Especial Corea del Norte: cerca del paralelo 38°, no hay miedo a la guerra

In by Andrea Pira

En la cotidianidad del día a día, los habitantes de Corea del Sur avistan solamente en los titulares alarmistas y las declaraciones oficiales publicados en los medios de comunicación nacionales, una etapa más de una guerra que lleva sesenta años.
El conflicto -que por esta época se recrudece porque mientras Corea del Norte prepara sus fiestas nacionales, Corea del Sur y Estados Unidos realizan las “rutinarias” pruebas militares-, se ha hecho común en la historia de la península coreana.

Y esto aplica para las dos coreas. Ni en el norte, ni en el sur, se afectan por los discursos grandilocuentes o las amenazas verbales que van de un lado a otro y que retratan un temido escenario nuclear en el siglo XXI.

Para muchos habitantes de Corea del Sur, los anuncios de lanzamientos de misiles o de nuevas sanciones son simplemente pantomimas de poder donde los grandes jugadores son Estados Unidos y China, los patrocinadores de cada una de las Coreas.

“Esta vez el conflicto llegó a los medios de comunicación con más fuerza, a diferencia de otras veces que sí hemos estado en peligro. Sin embargo, no siento preocupación pues como siempre, volverá a la normalidad en unas semanas”, cuenta a La Nación, Shin Han-eun, un funcionario del gobierno surcoreano.

La respuesta se repitió una y otra vez cuando consultamos en las calles de Seúl si tenían miedo. La capital se encuentra en calma y sus habitantes dudan de la capacidad de Pyongyang de entablar una confrontación real, pues además de que no tienen el poder económico para mantener una guerra, creen que esto es sólo una forma de llamar la atención de la comunidad internacional de Corea del Norte, para solicitar nuevos tipos de negociaciones económicas y apoyos alimenticios.

La frontera

Seúl está a un poco menos de cincuenta kilómetros de la frontera, demarcada por el paralelo 38, la línea imaginaria que ha dividido la península coreana desde inicios del siglo XX. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética y Estados Unidos, los financieros de esa época, tomaron cada uno un lado y le inyectaron capital e ideología.

Las diferencias durante la guerra fría dieron pie a una confrontación militar que buscaba reunificar la península bajo un mismo pensamiento. Seúl logró mantener el control de su territorio con el apoyo americano, y Corea del Norte con la mano de los aliados comunistas, se mantuvo en su área original. Para controlar el conflicto, se firmó un armisticio en 1953 que dio inicio a la construcción de la Zona Desmilitarizada, un área de 250 kilómetros de largo y 4 de ancho, que sirven para separar las tropas la una de la otra.

Si bien su nombre indica un área sin armas, la realidad es que es una de las zonas más armadas de todo el mundo, donde ambos ejércitos mantienen una tensión constante sin importar que a nivel oficial, desde las capitales se hable de colaboración pacífica o de guerra.

Del lado sur, la tensión ha sido comercializada para transformarla en un atractivo turístico. La Zona Desmilitarizada se ha convertido en una especie de parque temático de la guerra de Corea y en un símbolo del deseo de cooperación y unificación de ambas coreas, en un tono propagandístico para el Sur y su gran aliado americano.

Decenas de operadores turísticos ofrecen tours a la zona, que incluyen visitas al área de seguridad conjunta, para ver los guardias de un lado al otro; a la línea militar norte, para ver la frontera marítima y divisar a Corea del norte desde la distancia; y a otras instalaciones que sirve para ver los deseos surcoreanos de cooperar con el país del norte, como son una estación de tren moderna dirección Pyongyang –que no está en servicio- o los pueblos de paz, que se han comprobado inhabitados.

La zona es también la puerta de entrada a Corea del Norte, especialmente para los empresarios que tenían sus fábricas en el complejo industrial Kaesong, cerrado la semana pasada por las autoridades norcoreanas.

En sus sesenta años, la zona ha sido lugar de varios enfrentamientos, que en algunos casos concluyeron con la muerte de soldados de ambos lados. Sin embargo, en este momento de aparente tensión, la zona no ha sido cerrada a los turistas.

“Lo único que ha cambiado es que con la situación, vienen más periodistas de lo normal. Pero el número de turistas se mantiene; todos atraídos por la posibilidad de ver a lo lejos a Corea del Norte”, dijo Eugene, guía de la agencia Sunburst, que todos los días organiza viajes a la frontera.

En efecto, el área mantiene la misma calma que se siente en Seúl. Las ciudades aledañas a la frontera como Paju o Gangwha no han modificado su rutina y a pesar de la alerta 2 de observación militar de las fuerzas conjuntas surcoreanas-estadounidenses -cercana a la alerta máxima de guerra-, ninguna área ha puesto en marcha planes de evacuación o si quiera evaluado una posibilidad de ataque.

Gangwha se encuentra separada del norte, por el río Yie Sang, de 2.3 kilómetros de ancho. El río, que desemboca en el mar amarillo, ha sido el canal de varios barcos pesqueros que luego han atacado a naves y buques surcoreanos, siendo también otra zona histórica de tensión. Sin embargo, ninguna de las ciudades fronterizas ha visto movimientos militares ni cambios en la zona norcoreana.

“No veo la necesidad de evacuar. Al contrario, como estamos tan cerca de la frontera, creo que es más calmado”, declaró Han Jae-hwan, director del Observatorio de Paz de Gangwha, zona donde han ubicado largavistas a moneda, para ver el otro lado.

Y lo que se puede ver, maximizando el lente, es pequeñas poblaciones norcoreanas que mantienen la calma y cuyos habitantes están dedicados a labores agrícolas, especialmente en esta fecha que se realiza la primera plantación y se celebra el aniversario del nacimiento del fundador de la República Democrática de Corea, Kim Song Il.

Mientras que se realizan labores de observación para comprobar si Corea del Norte tiene o no la capacidad militar de lanzar misiles de largo alcance, o de miniaturizar sus armas nucleares para ser dirigidas a blancos específicos, la frontera en ambos lados, se mantiene inafectada. Un recorrido experiencial que demuestra que es improbable que Corea del Norte lance un ataque militar que de pie a una guerra convencional.

La falta de ingresos económicos –que excepto los entregados por China son casi nulos- no darían posibilidad a Corea del Norte de sostener una guerra a largo plazo ni de defenderse ante un eventual ataque del Sur y sus aliados. O al menos así lo afirman los habitantes de la frontera, quienes dudan tener que abandonar el área o prepararse para confrontar a los campesinos militares del Norte.

*Artículo escrito desde Seúl para La Nación


Acá podrás ver un video que realizamos sobre nuestra visita a la frontera

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