Son populares los ‘cara-kini’ para la playa, así como la diversidad de cremas para blanquear la piel en las tiendas de belleza. ¿Por qué el mei bai (belleza blanca) es todo un estilo de vida?
Mito
A los chinos no les gusta exponerse al sol.
Realidad
Bai Fu Mei (白富美): ‘Blanca, rica y hermosa’. Esta vieja expresión china resume el estándar de lo que se espera de una mujer. Mientras en Norteamérica o Europa muchos hacen alarde de una piel bronceada porque, además de ser ‘moda’, es símbolo de un estilo de vida que permite momentos de ocio para hacer actividades al aire libre, en China, históricamente, la piel oscura indica todo lo contrario.
Tradicionalmente, la tez blanca era una indicación de que la persona no tiene necesidad de trabajar bajo el sol, como los campesinos u obreros. En una sociedad china mayoritariamente agrícola, tener una piel pálida y tersa era símbolo de alto estatus social. Los poetas de la China dinástica elogiaban la piel de las mujeres comparándola con perlas o el jade blanco. V
Hoy esas costumbres han quedado incrustadas en los cánones de belleza no solo chinos, sino de muchos otros países del este de Asia como Japón, donde las geishas maquillaban sus rostros con pigmentos tan blancos como la tiza.
El ‘cara-kini’ es un símbolo del temor de muchos en China por los rayos solares y el consecuente oscurecimiento de la piel. Hace tres años, la prensa internacional hizo eco del fenómeno con fotografías de mujeres usando máscaras de colores mientras se divertían en las playas de la provincia de Shandong. El cara-kini, que salió al mercado hace aproximadamente una década, resultó una alternativa más cómoda que la sombrilla o el sombrero, ya que les permitía sumergirse en el agua sin problema. Hoy incluso se pueden ordenar por Internet en infinidad de diseños.
Pero cuando cuidarse del sol no es suficiente, muchos recurren a un estilo de vida mei bai (belleza blanca). Los estantes de las tiendas de cosméticos en las ciudades asiáticas tienen secciones especializadas en productos para blanquear la piel.
Se estima que en Asia el mercado de estos productos suma cerca de 13.000 millones de dólares al año. Quienes son más adinerados recurren a tratamientos con láser y blanqueamientos químicos.
Aunque en contextos occidentales este tipo de comercialización se interpreta como racista. En muchos países asiáticos, estos estándares están tan arraigados que no es raro encontrarse con vallas publicitarias en las calles de productos que preguntan: “¿Quieres ser blanca?”
Entre los productos más insólitos para mantener una piel blanca se destaca el jabón hecho con leche materna, el cual se hizo popular en Taobao (plataforma de compras en línea) el año pasado. La tendencia incluyó hasta un kit ‘haz tu propio jabón de leche materna’ para mujeres que están amantando a sus bebés. Su efectividad científica nunca fue comprobada.
Veredicto
La creencia china de que “un blanco puede ocultar tres fealdades” (también traducido como ‘puedes cubrir todas tus partes defectuosas si tienes piel blanca’) sigue teniendo mucha influencia en lo que hombres y mujeres consideran como hermoso.
Según la revista Asian Scientist, prueba de eso es que el 71 por ciento del mercado del cuidado de la piel China está compuesto de productos blanqueadores. Un reporte de consumo publicado en el 2007 por la firma estadounidense Nielsen indica que el 30 por ciento de la población china usa productos para aclarar la piel al menos una vez a la semana. Le siguen Taiwán (20 por ciento) y Japón (18 por ciento).
A pesar de estas tendencias, no todos los chinos van a la playa con el rostro cubierto ni todos usan sombrillas en la calle para evitar exponerse al sol. De hecho, el ‘cara-kini’ también tomó a los locales por sorpresa. Como la palidez ya es un canon, muchos en China (y en general en Asia) olvidan que el prejuicio por la piel oscura está vinculada a la estigmatización del trabajo manual, el campesinado y a un menor nivel de cosmopolitismo.
Hoy los chinos tienen que negociar dos versiones de cómo el color de sus rostros es el reflejo de su nivel social: una de influencia occidental, en la que las actividades al aire libre son indicación de ‘la buena vida’, y una de influencia aristocrática, en la que permanecer bajo techo implicaba el desprendimiento de las durezas de una vida rural.
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