La manzana abierta hecha de poliestireno, simbolizando la vagina, todavía estaba húmeda por la pintura cuando llegué a la espaciosa galería de Fangcun, en las afueras de Guangzhou, a principios de este mes. Da Tu, una activista feminista de 24 años, estaba a punto de terminar su trabajo titulado “Dientes en la Vagina” con la palabra clave Dientes, para ser presentada en la exhibición “Feminismo y Arte”, programada para abrir sus puertas precisamente en el Día Internacional de la Mujer. Unas horas antes, sin embargo, una llamada de las autoridades les aconsejó detener el evento: en este delicado momento -la Asamblea Nacional Popular, el parlamento chino, iba a iniciar en breves momentos- no era apropiado celebrar una exhibición tan sensible.
Cuando Ke Qianting, feminista académica de 41 años y una de las organizadoras, me invitó a participar, acepté entusiasmada: siempre me han interesado cuestiones de la mujer pues revelan mucho acerca de una sociedad. Dado que la señora Ke había reunido varios atrezos, nos dijo con su suave voz: “no tiene sentido continuar con lo que sólo hará más difíciles nuestras actividades futuras. Celebraremos la exposición muy pronto”.
Cuando suceda, será una combinación de esfuerzos entre artistas, academia y activistas, un formato más efectivo en dar a conocer el mensaje, según ha descubierto la señora Ke. Da Tu me explicó la idea detrás de su trabajo. “Me inspiré en una película de terror en la que escuché que una mujer tenía dientes en la vagina que podían cortar cualquier pene que la penetrara. El mensaje es que nosotras, las mujeres, podemos luchar cuando son violadas o tratadas injustamente”.
Luchar. Eso es lo que ella y otras activistas acababan de hacer. En los últimos dos años he sido testigo, con deleite, cómo el activismo feminista en China, a menudo provocativo o conspicuo en estilo, ha crecido. Para protestar contra la violencia doméstica, varias mujeres salieron a las calles de Beijing el pasado San Valentín, vestidas con trajes de novia salpicados de sangre falsa. En mayo pasado, voluntarias de varias ciudades como Xi´an, Nanjing y Hangzhou, organizaron un performance vestidas como Mulán, la antigua mujer guerrera, para protestar contra la discriminación de género a nivel laboral. Y para expresar su oposición a un examen ginecológico invasivo, impuesto a mujeres que tratan de unirse al servicio civil, ocho estudiantes universitarias – con pantalones gigantes de papel envuelto alrededor de sus cinturas- protestaron frente al ayuntamiento de Wuhan, coreando consignas.
Por fin, la flor del Movimiento Feminista está floreciendo en el duro suelo chino.
Las semillas del movimiento fueron plantadas en 1995, cuando la Cuarta Conferencia Internacional de Mujeres se celebró en Beijing. Antes de eso, no había activismo ni ONG en China. Lenta y cautelosamente, las ONG que luchan por los intereses de las mujeres comenzaron a surgir, proporcionando servicios que van desde ayuda legal a capacitaciones en género. El profundo intercambio cultural con el mundo exterior también ha traido ideas y teorías feministas.
Da Tu recordó su viaje para convertirse en feminista. Mientras trabajaba para su grado en sociología, en la Universidad de Zhongshan, tomó un curso en estudios de género, dictado por la señora Ke, directora del foro sobre Educación Sexo/Género en la Universidad de Sun Yat-Sen. Con unos pocos amigos, Da Tu decidió volverse activa.
Su primera acción fue hacer parte de “ocupando baños de hombres”, protestas contra la falta de baños públicos para mujeres, realizada en febrero pasado en Guangzhou. “Fue divertido, emocionante y me dio mucha satisfacción pues nuestra acción marcó la diferencia”. Después de la protesta, el Gobierno Municipal prometió aumentar la relación entre baños de mujeres y hombres de 1.5 a 1. (De acuerdo a las activistas, la relación actual es menor de 1:1). Ahora Da Tu dirige un pequeño grupo de voluntarios llamado Pecadoras – B Feministas (Sinner B – Feminists), dedicado a impulsar la igualdad de género.
La mayoría de estas activistas son jóvenes, muy valientes, generalmente bien educadas, conscientes del problema de género y listas para expresarse. Y todas ellas manejan internet.
En agosto pasado, cuatro mujeres en Guangzhou afeitaron su cabeza en protesta contra algunas universidades por subir la vara en la admisión de estudiantes mujeres. El video se propagó por Weibo (microblog chino), que dio como resultado otras veinte mujeres rapadas en ocho ciudades diferentes.
Aunque la sociedad actual concede un pequeño espacio de respiro para que el capullo del movimiento feminista florezca, especialmente en Guangzhou las activistas deben ser cautelosas: las protestas públicas siguen siendo estrictamente controladas. “Cuando entramos en acción, limitamos el número de participantes a veinte, y no hacemos mucho énfasis en el tema de derechos”, dice la señora Ke.
Entiendo su cautela. Feminismo en chino se dice nu quan, derechos de la mujer. Cualquier cosa relativa a derechos se clasifica de “sensible” en China. Algunas activistas, incluyendo a Li Maizi de 24 años -una de las novias sangrientas- han sido invitadas a “tomar té” con la policía -para ser interrogadas, algo que puede fácilmente asustar el corazón de estas jóvenes.
Llevando bolsas de atrezos, la señora Ke y yo tomamos el ferry para volver al centro de la ciudad. Mi corazón está lleno de esperanza en vez de desilusión. El viaje de las feministas chinas será complicado, lo sé. El machismo está profundamente arraigado. Las reformas económicas han traído oportunidades para las mujeres pero también muchos contratiempos, pues el gobierno ha retirado algunas de sus responsabilidades con el mercado.
Pensando en ello, la historia del feminismo es una historia de lucha. China no será la excepción, si no es que se convierte en otra cosa más grande. Pero estoy segura que el espíritu de lucha de las mujeres chinas prevalecerá.
* Zhang Lijia es escritora y periodista china, directora del Foro en Educación de Sexo/Género, Universidad Sun Yat-Sen.