, demostrando que conocía bien a su amado.
La anciana señaló una cabeza que se asomaba unos asientos más adelantes. -Aquel también es del pueblo, lo puedes consultar.
Temblando, L, mi amiga, se dirigió hacia la cabeza, que se asomaba como el pico de un cuervo que venía a escarbar en su felicidad.
Ella se presentó ante el hombre con los ojos hinchados, rojos, y le contó la situación. Le pidió entonces que dijera si conocía a su novio. Lamentablemente lo conocía y no sólo confirmaba la versión de la anciana, sino que la agravaba. El chico había estado preso alguna vez y por eso nadie le daba trabajo en el pueblo, a pesar de que todos sabían que era muy capaz.
L llegó llorando a destino. Se cruzó de andén y volvió a Pekín en el siguiente tren, que por esas casualidades no tardó en llegar, como si hubiera escuchado los ruegos de esa mujer delgada, rubia, bellísima, envuelta en lágrimas y perdida en un pueblito perdido en el sur de un país gigantesco. En todo este periplo no soltó el pastel francés y con ese pastel llegó a mi casa, donde me contó todo llorando.
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