La doble moral con la cual nos relacionamos con China y con los chinos

In by Andrea Pira

La imagen con la que históricamente hemos percibido a la cultura del gigante asiático ha propagado sentimientos de superioridad y arrogancia que fomentan faltas de respeto como el famoso trino del ‘aloz y petlóleo’ de la presidenta argentina. Sobre esto escribe la mexicana Ximena García en su columna de este mes. Las quejas a la cotidianeidad que implica ser un extranjero viviendo en China son de lo más frecuentes en nuestras conversaciones y actitudes, mientras que los aspectos positivos se quedan en un plano muy relegado. Este artículo propone que lo anterior es consecuencia del marco cognitivo por medio del cual nos relacionamos con China y con los chinos, el cual no sólo fomenta actitudes de rechazo, sino que incluso está relacionado con las actitudes de mandatarios latinoamericanos hacia el país y podría tener consecuencias importantes en el futuro de la región. 

En cuestión de horas, “¿vinieron sólo por el aloz y el petróleo?”, palabras con las cuales la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se refirió a los asistentes chinos a un evento de su gira por el país, ocasionaron críticas fuertes en medios internacionales.

A pesar de que ella misma explicó en otro tweet que el “humor” era la única manera de hacer frente a acusaciones de la oposición y posteriormente su gobierno describió el mensaje como una “expresión de simpatía” al vínculo entre ambos países, el carácter burlón e incluso ofensivo de sus palabras es innegable, y vergonzosamente, este no es un caso aislado.

En el 2006, durante un evento con empresarios, el entonces presidente de México, Vicente Fox, acusó a gobiernos anteriores de haberle tomado la cara a los mexicanos “como a viles chinos”. Aunque se podría argumentar que los jefes de Estado están sometidos a tanta presión y estrés, que los ‘descuidos’ y ‘deslices’ se vuelven inevitables, esta es sólo una explicación superficial de los acontecimientos.

Para profundizar un poco, es necesario considerar la explicación freudiana sobre los actos fallidos –equivocaciones, olvidos o bromas–, según la cual estos incidentes no son simples descuidos, sino una expresión de pensamientos y sentimientos almacenados en el inconsciente de los individuos y que se manifiestan al exterior por medio de acciones aparentemente inofensivas.

La segunda premisa de este artículo es que no se puede analizar a los mandatarios como simples individuos, sino que sus acciones reflejan de diferentes maneras las culturas de las cuales forman parte. Partiendo de esto, propongo que una explicación más elaborada para tales incidentes es que el marco cognitivo por medio del cual nos relacionamos con China y con los chinos se basa en una imagen que resalta los aspectos negativos de su cultura y disminuye la importancia de lo positivo. En su versión más extrema, propaga sentimientos de superioridad y arrogancia, que fomentan faltas de respeto como las mencionadas anteriormente.

Al pensar al respecto, me di cuenta que muchos de los extranjeros que vivimos aquí nos relacionamos con China y con los chinos de una manera similar, la cual se manifiesta en la recurrencia de quejas y críticas en actitudes y conversaciones comunes: por todo lo relacionado con la limpieza y la higiene –o la falta de ellas– y porque escupen en todos lados e incluso en las cocinas de los restaurantes; porque empujan y se amontonan sin ningún respeto al espacio privado; porque las estafas están a la orden del día, por parte de taxistas, vendedores y/o caseros, y por la agresividad con la que a veces reaccionan cuando se les cuestiona al respecto; porque hacen ruidos y/o fuman cuando comen; porque la posibilidad de beneficiarse de contactos es un aspecto muy importante en las relaciones personales; por el control gubernamental y su obsesión por la vigilancia; porque manejan como locos; por todo lo relacionado con el requisito de guardar las apariencias ante la sociedad; o su gusto por las decoraciones plásticas y desbordadas… En fin, los motivos nunca nos faltan.

Sin embargo, los aspectos positivos se mencionan con menos frecuencia: la amabilidad con la que a veces nos tratan taxistas, vendedores, caseros o simples desconocidos; el tejido social que se puede observar en los parques y en las esquinas; la manera en la cual los ancianos se mantienen activos y se les puede observar practicando Tai Chi a las primeras horas de la mañana; la seguridad que resulta bastante impresionante en comparación con otros países y que le permite a uno sentirse a salvo en las calles e incluso en la noche; los notables logros en infraestructura que han tenido; los precios bajos de productos y servicios; las ventajas de poder comprar artículos casi idénticos a los de marca, pero por un tercio de su valor en el mercado; la diversidad de la comida típica; que la cultura china es quizá la única cultura milenaria que se ha desarrollado ininterrumpidamente hasta ahora y la riqueza que ello representa, aunado a que probablemente sea el país que más cambios profundos experimentó durante el siglo XX y la posibilidad que tenemos de presenciarlo e interactuar con ellos; la belleza de la mezcla entre abstracción y estética que representan los caracteres; y no menos importante, que estamos aquí por algo, ya sea porque nos gusta o porque encontramos oportunidades diferentes o mejores que en nuestros países de origen.

Aun así, esto no significa que vivir o sobrevivir en China sea fácil, ni que las razones de nuestras quejas o desacuerdos con prácticas culturales sean menos legítimas. Sin embargo, es importante que tomemos consciencia de las características del marco cognitivo por medio del cual nos relacionamos con nuestra vida en China e interactuamos con los chinos.

Organizaciones regionales latinoamericanas reconocen la falta de conocimiento e interés por China como uno de los principales motivos por los cuales se están desaprovechando muchas oportunidades para que la región profundice sus vínculos comerciales con el país. Algunos artículos académicos incluso hablan de un “miedo a lo chino” en las relaciones políticas y sociales en la interacción de gobiernos de la región con la República Popular.

Modificar estas actitudes no sólo evitaría incidentes vergonzosos como los que protagonizaron los presidentes Fernández y Fox, sino que haría posible relacionarnos con China de una manera más sana y con más entendimiento. Además, si se toma en cuenta la desaceleración económica de los países industrializados y su difícil recuperación, China será cada vez más importante para América Latina en el futuro, y probablemente lleguemos a necesitarla más de lo que ella a nosotros.

Para terminar, cabe mencionar que el objetivo principal de la visita oficial de Cristina Fernández fue consolidar acuerdos de cooperación y promover las inversiones chinas en su país. Algunos dicen, que para salvar su economía.

Ximena García es mexicana. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México y realizó una maestría en la misma disciplina en la China Foreign Affairs University.

[Crédito foto:agroeducacion.com ]

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