China ha afrontado cambios abismales tras su inmenso desarrollo económico en los últimos años. Muchos aspectos han tenido una transformación extraordinaria, y la arquitectura de las grandes ciudades es una de ellas. Los barrios tradicionales de Beijing, llamados hutongs, fueron inicialmente creados durante la dinastía Yuan (1271-1368). En algún momento la ciudad contaba con aproximadamente 3,000 de estos lugares. Hoy cuenta con unos 1,000, pues el desarrollo habitacional de la ciudad no soporta su conservación.
Simon Rabinovitch es un periodista que vive en un hutong al norte de la parte céntrica de Beijing desde hace 8 años. Como él, muchos habitantes de este lugar se encuentran a la espera de una orden estatal para abandonar sus hogares. Si bien ya han recibido notificaciones de desalojo, el operativo policial no se ha llevado acabo. Aún.
“Agentes de la policía han estado tocando en las puertas diariamente para recordarle a los habitantes que el tiempo se acabó. Residentes enojados responden con gritos y puños en alto. Muchos dicen que se quedarán para pelear”, cuenta Robinovitch en un artículo publicado en el diario Financial Times.
Muchos otros hutongs ya fueron demolidos y sus habitantes fueron reubicados en barrios marginales en las afueras de la ciudad. Los hutongs son barrios históricos, y el gobierno ha optado por conservar algunos. Otros no.
En el centro de la ciudad existe uno de los lugares turísticos más importantes de Beijing. Se llama Shishahai, y en él confluyen los lagos de Qianhai, Houhai and Xihai. Este es uno de los hutongs que el gobierno decidió conservar, pues es un atractivo turístico importante en el centro de la capital. Su arquitectura data de la Dinastía Yuan, y actualmente posee más de 40 edificios en conservación.
Originalmente el barrio fue construido a raíz de los lagos que aún se preservan allí. Era un lugar de gran concentración de masas debido a la gran cantidad de comercio de la zona. Restaurantes, representaciones artísticas y pabellones caracterizan el lugar desde hace siete siglos. Hoy, bares, restaurantes y karaokes se cuentan por montones alrededor de los lagos.
Pero la mayoría de los hutongs existentes poseen otras características. Durante la Dinastía Ming (1368 – 1644) y la Dinastía Qing (1644 – 1911) el desarrollo de la ciudad se dio en el entorno de la Ciudad Prohibida, centro de Beijing y morada del emperador. Las casas de la población se construían allí, y entre más cerca estuvieran del centro, mayor era el rango social de sus habitantes. Estas casas se llaman Siheyuan -constituidas por una pequeña plaza central rodeada de cuatro habitaciones- y los hutongs se fueron desarrollando en la medida en que diferentes siheyuan eran construidos.
Unos siheyuan eran más grandes que otros, así que las pequeñas callejuelas que entre ellas se iban formando desplegaban un recorrido laberíntico entre las casas. Tras la guerra civil del siglo XX en China (1911 – 1949), las características primarias de los siheyuan evolucionaron en su división. Así, cada edificación pasó a albergar de una a varias familias en un mismo siheyuan, y la construcción de nuevas habitaciones en diversos lugares dio paso a los hutongs actuales.
Sin embargo, las condiciones de salubridad de los habitantes de los hutongs no son las mismas que otros beijingeses han adquirido con la modernización de la ciudad. “Los residentes quieren y merecen una mejor calidad de vida. Estas personas no están percibiendo los beneficios de la modernización", analiza Jonah Kessel, fotógrafo y documentalista, en un documental titulado A Vanishing World. "Ellos están tratando con problemas que son muy básicos, calefacción, servicios de baño, acceso de vehículos de emergencia”.
Si bien los hutongs cuentan con baños públicos ubicados en su interior, trasladarlos al interior de las casas genera problemas, pues “la construcción de un baño interior significa que alguien tiene que salir para hacer espacio para él”, comenta Kessel.
Residentes chinos tienen posiciones encontradas. “Yo me quería mudar treinta años atrás”, dice Wang, habitante de un hutong cercano a la Torre del Tambor (Gulou). Mientras que Lui Fengyuing, residente del mismo hutong, dice: “no estoy dispuesto a irme, pero si el Estado necesita esta tierra entonces no tenemos otra opción”.
He Shuzhong, fundador del Centro de Protección del Patrimonio Cultural de Beijing, ha trabajado con organizaciones nacionales e internacionales en un esfuerzo para detener la demolición de los hutongs. “Respetamos este lugar porque tiene muchas historias, muchos imaginarios. El gobierno piensa que este es un lugar en ruinas, el más sucio y desordenado de Beijing, que está deteniendo el progreso de la ciudad. El gobierno piensa que Beijing debería ser grande, brillante y nueva”, comenta He en la página de internet de su organización. “Actualmente existe una tercera parte de los hutongs originales, y posiblemente esta cifra se verá abismalmente reducida en los próximos años”, continúa He.
Dominic Johnson-Hill, un empresario británico que vivió nueve años en un hutong dijo a la organización de He Shuzhong que los chinos con quien compartió su vida en aquel lugar “son ahora parte de su familia. Nuestros hijos vuelven a casa y se van a la casa de nuestros vecinos antes de venir a la nuestra. Los mejores días de mi vida los pasé viviendo en hutongs".
El debate continúa mientras el gobierno analiza nuevas medidas de desarrollo para la ciudad. “A pesar de que el gobierno está canalizando cientos de millones de yuanes en estos viejos barrios, los residentes no tienen dinero suficiente para renovar sus hacinadas viviendas”, dice Kessel. "El problema es que este dinero no va a los lugares adecuados”, concluye.
Lo que es claro es que la herencia cultural de los hutongs no es sólo arquitectónica. Tiendas de barrio, escuelas y templos pequeños también hacen parte de su cotidianidad. Si bien muchos hutongs han sido atravesados por avenidas inmensas, o divididos para la construcción de edificios, los chinos continúan allí. “Son un museo de las tradiciones y de la herencia china, además de ser testigos de siglos de historia”, concluye He.